Las tornas han cambiado para la presidenta de Andalucía. De ser una política valorada dentro del PSOE a nivel estatal, ha pasado Susana Díaz ha pasado a ser el centro del odio que irradia el sanchismo. Porque el sanchismo, al contrario de otros ismos que han sido en el PSOE, tiene su pegamento político y vital en el odio. ¿A qué? A lo que no es lo que diga “amado líder” Sánchez. Cualquier cosa que haga o diga la dirigente andaluza es puesto en duda por los no afines en las redes sociales y los medios de comunicación. Porque, y más tras el último CIS, son muchas las “ratas que abandonan el barco”.
Se incluye a Díaz en el triángulo del mal Díaz-Lambán-Page, porque parece que Puig Y Fernández Vara al haber pactado son medianamente aceptados, aunque se tiene la soga preparada. Sin embargo, para Díaz y los que la apoyaron se utiliza la técnica “mediática” de Lynch. Vamos el linchamiento perpetuo. Se desea su cabeza y a ser posible muerta. Su delito haber apoyado la abstención contra el PP, aunque el sanchismo le achaca que acabase con Sánchez (porque parece que jamás dimitió, ni convocó un congreso exprés saltándose a la militancia, ni jamás perdió una elección) y le llevase al paro político. Los lloros y cobardía del secretario general en ese mes de octubre han quedado borrados de la historia. Hasta los medios hacen caso de ese relato falso. Tampoco se recuerdan las amenazas desde la ejecutiva a Andalucía sobre que podía pasar lo mismo que en Madrid. Donde Sánchez decidió disolver a todo el partido y sus instituciones de democracia interna. Esto nunca ha pasado.
Todo esto no pasaría de ser una pelea de corral si no fuese porque pone de relieve peligrosas situaciones para la vida interna y externa del PSOE, que los propios dirigentes actuales parecen no querer frenar. Ya que en algunos casos incluso se alienta. En primer lugar, se demuestra que el lema “somos la izquierda” es falaz. La izquierda socialista se puede haber peleado, y mucho, pero nunca se hacía del que discrepaba un enemigo. Es parte de la cultura del partido, que ahora el sanchismo quiere borrar, el debate, la confrontación de ideas, la lucha entre posturas diferentes en la concepción del socialismo y del PSOE como instrumento social. Reforma-revolución, socialdemocracia-marxismo, sindicato-partido, interclasismo-lucha de clases han sido ejes de discusión muy importantes dentro del PSOE. Y Susana Díaz representa, posiblemente, el sentir más pragmático y reformista de lo que supone el “ser del PSOE”, como lo representaba hasta hace dos días Pedro Sánchez.
La lucha de clases, la unión de partido y sindicato como instrumentos de transformación, la visión radical y/o marxista de la sociedad y la política han estado dentro de un grupo muy reducido de militantes: Izquierda Socialista y los que tienen un profundo bagaje sindical. Casi ninguno de los dirigentes actuales ha estado en esas posiciones que ahora parecen defender. Parecen ¡cuidado! No se duda del compromiso profundo con la izquierda y la cultura de partido de Perelló, Escudero o Tezanos. La “han mamado” desde hace años y conocen perfectamente qué es el PSOE. No se puede decir lo mismo de otros dirigentes y de aquellos y aquellas que conforman el sanchismo.
El diálogo y la discrepancia de ideas son el fundamento del PSOE y de la convivencia. Una persona de izquierda socialista valora la libertad de pensamiento en el seno del partido. La imposición, la obediencia ciega, la adoración al dirigente máximo y la persecución al que opina diferente es más propio de actitudes totalitarias. Las palabras de Adriana Lastra contra Díaz sobre que las resoluciones congresuales se aceptan y no se discuten, en referencia a la plurinacionalidad, no es una actitud de alguien que realmente se califica de izquierdas. Bueno si se es estalinista y vas buscando el pescuezo de Trotsky sin duda sí.
La gente del partido sin duda acepta las resoluciones congresuales, tanto como suele hacerlo la dirección. El problema es que en este caso, las resoluciones fueron impuestas sin un debate real y profundo en las agrupaciones. En el caso de Madrid se cambió la Ponencia Marco por el programa sanchista y los delegados no lo pudieron ni estudiar. Por tanto, el debate estuvo viciado. Aunque habría que añadir que, hasta la fecha, nadie ha sabido explicar qué es la España plurinacional, lo que deja a la Ejecutiva mal, muy mal.
En segundo lugar, el “nuevo PSOE” que anuncian al albur de la encuesta del CIS, que al fin y al cabo es una tendencia y un reflejo de un momento determinado, parece haber acabado con la cultura de partido. Las dimisiones de Madina y Trevín, y las que vendrán, no son tanto por discrepancias políticas como de respeto al que puede pensar distinto. En el PSOE se ha discutido toda la vida hasta por el color de los bolígrafos y luego “todo” el partido ha salido en tromba a ganar elecciones y en la lucha del día a día. El guerrismo se las tuvo tiesas, como antes el sector crítico, con el felipismo, pero una vez discutido y consensuado, el PSOE era una roca. Ahora, ni se permite el disenso, ni llevar la contraria, ni nada que no sea lo que dice “amado líder” Sánchez o sus corifeos. Y el ejemplo de Díaz es el paradigma de esto.
El sanchismo, tal y como se muestra públicamente, parece desconocer la cultura de partido y la historia del mismo. Son afiliados que no se han formado en el PSOE y el socialismo español. Muchos y muchas provienen de otras culturas y de otros lares. Pero lo curioso es el odio y la rabia que destilan algunos dirigentes que, por los años que llevan viviendo del PSOE, deberían conocer qué es el PSOE. Se han instalado en la tragedia, en el antagonismo, en la dialéctica amigo-enemigo, pero en el plano interno. Es más, ahora, utilizan tanto interna como externamente el adjetivo “susanista” para catalogar al enemigo interno. Han dividido el partido entre sanchistas y susanista, y los que caen del lado de la dirigente andaluza son enemigos que ni son socialistas, ni deberían estar en el PSOE (pese a que algunos tienen más quinquenios que muchos), y, como mucho, son parte de la élite inmunda.
El primer investigador de las masas, Gustave Le Bon, afirmaba que cuando en la masa se instala una “imagen evocada, genera ella misma una serie de otras imágenes sin ninguna ligazón lógica con la primera” (Psychologie des foules). Esto está ocurriendo en el sanchismo. Han generado una imagen irreal del PSOE y van generando más imágenes y conceptos apartados de la realidad, pero que sirven para ir contra el enemigo interior. Atacan con saña y en masa. El enfrentamiento racional no va con ellos. Y es lo racional como capacidad de análisis de la realidad social para poder transformarla un fundamento del socialismo que se pierde completamente de vista. Todo es emotivo y antagonista. Se instalan, como sucede con parte de la Ejecutiva, en el “pensamiento banal” que decía Eugenio Trías. Donde hoy es a y mañana es b, pero siempre contra el enemigo con el que hay que acabar totalmente. Lo trágico, irracional y masificado se impone frente a los que piensan distinto.
En las declaraciones de Trevín al dejar el escaño hubo algo que debe ser destacado. Afirmaba el socialista asturiano que él no seguía porque persistir en la discrepancia día tras días es agotador y confronta con la disciplina socialista que había mamado en el PSOE desde su afiliación. Y añadía que algunos y algunas compañeras se callaban por miedo, porque desde el propio grupo parlamentario se filtraban a la prensa las discrepancias para poner al discrepante en la palestra mediática. Erich Fromm ya estudió en su Miedo a la libertad este proceso de aceptación de los mandatos superiores, por miedo a ser libre, lo que acababa conllevando entrar en procesos totalitarios. La tiranía de la mayoría, contra la que denodadamente luchó John Stuart Mill, se va viendo por todas las estructuras del PSOE.
Retomando a Le Bon, también afirmaba el pensador que “los seguidores aceptan y creen que el pasado era como lo presenta [el dirigente], que el presente es como él lo explica y que el futuro será como él lo predice”. Algo así está ocurriendo en el PSOE. Todo lo que sale por boca de la dirigencia es aceptado sin ninguna actitud crítica y tomado por verdad absoluta. Si dicen que es un nuevo PSOE, se acepta y se repite el mantra. Esto mismo ocurrió primero con el bonapartismo y posteriormente con expresiones de radicalismo religioso (mormones, testigo de Jehová, baptistas del sur, árabes, católicos, etc.), pero también en los totalitarismos del siglo XX (fascismo, nazismo y comunismo). Ahora el mantra es Susana Díaz es mala (o Page es malo) y desde las redes sociales se atiza sin piedad todo lo que hagan, sin pensar si es correcto o no, si es de izquierdas o no. Da igual son malos y hay que acabar con ellos.
En el caso de Page, además, se da una paradoja que refleja perfectamente ese pensamiento débil y de masa irracional que hay en el sanchismo. Resulta que el presidente de Castilla La Mancha acuerda, además con el visto bueno de la Ejecutiva Federal, incluir a Podemos en el gobierno y aprobar los presupuestos. Unos presupuestos que supondrán más de 500 millones de euros en inversión social para los y las castellano-manchegas. Pues desde el PSOE se atacó al presidente manchego y su acuerdo con Podemos. Se criticó que no se consultase a las bases, sin importar que no existiese un reglamento para ello. Daba igual, el caso es que Page hacía las cosas de forma dictatorial porque es un barón del PSOE antiguo. Hasta una persona que es miembro del Comité Federal, Pablo Ortiz, llegó a afirmar que “si no hay reglamento, se hace”. Así, saltándose los procedimientos internos. Pero ¿el sanchismo no quiere la unidad de acción con Podemos?, ¿no quieren políticas de izquierdas?, ¿no quieren más inversión pública? Parece que solamente intentan echar a los que estaban, para ponerse ellos, eso sí, e instaurar una tiranía propia. La ley de hierro de la oligarquía lleva funcionando desde que el mundo es mundo, por desgracia.
Y, en tercer lugar, existe algo que no se está valorando con tantos ataques a los barones y a Susana Díaz en especial, el perjuicio que se causa al propio partido. Deslegitimar desde las mismas posturas la acción de gobierno de los dirigentes socialistas, va en contra de las esperanzas electorales del PSOE. Pensar que con “Somos la izquierda” y “El Nuevo PSOE” se van a ganar las elecciones, por mucho que digan las encuestas, es estúpido. Y más cuando las críticas no tienen una contrapartida racional que fundamente la crítica, más una propuesta alternativa. Se critica sin más y se dice que eso no es de izquierdas. Claro que cuando lleguen las elecciones si Page, Díaz, Puig o Fernández Vara no ganan es porque son de derechas, no porque durante dos años han tenido a las hordas del sanchismo atizando a todo lo que se moviera en esa parte del PSOE. Porque, debe ser que tampoco han mirado los estatutos que han aprobado y que tan “buenos” son. Existe un artículo por el cual, el comité federal, el regional, el provincial o la asamblea local pueden desconvocar las elecciones primarias para candidatos y candidatas. Así que, con toda probabilidad, quienes ostentan las secretarias generales y las presidencias de comunidades seguramente hagan uso de esa salvedad para volverse a presentar.
Y claro perder el poder regional, que supone que el 80% de la inversión social, caerá en manos del PP y sus comparsas de Cs. Y vendrán las privatizaciones, los recortes en sanidad, educación, dependencia u otros servicios sociales. Y quienes sufrirán eso serán los ciudadanos de a pie. Eso sí, la culpa será de los otros, del enemigo, como siempre dicen las masas.
Tan malo es abstenerse para permitir gobernar a Mariano Rajoy como hacer todo lo posible para que gobierne la derecha por otros métodos, mucho menos visibles, pero de mayor profundidad política. Cada vez que se critica a Díaz por su acción de gobierno desde el PSOE, es un voto más para Moreno Bonilla. Y no es que no haya cosas criticables en la gestión de Díaz. Muchas. Pero la crítica debe ser razonada y presentando alternativa, por utópica que pueda parecer. Lo mismo sucede en los casos de los demás barones. Cosas criticables hay, pero si se hace el juego al adversario político real, el PSOE ha escogido un mal camino. Pero si Moreno Bonilla espera a ver por dónde atiza el sanchismo para atacar él a Susana Díaz.
El sanchismo carece de ética más allá del No es No. Cambian según dicten los de arriba, los cuales no son especialmente dechados de virtudes éticas. Sánchez estaba en la extrema derecha del socialismo (junto a Díaz, Page y demás) y ahora se presenta como la izquierda extrema sin haberse cambiado de camisa. La mayoría de los que ocupan cargos en la ejecutiva llevan viviendo de la política años, igual que aquellos a los que critican. Díaz, pese a todos sus defectos, tiene algo que el sanchismo no tiene, un ética socialista, posiblemente errónea, pero una ética.
Los movimientos de las bases, antes de transformarse en sanchismo, fueron una esperanza para el PSOE porque podían aportar una recuperación de la ética socialista, de los deseos de transformación de la sociedad capitalista, de la unión de fuerzas de la izquierda para acabar con la corrupción moral y fáctica de la derecha, para acabar con un pensamiento social totalmente capitalista, para avanzar en la línea del socialismo. Pero fue echarse en brazos de Sánchez y sus corifeos y todo ello irse difuminando poco a poco. El PSOE ahora es un saltarín que va de una cuestión a otra sin ninguna ideología que guie la acción. Es un partido “transversal”, Adriana Lastra dixit, que es de todo y de nada a la vez. Se defiende tanto al empresario (al bueno, que también hay gradación en esto), como al trabajador, sin ver las contradicciones inherentes al sistema en el que se vive. Pero lo peor es que parece haberse instalado el miedo en parte de las bases que, estas sí, disciplinadas esperan paciente y con miedo a ser degolladas en una noche de los cristales rotos socialista.