Como se esperaba, los prolegómenos de este Barça-Betis fueron tan sentidos como emocionantes. En las gradas del Nou Camp más silencio que en cualquier otro encuentro, y no precisamente por haber perdido la Supercopa. Los béticos con una camiseta solidarizándose con la capital catalana y los de Valverde con la palabra Barcelona en lugar los nombres de los jugadores.
Ya en lo deportivo, era una prueba de fuego para los locales. Con sensibles bajas en su once. Sin Piqué, Iniesta y Suárez. Respiraron, seguro, los culés viendo a André Gomes en el banquillo y también expectantes para ver si Deulofeu y Alcacer aprovechaban la oportunidad que se les presentaba.
La primera media hora resultó algo anodina. Los azulgranas buscaban una y otra vez a un Messi que debía multiplicarse por todos los lados del ataque local. Y llegaron tres minutos mágicos para el Barça cuando Messi, quién si no, y Sergi Roberto lograron dos tantos que pusieron el 2-0 al llegar al descanso. A pesar de su dominio, demasiado premio para los de Valverde.
El Betis, muy al estilo Setien, mostró un fútbol más que aceptable. Hasta llegar al área de Ter Stegen, quedando claro que necesitan mucha más dinamita en su ataque. Iban transcurriendo los minutos con mucho silencio. Porque, además, los azulgranas no mejoraron en sus prestaciones. Todo lo bueno, no mucho, siempre de las botas de Messi.
Porque Valverde sacó lo mejor que tenía para este partido. Si miraba al banquillo seguro que no encontró nadie que mejorara a los que estaban sobre el césped. Extrañando el cambio de Vidal. Un defensa sustituyendo a Deulofeu, delantero.
Todos en el Barça, tras el varapalo del Bernabéu, lo único que querían ante el Betis. Lo de menos era el juego ofrecido que fue más bien ramplón. La tristeza de Barcelona se mimetizó en un Barça encomendado a Messi para ganar al Betis.