El secuestro y asesinato del joven concejal del PP de Ermua (Bizkaia), Miguel Ángel Blanco, en julio de 1997 horrorizó a toda una sociedad que vivió a cámara lenta la ejecución del edil que ha sido el icono, sin pretenderlo, de las víctimas de ETA.
Periodistas, políticos, editores hablan hoy, veinte años después de aquella terrible y simbólica fecha, para Diario16. Entre sus testimonios, testigos valientes de aquella época, destaca la del hoy editor de Diario16, Manuel Domínguez. Muchos profesionales del Periodismo, algo respetable, se fueron corriendo de Euskadi. Cambio16 y Manuel Domínguez, su editor en aquel momento, fueron a Euskadi para trabajar desde la razón y sin miedo.
Domínguez recuerda a Diario16 que “esa época fue terrible, los asesinatos de ETA eran una masacre indiscriminada”. Pero, a su juicio, “la política del Estado era un sin sentido político y sociológico”.
En aquellos terribles años según recuerda el hoy editor de Diario16, Manuel Domínguez, “España sufrió mucho por los asesinatos de la banda terrorista ETA, pero gran parte del pueblo vasco, al margen de ETA, también sufrió mucho por el odio y la marginación injusta que algunos medios de comunicación, periodistas y políticos se encargaron de crear y difundir desde su propio odio y desconocimiento”.
Por su parte, el periodista y en aquel momento ya ex director de Arte y exsubdirector de Diario16, Carlos B. Pérez, además de diputado en la primera y segunda legislatura de la Asamblea de Madrid y portavoz con Leguina, se encontraba en el momento del secuestro de Miguel Ángel Blanco con el rediseño de un periódico legendario de la ciudad en Rosario (Argentina). Allí se trasladó al conocer lo ocurrido al centro vasco donde vivió esas terribles horas junto al periodista Julio Alonso. Y allí vivió como la gente perdió el miedo al terror de ETA.
El exlehendakari Patxi López, y hoy diputado del PSOE por Vizcaya, tiene claro que aquella barbarie y la reacción social a través del Espíritu de Ermua, fue “el despertar de muchas conciencias dormidas”, según declara a nuestro medio.
La tragedia de Miguel Ángel Blanco, de tan sólo 23 años, y de todo un país, llegó tras dos años con largos secuestros , como la del del funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara, de 532 días, y los de los empresarios José María Aldaya y Cosme Delclaux , que dieron lugar al «lazo azul» de Gesto por la Paz y concentraciones semanales para reclamar la libertad de los retenidos.
Además, el rechazo social a ETA en Euskadi había aumentando en los años anteriores al extender la banda terrorista el abanico de sus objetivos a cualquier miembro del PSOE o del PP, jueces, ertzainas o periodistas.
La movilización que provocó el anunciado asesinato de Blanco -al plantear ETA la exigencia del traslado de todos los presos a Euskadi en 48 horas, se supo que no cabía la negociación-, no tuvo parangón y dio lugar a lo que se denominó «el espíritu de Ermua» y a que la izquierda abertzale perdiera el dominio de las calles de Euskadi.
La tarde del jueves 10 de julio ETA secuestró al entonces desconocido concejal «popular» de Ermua y anunció que le ejecutaría si en 48 horas el Gobierno no trasladaba al País Vasco a los presos de ETA, un chantaje que rechazaron de forma unida todos los partidos (salvo HB, que no lo condenó), así como los ciudadanos.
Esa misma tarde-noche comenzó la movilización social en Ermua, donde fue permanente durante cinco días y cuatro noches, y al día siguiente, viernes, se celebró una multitudinaria manifestación que cerró la hermana del edil, Mari Mar Blanco, entonces con 23 años, con un emotivo discurso.
Ese mismo viernes, convocadas por el Pacto de Ajuria Enea, hubo concentraciones en todos municipios, en muchos casos con «contra-manifestaciones» para pedir el traslado de los presos de ETA a Euskadi convocadas por Herri Batasuna, que consideró «estéril e injurioso» condenar el secuestro de Blanco.
«El espíritu de Ermua permitió que la izquierda abertzale perdiera el dominio de las calles de Euskadi»
El sábado, día que se agotaba el plazo dado por ETA, se celebró en Bilbao la mayor manifestación habida en Euskadi, encabezada por los líderes del Pacto de Ajuria Enea, el Gobierno de España y los dirigentes de los partidos, sindicatos y patronales españolas.
Pese a las movilizaciones y las peticiones internacionales, incluido el Papa y movimientos revolucionarios como los Tupamaros -incluido el luego presidente uruguayo José Múgica-, o el Frente Sandinista, ETA ejecutó en la tarde del sábado a Blanco con dos disparos en la cabeza, aunque el edil no falleció hasta la madrugada siguiente.
Al conocerse la noticia se produjeron numerosas manifestaciones espontáneas en la tarde del sábado, muchas de ellas ante locales de la izquierda abertzale, que no fueron asaltados gracias a la intervención de políticos como los alcaldes de Ermua, Carlos Totorika (PSE), o de Bilbao, Josu Ortundo (PNV).
En Ermua, Totorika dirigió esa tarde la manifestación hasta Eibar para luego volver a Ermua y de esta forma calmar los ánimos de los indignados vecinos.
El domingo, tras el fallecimiento en el hospital de Miguel Ángel Blanco, las concentraciones en los principales municipios vascos volvieron a ser multitudinarias y todavía el lunes -día del funeral- se realizó un paro de una hora al mediodía y por la tarde hubo nuevas manifestaciones en todo Euskadi.
Esos cinco días de julio, según ya se decía entonces y corroboró después, supusieron «un antes y un después» y establecieron la derrota social de una ETA ya debilitada policialmente en años anteriores, además de ser el sustrato para el Pacto Antiterrorista del que se derivó la ilegalización de los partidos y candidaturas de la izquierda abertzale.
Por ejemplo, el lehendakari Ardanza, en nombre de los partidos del Pacto de Ajuria Enea, manifestó que «es el momento del pueblo» al traspasar ETA «el último límite», y el ministro de Interior y líder del PP vasco, Jaime Mayor Oreja, destacó que «nunca ha habido un sentimiento de tanta unidad» en el País Vasco.