Como buen “Millenial”, perteneciente a esa generación de los nacidos entre 1980 y 2000, suelo comenzar revisando los trending topics de Twitter para informarme sobre los temas del momento, y heme aquí que he encontrado gran controversia alrededor de un artículo de opinión publicado por “El País”, firmado por Antonio Navalón bajo el título “Millenials: dueños de la nada”, acompañado del subtítulo “¿Vale la pena construir un discurso para aquellos que no tienen la función de escuchar?”. Tela.
Así pues, era de obligado cumplimiento dedicarle una columna de opinión a semejante disparate, y por qué no, a la generación de su autor. A ver qué tal sale la faena.
Como hasta los Millenials sabemos, a toda gran crisis económica le siguen, por este orden, una crisis social y una crisis política. Lo digo porque es en esta etapa, crisis social que desemboca en crisis política, en la que nos encontramos en España.
Desde nuestra juventud se nos convenció de que formándonos y realizando estudios superiores, tendríamos asegurado el porvenir. Fruto de ello, muchas de nuestras familias se endeudaron a fin de costearnos estudios universitarios, masters, programas de intercambio y un largo etcétera. No les voy a relatar aquí mi currículum por tenerlo en Internet, pero ya les digo que pese a ser más extenso y rico que el de muchos de nuestros dirigentes no tengo el porvenir asegurado, ni muchísimo menos. Y no soy un caso aislado.
Por eso mismo, ya entenderán el sentimiento de frustración que nos envarga al descubrir la dura realidad tras concluir los estudios: trabajo precario, el que lo tiene, y subcualificado, enormes dificultades para emanciparse y formar una familia, exilio para buscar una vida mejor, dificultad para acceder a una vivienda y un buen etcétera. Y viendo la situación es normal que los que vienen detrás se pregunten para qué merece la pena estudiar, si es que tu familia puede costearte esos estudios, que esa es otra.
A todo esto añádase la percepción de que nada ha cambiado en los círculos políticos y económicos desde casi nuestro nacimiento: los viejos liderazgos se agarran a sus tronos con uñas y dientes, a cualquier coste, con una percepción de la actualidad que no puede estar más alejada de los principios de la revolución tecnológica, esa misma revolución que no entienden pese a que no paren de hablar de ella. Dos circunstancias son muy ilustrativas: una inversión en I+D muy mermada, con la Ciencia en mínimos, y el hecho de que los profesionales de informática, a estas alturas, no podemos ejercer legalmente nuestra profesión en España. Revolución tecnológica sin tecnología y sin tecnólogos. Fino panorama.
Es fácil y gratuito decir que los Millenials no escuchan y que no se implican en la realidad política española. Precisamente la política española no destaca por ser participativa ni transparente, convirtiéndose los partidos políticos en una suerte de trincheras en las que distintas facciones ajustan cuentas en su camino al poder, dejando un reguero de víctimas a su paso. Ni que decir tiene que esa perspectiva no seduce a la hora de militar en un partido político.
Con todo ello, es normal que muchos de estos Millenials opten por nuevas opciones políticas y por aquellos que promueven el derribo del orden establecido, ese mismo orden que les mintió, que los condena a una vida sin grandes perspectivas y que les impide participar de la realidad política a fin de moldearla de acuerdo a los nuevos tiempos. No me seduce Podemos, pero puedo entender perfectamente que atraiga a tantos y tantos jóvenes, y no tan jóvenes.
Me parece una ignominia que se esté desaprovechando a la generación más preparada de la historia de España, y que para colmo se los acuse de falta de ambición, incapacidad o compromiso. No han entendido nada señores, ni creo que lo vayan a entender ya a estas alturas. No olviden que es esta generación, la misma que acorralan, la que deberá costear sus futuras pensiones.
Viene muy al hilo de este artículo el discurso de Tyler Durden en la película “El Club de la Lucha” (1999), interpretado por un magistral Brad Pitt:
“La publicidad nos hace desear coches y ropas, tenemos empleos que odiamos para comprar mierda que no necesitamos. Somos los hijos malditos de la historia, desarraigados y sin objetivos. No hemos sufrido una gran guerra, ni una depresión. Nuestra guerra es la guerra espiritual, nuestra gran depresión es nuestra vida. Crecimos con la televisión que nos hizo creer que algún día seriamos millonarios, dioses del cine o estrellas del rock, pero no lo seremos y poco a poco nos hemos dado cuenta y estamos, muy, muy cabreados.”
Toda una generación frustrada y acorralada. Una generación que, cada día que pasa está más indignada (¿se acuerdan del 15M?).
Les comentaba que la crisis económica sufrida, desencadena una crisis social que a su vez genera una crisis política. Los primeros episodios de esa crisis ya los han visto: 15M, aparición de Podemos y, en menor medida, de Ciudadanos, fin del bipartidismo en España, y la crisis vivida en el seno del PSOE, también sin precedentes y cuyo resultado final está aún por ver. Y todo esto es sólo el principio de la serie de cambios políticos de gran calado que se avecinan en España, no vistos ni imaginados hasta la fecha.
Los Millenials seremos dueños de nuestro futuro pese a aquellos que se niegan a escuchar nuestro clamor y nos vilipendian. Millenial, sí, y a mucha honra.