Un ingente esfuerzo de muchas personas para realizar una propuesta ideológica nueva y el fracaso es evidente en las enmiendas del ganador de las primarias Pedro Sánchez. En general se puede decir que es una revisión del Programa 2000 con mucha más transversalidad de lo sostenible y lo digital. Muchas visitas a lugares comunes de “lo progresista”, unas enmiendas líquidas, refritos de programas electorales anteriores, lo típico en este tipo de documentos que se vuelven poco reflexivos. Se ve la mano de José Félix Tezanos, Manuel Escudero o Cristina Narbona y ello le da cierto empaque, pero queda el sentimiento de que algo falta.
Respecto a España, una propuesta federal que, al final, no se sabe si es federal, federalizante o confederal, pero que no tiene porqué resolver la tensión plurinacional que se tiene en España. Una pretensión de ser la izquierda auténtica del PSOE que fracasa estrepitosamente en los postulados transformacionales y se queda en mero buenismo y zapaterismo revisionado. Y, sorprendente, una propuesta orgánica que lleva a una especie de bonapartismo pero que no incide claramente en promover la democracia dentro del partido. Hay aspectos buenos en materia económica, social o política, pero de igual forma las hay en la Ponencia Marco y en los programas electorales del propio Sánchez. Un parche al capitalismo nada más.
España plurinacional
En las enmiendas que se proponen desde la 231 a la 252 se desarrolla todo el modelo de Estado que propone el sanchismo. La primera frase que destaca es: “Una reforma constitucional federal, manteniendo que la soberanía reside en el conjunto del pueblo español, debe perfeccionar el reconocimiento del carácter plurinacional del Estado apuntado en el artículo 2 de la Constitución2”. España es un Estado plurinacional en tanto en cuanto hay personas que creen tener una nacionalidad (no jurídica) distinta. Por los motivos que sean y que ahora no son importantes. Ahora bien ¿es un Estado federal la solución? Para el sanchismo parece que sí y así lo manifiestan: “Solo ésta [estructura federal] puede dar cabida a la pluralidad española, conferir acomodo a los diversos sentimientos de identidad de los españoles en todos los territorios, y estabilizar la descentralización política, económica y presupuestaria de la que nos hemos dotado”.
La tensión actual entre las distintas naciones que componen el Estado español no tiene nada que ver con una cuestión de sentimientos, está vinculada a la necesidad que creen tener las distintas nacionalidades de tener un Estado propio. El problema no es cultural, ni de más o menos competencias, sino de separación de los distintos entes. El confederalismo patrio (porque País Vasco, Navarra y Cataluña poseen competencias propias en materia fiscal o de derecho civil, por ejemplo) ya daba solución mediante las transferencias y el fondo de solidaridad al problema que plantean los socialistas. Realmente España ya es de facto una federación, no de iure. Por tanto, la propuesta del sanchismo (o del PSOE y su conferencia de Granada) sólo se encamina a una cuestión nominal. El reino federal de España.
“La oferta de una España federal, que asegure un mayor autogobierno, la garantía del respeto a las competencias en materia de lengua, educación y cultura, la mejora de la financiación en el marco de la renovación del sistema de financiación autonómica, y el reequilibrio de la dimensión territorial de la inversión pública” prosiguen los sanchistas. Más autogobierno ¿en qué sentido? No explican qué significa esa cuestión, ni en qué materias se explicitará, ni qué consecuencias políticas podría tener. Realmente lo que piden ya existe en España. Nadie duda en que en materia de lengua catalana, vasca, gallega, valenciana, mallorquina, bable o castúa son los propios entes territoriales quienes tienen la competencia. Y respecto a los aspectos culturales igual. Castilla La Mancha o Andalucía tienen sus competencias culturales propias que nadie niega. El quid de la cuestión es el dinero, el vil metal.
Piensan que con un marco de financiación más ajustado los catalanes, porque el problema es Cataluña (de momento), quedarán contentos y felices de permanecer en el Estado español. A saber. La nación, como dijo Ernest Renan, “es un plebiscito de todos los días” y puede ser solución o puede ser la última mecha de la explosión secesionista. El no saber qué es una nación para un socialista, lleva a estos errores. Desde luego el sentimiento nacional tiene influencia política pero la defensa de la nación cívica o política, a diferencia de la nación cultural que dice Sánchez, es donde los socialistas se mueven, porque el problema es el sistema capitalista, no la nación tal o cual.
Tal y como lo plantean los sanchistas, si Madrid decidiese convertirse en nación por propia voluntad, pese a carecer de cultura propia, lengua propia o historia propia ¿la aceptarían? Ya que tener una nación da ventajas cuantitativas y cualitativas por qué no aceptar la nación madrileña. Dirían que los madrileños están locos seguramente, pero irían en contra de lo que es una nación política. La propuesta federalizante del PSOE anima más al cantonalismo de la I República que a un proyecto realmente federal.