En su empeño por convertir a Pedro Sánchez en la bandera de la izquierda, en el símbolo de ese nuevo socialismo que quieren vender pero que no han explicado en qué consiste, el sector pedrista del Partido Socialista está queriendo comparar el éxito de Jeremy Corbyn y su ascenso electoral con lo que será Pedro Sánchez en el futuro. Las comparaciones son odiosas, pero las hay que son obscenas. Hay un hecho que demuestra la oscilación ideológica del actual líder del socialismo español: antes de las elecciones del 26J el propio Sánchez afirmó que Corbyn no era un ejemplo a seguir mientras alababa a Manuel Valls o a Matteo Renzi, dos grandes socialistas que encarnan los valores de la izquierda, tal y como sus hechos han demostrado.
Hasta estas elecciones británicas Corbyn y Sánchez tenían algo en común, es cierto, pero era algo no muy positivo. Se trataba de dos líderes que tenían el apoyo mayoritario de las bases de sus respectivos partidos, pero al que los votantes daban la espalda. Ahora el líder laborista ha roto esa tendencia y, sobre todo, ha ilusionado a los votantes jóvenes, es decir, todo lo contrario que hizo Pedro Sánchez en las dos contiendas electorales en las que encabezó candidatura, ya que el político madrileño ahuyentó a los jóvenes y al electorado progresista de las grandes ciudades.
Por mucho que se empeñen los pedristas, Sánchez no es Corbyn. Por mucho que lo quieran vender, Pedro Sánchez no va a regenerar ni al PSOE ni la izquierda española. Las propias biografías políticas de ambos líderes demuestran que nada tiene que ver uno con el otro.
Jeremy Corbyn parte con una trayectoria de defensa de los valores del socialismo que Sánchez no puede aspirar a imitar. El líder laborista inglés se forjó en una familia que se conoció en una manifestación de apoyo a los republicanos españoles que luchaban contra Franco en la Guerra Civil. Durante su juventud luchó contra los ataques a los derechos de los trabajadores desde los sindicatos. Su lucha contra las desigualdades y en defensa de sus ideales socialistas le ha llevado incluso a ser detenido, activismo que ha llevado a la práctica tanto desde la calle como desde su escaño en la Cámara de los Comunes, escaño que mantiene desde el año 1.983. Ha defendido la Campaña para el desarme nuclear, la unidad de Irlanda, la defensa de los derechos de los palestinos y se ha opuesto a las políticas del Estado de Israel, y, durante los años 80, fue uno de los parlamentarios más activos en la lucha contra el apartheid. En referencia a la política interior, Corbyn ha sido uno de los impulsores de los tratados de paz en Irlanda del Norte llegando incluso a invitar a Gerry Adams a la Cámara de los Comunes. También apoyó la petición de extradición de Augusto Pinochet a España. En referencia a la labor de su partido, Jeremy Corbyn se enfrentó a Toni Blair cuando éste abandonó los valores socialistas y llegó a acusarle de violar los derechos humanos. El líder laborista, además, es un claro defensor de las esencias del socialismo, lo que le ha llevado a no respetar la disciplina de voto en más de 500 ocasiones cuando lo que votaba el Partido Laborista iba en contra de sus convicciones.
La trayectoria de Sánchez es todo lo contrario. Su renuncia al escaño en 2016 no se produjo por una cuestión de convicciones sino como una estrategia de marketing para la campaña de las primarias: él era la víctima.
Pedro Sánchez no se ha rebelado nunca ante las decisiones del Grupo Parlamentario Socialista y siempre ha acatado la disciplina de voto. Dos ejemplos muy claros los tenemos en su voto favorable, cuando ya era secretario general, a la indemnización del Almacenamiento de Gas Castor que va a costar a los españoles más de 1.600 millones de euros o, cuando era diputado, la reforma del artículo 135 de la Constitución Española por la que nuestro país renunciaba a su soberanía frente a los poderes económicos.
Por otro lado, Pedro Sánchez siempre estuvo vinculado a Renovadores de la Base, conocidos como «los balbases», grupo que estuvo implicado en el Tamayazo. También ha formado parte de «Economistas 2004», un grupo de economistas creado por Miguel Sebastián, grupo que no supo prever la crisis económica.
En otro orden de cosas, Pedro Sánchez, a diferencia de Corbyn que mantiene su escaño desde el año 1983 por la elección de los ciudadanos de su distrito, nunca fue diputado de forma directa, sino que llegó al escaño a través de sustituciones hasta que fue secretario general, momento en que logró los peores resultados de la historia, resultados que envejecían la edad media del votante socialista y que expulsó al proyecto del PSOE de las grandes ciudades. Por ejemplo, en Madrid, la candidatura que él encabezaba, llevó al Partido Socialista al cuarto lugar.
Mientras Corbyn ha denunciado cualquier tipo de corrupción, tanto dentro como fuera de su partido, Sánchez, mientras fue concejal del Ayuntamiento de Madrid, no hizo ninguna intervención en contra de la misma en momentos en que se estaban produciendo casos muy graves.
Sánchez no es Corbyn. Pensar eso o querer hacer creer al electorado socialista que los dos líderes se pueden asemejar es un insulto al socialismo. Era mucho más creíble su defensa del modelo representado por Manuel Valls y lo demostró con su pacto con Ciudadanos, la imagen española de lo que ahora es en Francia Macron. Por supuesto, Sánchez no representa una evolución del socialismo ni de la socialdemocracia, más bien esa regeneración no es más que un titular publicitario. Una de las promesas que hizo durante las primarias fue que pediría la dimisión de Rajoy nada más ser elegido secretario general. Ya han pasado dos semanas y Mariano sigue tranquilo.