Un viaje puede ser motivo de una escisión del ser en sus diferentes partes. La pretensión del viaje puede mutar por el mismo viaje en sí o por los distintos compañeros que puedes encontrar. El ser humano es un recipiente de vivencias, de experiencias, de anhelos, de escisiones, de recomposiciones y, sobre todo, de imágenes. Porque la obra de Ignacio Gómez de Liaño, como los autores clásicos, tiene la virtud de lo visual narrado. El detalle en la descripción de paisajes, personajes y lugares es especialmente rico en Arcadia. Sin ese juego narrativo, que para cada lector puede tener una rememoración distinta sin duda, la obra sería un mero transcurrir.
Sucede con frecuencia que escritores utilizan ese juego simbólico pero sin la sutileza y conexión que maneja Gómez de Liaño. La imagen como forma, como recuerdo, como rememoración, como, al fin y al cabo, elemento de comunicación, como metalenguaje. Sin duda Arcadia se comunica por medio de las imágenes y la imaginación. Y por tanto por el mito. Odiseo (o Ulises, como prefieran) tuvo su viaje de regreso a Ítaca tras vencer en Troya. Jasón y sus argonautas también lo tuvieron en busca del vellocino de oro. Toda la literatura helénica está compuesta de mitos y viajes. En algunos casos el propio actor sabía el destino, sin embargo, en Arcadia el viajante descubrirá al final del viaje algo que no esperaba, aunque inconscientemente sí podría desear.
Se nota en la novela las pasiones del propio autor. Las constantes referencias a la “historia” clásica de Grecia, pues en Grecia tiene su desarrollo el viaje, al juego simbólico de sus conocimientos de lo oriental o las ensoñaciones surrealistas son como una expresión de las propias experiencias vitales del autor. Como es conocido, Gómez de Liaño escribió dos magníficas obras sobre Dalí y ese poso surrealista queda reflejado en algunos de los pasajes del libro. Unas ensoñaciones que procuran a la obra llevarla más allá de lo común del día a día. Personajes extraños, sacados de un mundo interior-exterior, que tienen ayudan a viajar junto con el viajante.
También se dejan entrever sus propias pasiones filosóficas. El juego constante con la Teoría de las Formas (o Ideas) platónica, donde lo que es a veces es reflejo de una Idea pura, o lo puro es lo real (dejémoslo aquí), ayuda constantemente a iluminar el camino del lector por las intrincadas aventuras del personaje principal. Vivir en la pureza o vivir en lo real. La mentira social o la vida vivida. Todo esto se refleja en un viaje que son varios viajes a la vez.
Gómez de Liaño consigue con Arcadia hacernos vivir varias historias en una. Nos hace pensar en nosotros mismos, en nuestros miedos, en nuestros deseos, en nuestras aspiraciones como seres humanos individuales. Una obra muy recomendable para lectores que quieran algo más que la simpleza de una historia para pasar el tiempo. Profundidad y juego visual todo en un relato que recuerdas a autores como Melville o Carroll.