Vaya semanita están teniendo dos de los vicesecretarios del Partido Popular por sendas declaraciones en medios de comunicación. Las redes se han llenado de imágenes y chascarrillos por sus manifestaciones, las cuales deben considerarse un tanto desafortunadas y que demuestran el bajo nivel intelectual de quienes las han proferido. Comencemos por Pablo Casado, a quien quieren hacer alcalde de Madrid, y que cada vez que habla últimamente “sube el pan”.

En un artículo muy veraniego, Infolibre ha preguntado a diversos políticos qué lecturas recomendarían a otros contendientes y por qué. Casado ha recomendado a Pablo Iglesias una lectura histórica, Historia mínima de España de Juan Pablo Fusi. Un libro de divulgación, corto en sus miras, sesgado hacia la derecha y para uso y disfrute de aquellas personas que deseen conocer “mínimamente” la Historia de España. Algo normal si a quien se lo recomiendas es abogado, químico o de alguna profesión poco o nada relacionada con la Historia de España. Que no es el caso de Iglesias. Y encima remarcando que es por el “gran desconocimiento que tiene de España”.

Casado debería conocer que Iglesias hizo su doctorado en el departamento de Ciencia Política donde se analiza desde diferentes perspectivas la Historia. Es, por tanto, el dirigente de Podemos un historiador de la política o un politólogo de la Historia. Y si Casado se hubiese molestado en leer algún libro o escrito de Iglesias habría comprobado que su conocimiento de las Historia contemporánea de España es profundo y sus análisis muy sutiles. Por eso la respuesta de Iglesias ha sido un tanto irónica al recordarle que él prefiere otros autores. Sí, autores menos de derechas y más profundos en sus análisis que el librito de Fusi. Si al menos le hubiese recomendado algo de Javier Tusell  o de José María Maravall padre, hubiese quedado una imagen más inteligente del propio Casado. Pero ¡Historia mínima de Fusi!

 

Demuestra Casado con esta recomendación dos cosas. En primer lugar, el nivel intelectual que tienen algunos de los políticos que nos gobiernan y que, además, se encuentran en la cima del sistema. Sus lecturas, como se observan, no son profundas. Y partiendo de esa premisa se hace complicado que puedan resolver problemas como la deriva catalana o el encaje del País Valenciano, por ejemplo, ya que tienen un conocimiento mínimo. Muchos políticos dicen leer mucho, pero como se ve son lecturas “banales”, “blandas”, “líquidas”, de poca profundidad. No se les pide que sean expertos, pero un mínimo de rigor sí. De esta forma un García Margallo parece casi un Diógenes del Partido Popular, con su candil buscando en Génova alguien con cultura.

Y, en segundo lugar, demuestra el escaso conocimiento que se tiene del rival político. Mira que recomendarle a un historiador un libro de divulgación. ¡Por favor! Se necesita un poco más de seriedad en el Parlamento. Este es el nivel de la dirigencia del Partido Popular. Saben de aparato de partido, de cómo mentir en un juzgado, de cómo proteger a los compañeros corruptos, de mentir a la población española, pero sin más nivel intelectual que ese. Salvo contadas excepciones, estos chicos y chicas son los que piensan en sustituir a Mariano Rajoy y sus amigos y gobernar España. No es necesario que sean intelectuales, pero al menos sí prudentes. Y si “fardan” de lecturas que sean un poco más profundas y abiertas. Y aunque les parezca extraño a los conservadores, hay otros autores que también escriben sobre España, lo que pasa es que no es la España Imperial, grande y libre que les gusta a ellos y ellas.

Andrea la revolucionaria

Pero lo que sí ha tenido más eco y más risas, han sido las declaraciones de Andrea Levy afirmando que La casa de Bernarda Alba de García Lorca le provocó ser “reivindicativa y revolucionaria”. La verdad es que Levy siempre hace publicidad de sus lecturas pero se empieza a dudar de que las comprenda. No es que la susodicha obra no sea una reivindicación de la mujer, además en unos años muy machistas, pero de ahí a transformar a alguien en revolucionaria va un paso largo. Aunque, nunca se sabe, la mente humana genera proyecciones irracionales que no se entienden en muchas ocasiones.

Lo de reivindicativa se podría entender, además, en el sentido de lucha por los derechos de la mujer en un partido conservador. Aunque tampoco es que se la escuche mucho hablar de ello en el seno del PP. Hasta ahí comprensible. Pero ¿revolucionaria? Si hubiese leído El hombre rebelde de Albert Camus hubiese salido disparada como una Madeleine patria y envuelta en la bandera de España corriendo por la plaza de Sant Jordi. Pobre Puigdemont. Sin embargo, estando en el partido más conservador de Europa, casi a la altura del Frente Nacional, lo de revolución encaja poco. Hayek ya no vale como revolucionario hoy en día, ni Thatcher, ni Reagan. Esos tuvieron su momento que ha desembocado en el sistema que tenemos actualmente, pero ya no hay aspectos revolucionarios en el PP, más bien se observan actitudes involucionistas.

 

A pesar de que afirmen en un tuit que son revolucionarios porque generan empleo, que hay que tener menos de dos dedos de frente para intentar hacer colar eso, no lo son. Empleo genera cualquier sistema económico. Empleo en sí. Pero las políticas del PP no han generado liberar al ser humano de la explotación laboral, al contrario, han precarizado su situación y nivel de explotación. Por tanto, se ha involucionado, como suele suceder cuando gobiernan partidos reaccionarios. Y no digamos ya en materia social o ética. No hay revolución por ninguna parte, sino conservadurismo, patrimonialismo y reacción.

Lo que hace libre al ser humano no es el trabajo, ni el empleo, sino ser realmente libre. Eso sí que sería revolucionario.

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