Según consta en el registro y la notaría Alianza Popular obtuvo su forma jurídica el 10 de octubre de 1976. Por tanto hoy en día se celebrarían los 41 años de la creación de Alianza Popular-Partido Popular. Es de suponer que quieren ligar las primeras elecciones tras el franquismo y esta celebración donde las menciones hacia Alianza Popular no es que sean pródigas. Aunque sean el lobo, aún les cuesta enseñar la patita. El caso es que, año arriba, año abajo, Alianza Popular se fundó como la continuación del llamado franquismo sociológico. Esperaban aquellas gentes que todos los franquistas de España les apoyasen a ellos por ser la continuación de “legado” del dictador.
La portada de nuestro periódico en aquellos años, y que ilustra este artículo, es clara y definitoria “Neofranquistas entusiasmados celebraron su primer congreso”, con una imagen de Manuel Fraga, ese hombre al que le cabía todo el Estado en la cabeza (Alfonso Guerra dixit), y un subtítulo donde dejaba a las claras la inspiración del susodicho partido “Gritos de ‘Franco, Franco, Franco’ de 3.000 fervorosos congresistas”. Los siete magníficos no escondían sus preferencias, ni su origen dictatorial. Gonzalo Fernández de la Mora, Licinio de la Fuente, Laureano López Rodó, Cruz Martínez Esteruelas, Federico Silva Muñoz, Carlos Arias Navarro y Manuel Fraga, junto a Enrique Thomas de Carranza o Gregorio López Bravo, conformaban el partido del franquismo en el periodo que iba a venir. También había, y muchos, franquistas en la UCD, pero al menos se escondían, no como los aquí reunidos.
¿Qué tenían todos en común? Haber sido ministros y altísimos dirigentes franquistas. Con mando en plaza que se suele decir. Todos habían mamado en las fuentes del franquismo y se habían beneficiado de la implacable dictadura para ser alguien en la vida. Es cierto, que algunos como López Rodó ya lo tenía hecho por ser del Opus Dei, mas lo que les unía era mantener vivo el legado del dictador, sin renunciar a las masacres, ni las palizas, ni la falta de libertad. ¡Si presentaron al carnicerito de Málaga para senador!
No hay más que leer lo que se proponía en aquellas fechas congresuales. “Rechazamos toda ruptura y exigimos respeto para la obra de un pueblo de casi medio siglo” decían en sus principios fundacionales. Querían preservar, reiteramos, el legado de Franco, al que disfrazaban de pueblo, en utilización retórica populista. Pero aún hay más. Su talante democrático, o al menos ese del que sus herederos intentan vanagloriarse, era tal que pedían la limitación de los partidos que se podían presentar: “Nos oponemos a la legalización de los grupos comunistas o separatistas”. Es decir, el terror rojo y la amenaza independentista. Vamos como ahora si cambiamos Comunistas por Podemos y… No, con los independentistas siguen igual.
Ahora que celebran los conservadores españoles, intentando engañar a la ciudadanía española una vez más, la Constitución, hay que recordar que Alianza Popular postulaba seguir con las leyes franquistas: “Nos oponemos a que se abra un proceso constituyente”. El legado dictatorial querían que sirviese para seguir gobernando. ¡Bastante habían tragado con la Ley para la Reforma Política! De hecho, durante la votación de la Constitución en el Pleno del Congreso de los Diputados, Gonzalo Fernández de la Mora y Federico Silva Muñoz se abstuvieron. Y Gonzalo López Bravo no acudió a votar. Eran pocos, porque el franquismo aperturista se fue con Suárez, y parió la abuela, en este caso los abuelos. Claro, que fueron los únicos consecuentes con los postulados del propio partido que se negaba al proceso constituyente.
Ni Jorge Verstrynge consiguió, como hemos contado en estas mismas páginas, encauzar la situación. Y más cuando al otro lado estaba Felipe González en su momento álgido de poder y de atracción electoral. Por eso, pese a que UCD despareció fruto de las puñaladas que se dieron dentro, Alianza Popular no creía. Y llegaron al ridículo de Antonio Hernández Mancha, que tenía buenas intenciones, pero no podía con un partido lleno de franquistas y al que llegaban más de la descomposición de UCD.
En esto llegó el cambio de nombre y la aparición de José María Aznar, el cual, había llegado al poder en Castilla y león utilizando las mismas artes que ilustran ahora al PP, la mentira, la difamación y el uso de lo público para fines partidistas. Decidieron llamarse, en un acto de refundación, Partido Popular. Tomaron prestado el nombre, que estaba en desuso, del partido de otros dos franquistas como José María de Areilza y Pío Cabanillas, que ya estaban apoyándoles desde sus filas. Así, con el cambio de nombre y mandando a Fraga a Galicia parecía que se limpiaba la imagen franquista de Alianza Popular y se entraba en la época del liberalismo conservador. ¡Pues eligieron a un joseantoniano como jefe del partido!
Ya hemos comentado en estas mismas páginas las diatribas poco democráticas de Aznar al comienzo de la Transición, lo poco que le gustaba la Constitución o la pérdida de valores católico que implicaba. Él que caso a su hija en El Escorial, lugar de la España imperial por excelencia, eso sí, a cargo del erario público, como manda la doctrina de su partido y los señores de la Gürtel. El caso es que, mediante una alianza como medios de comunicación, con otros partidos y una evidencia real, logró quitarse de en medio a González y llegó al poder dispuesto a seguir las recetas liberales del capitalismo de amiguetes. En otros planos se seguiría el patrón del franquismo sociológico. Regaló a amigos bancos y empresas públicas, se llevó por delante a buena parte del capitalismo de Neguri, ya que molestaba tener ricos vascos no españolistas, e impuso la doctrina imperial de otrora en política internacional. Quería que España fuese alguien en el panorama internacional mediante la utilización de los “nuevos” Tercios de Flandes.
Se sometió al poder de la fuerza imperial, su amigo George W. Bush, y se lanzó a la conquista del petróleo donde hiciese falta. Con la Libia de Gadafi, la Venezuela de Hugo Chávez o en la guerra de Irak. Entremedias tuvo una visión, aunque en su caso suele tener muchas, y se autoproclamó como heredero de la Tercera Vía de Tony Blair en España, o del Neue Mitte alemán. Y proclamó a los vientos que el Partido Popular era el centro progresista en España. Al mismo tiempo, los herederos del franquismo de Alianza Popular estaban metiendo la mano en la caja para pagarse sobresueldos, financiar al partido o llevárselo tranquilamente a su casa. El dinero de todos los españoles en los bolsillos de los conservadores.
También, curiosamente, desde el PP y bajo gobiernos de Aznar se protegió a la Fundación Francisco Franco. Tal y como hacen en la actualidad con el Pazo de Meirás o el Valle de los Caídos. La celebración por parte del Ejército “constitucional” del 18 de julio parece que no importa, tal y como afirma Maria Dolores Cospedal. Y los que quieren sacar sus muertos de las cunetas son unos “aprovechados en busca de subvenciones” como dice displicentemente Rafael Hernando, el actual portavoz. Seguramente en el PP haya gente que rechaza el franquismo en sí, pero la gran mayoría sigue influenciada por el franquismo sociológico. Ese mismo que rechaza los matrimonios de personas del mismo sexo, que tapa a los curas pederastas, que quiere imponer la religión católica en la educación mediante los conciertos educativos, que protege al Opus Dei.
Y, cómo no olvidar, es el partido del Capital en España. Siempre, pase lo que pase, están al servicio de los señores del dinero. Que el banco de Santander va a sufrir por el Brexit, pues incautamos al Popular y se lo regalamos por un euro y le pagamos los EREs. Que Florentino Pérez necesita cash, pues le arreglamos unos cuantos contratos cerrados en los que sólo la empresa saque beneficios. Que los grupos sanitarios privados no avanzan en España por culpa de la Sanidad Pública, pues hacemos conciertos, que se resolverían si ese mismo dinero se lo diésemos a lo público, para que ganen dinero. Y a cambio, pues unos donativos para el partido y que sus gentes ganen mucho dinero no está mal.
Por mucho que digan que son demócratas de toda la vida y que se preocupan por el pueblo español, no hay que creerles. Siguen sus dirigentes, y buena parte de sus afiliados, siendo ese franquismo sociológico que fueron recogiendo poco a poco. Como Adolfo Suárez molestaba, pues se le ofrece ser duque y que el Juan Carlos de Borbón, a cambio de taparle las vergüenzas el PP y dejar la conspiración republicana, le obligue a dejarlo. Además, le prometieron una buena carrera política a su hijo. Y para eso lo primero que hacen en encerrarle en una plaza manchega con un morlaco de cuernos astifinos (José Bono). Aznar engañando a las personas como suele hacer.
Siguen pensando que España es suya y que sólo ellos pueden gobernarla. Cuando gobierna cualquier otro todo es malo y terrible. Y, los casos aislados de corrupción, no son más que el pago por los servicios prestados. Que un alcalde de una ciudad como Roquetas de Mar pasa de estar embargado a tener una fortuna de 2.000 millones es pura casualidad y saber hacer negocios. Lo malo es que esos dineros salen de las arcas públicas. No han conseguido quitarse el franquismo sociológico de encima, por mucho que nos presenten a dirigentes postmodernos. Al final, acaban sacando el pelo de la estepa franquista. Pero se saben vender.