A estas alturas no poca gente somos conscientes de que la situación catalana está llegando a un punto de colapso, de no retorno. Una escalada en la agresividad que hace ya casi inaudible ningún planteamiento mínimamente sensato.
Ayer Pedro Sánchez hablaba de mesura (Pedro Sánchez defiende el diálogo de todos frente a bloques) Y estoy muy de acuerdo. Desde el PSOE se hace un llamamiento al diálogo, a la escucha activa, a los pactos y compromisos. No veo otra solución.
Hemos llegado a este punto por la enorme irresponsabilidad del Partido Popular, quien desde el primer momento, allá por tiempos de Zapatero, de Maragall, se empleó a fondo para tumbar el estatuto de Cataluña haciéndose valer de todas las herramientas a su alcance (esto es, el Tribunal Constitucional) y removiendo a los que tanto gusta ondear banderas de España y darse golpes de pecho por la unidad. Eso, sin duda, mantiene contento a gran parte del electorado del Partido Popular, pues hay que recordar que la extrema derecha de este país (salvo contadas excepciones) se aglutina dentro de esta formación política. Y, por lo tanto, los vítores de «¡España, una!, ¡España, grande!, ¡España, libre!» avivan el color azul de los genoveses. Ya lo dijo Mariano, cuanto peor, mejor. Calentar la situación le sale a cuenta: porque así no se pone el foco en sus corruptelas, ni en sus destrozos al Estado de Bienestar y de Derecho; y porque con la sonata de la unidad de la patria, tiene a todos sus correligionarios entretenidos y contentos. El enemigo común une más que el cemento.
Más de lo mismo sucede a los votantes del PdCat, antigua CIU: contentos y fervientes vitorean contra el Estado Español. Y a esto es fácil unirse y así podemos ver esa amalgama de partidos con ideologías bien diferentes unidos en la misma causa. Nada mejor que un enemigo común. Unir fuerzas en torno a la idea soberanista es una jugada que permite maquillar a la derecha catalana, también corrupta, también tramposa. Que, en definitiva, ha ido siempre de la mano de la corrupción española y que justamente ahora descubre sus sentimientos independentistas. Nunca antes los tuvo, y de hecho, como ya se ha recordado estos días a raíz de la brillante entrevista de Jordi Évole a Puigdemont, éste no fue capaz de apoyar la autodeterminación del pueblo saharaui ni del kurdo. Es más, ni siquiera recordaba lo que había votado cuando se presentó una resolución al respecto en el parlamento catalán. Esa es la contundencia de sus principios.
El enemigo común une más que el cemento
Así las cosas, tenemos un tremendo lodazal, creado por la corrupción y los destrozos que tanto la derecha española como la catalana nos han dejado al pueblo. Y a ambos lados, bordeando el enorme lago de mierda, se encuentran los unos y los otros tirando de una cuerda para ver quién tiene más fuerza. Ellos no se manchan, pero nos tienen a todos con el barro al cuello.
Unos aprueban leyes, los otros van corriendo al Tribunal Constitucional (ese tribunal que tiene jueces elegidos por los partidos políticos y que recientemente, gracias a una modificación en la ley que regula su funcionamiento, él se lo guisa y él se lo come, pues puede poner sanciones y hacerlas cumplir, algo inaudito en el resto de Estados de Derecho); los otros contestan con más leyes, páginas web, manifestaciones; aquéllos envían tropas, detienen a gente, cierran imprentas, inspeccionan periódicos… y así van aumentando la violencia. Me recuerda al pasaje tan divertido del libro de Fernando Savater, «Ética para Amador», donde nos relata la conversación entre un aprendiz de aviación y su maestro. El profesor de vuelo le pregunta: “Va usted en un avión, se declara una tormenta y le inutiliza a usted el motor. ¿Qué debe hacer?” Y el estudiante le contesta “Seguiré con el otro motor”. “bueno -dijo el profesor -, pero llega otra tormenta y le deja sin ese motor. ¿Cómo se las arregla entonces?” “Pues continuo con otro motor.” “vamos a ver- se mosquea el profesor -, ¿Se puede saber de donde saca usted tantos motores?” Y el alumno, impermutable: “Del mismo sitio del que saca usted tantas tormentas.”
Mientras tanto, el Señor Sanchez, observa, casi no habla. Y cuando aparece, se posiciona junto a Rajoy, que le ha pedido que se sume a la defensa del Estado (pero dice que no le parece bien esa división entre «constitucionalistas» y «no constitucionalistas», pues todos los partidos que están presentes en el Congreso, lo son). Y se hace la foto. Y al mismo tiempo, también se acerca a Podemos, que están reclamando una alternativa a esta situación para hacer efectivo el diálogo y plantean una moción de censura. Pero Sánchez dice que no, que no quiere bandos, que quiere que todos se sienten a dialogar y a llegar a acuerdos, después del 1 de octubre.
El principal problema que tenemos en este país, también en la cuestión de Cataluña, es el Partido Popular
Efectivamente, si vamos a esperar al 1 de octubre, después no va a quedar más remedio que sentarse a hablar. O eso, o el Partido Popular es capaz de meter a media Cataluña entre rejas, freírles a multas y seguir sacando tormentas de donde sea.
Sin embargo, a mi la posición del PSOE me entristece, me decepciona y me parece tan floja que no puedo comprender cómo pretende autodenominarse «la izquierda». Y es que parece no tener claro que el principal problema que tenemos en este país, también en la cuestión de Cataluña, es el Partido Popular. Y que para poder desfacer este entuerto, es imprescindible sacarle de las instituciones. También al PdCat en Cataluña. Han demostrado ser dos pirómanos que solamente saben echar más gasolina al incendio, que igualmente, han generado.
Sánchez debería conformar una mayoría que plantease una moción de censura a Rajoy. Iceta debería plantear exactamente lo mismo en Cataluña. Pero no uniéndose a Ciudadanos, ni tratando de hacer guiños de ningún tipo a la derecha. Sino todo lo contrario. Arrinconando a quienes hicieron posible que estos pirómanos llegasen a las instituciones, en España; y atendiendo los reclamos de los Comunes, y de ERC en Cataluña. Conseguir el máximo de apoyos posible pero estableciendo una hoja de ruta para la recuperación de los derechos y libertades que han sido arrebatados.
Un acuerdo por el cual, el PSOE, con el apoyo de la izquierda catalana, consiguiese reubicar al Gobierno de España en un marco democrático, dotar de nuevo de valor el diálogo y a la política. Igualmente en Cataluña. Abordar esta cuestión como un todo, porque no es un hecho aislado el fiasco que tenemos en Cataluña, sino parte de un colapso más general que aborda todo lo imaginable: Servicios, Derechos, Libertades, Garantías que han sido literalmente trituradas por los populares.
Dejemos ya las medias tintas, pues la política requiere de posicionamientos claros; de pedagogía para explicarlos, valentía para liderarlos y sin lugar a dudas, un compromiso con los valores y principios que se dice defender.
Una última nota, para el Señor Sánchez: no se deje engañar cuando le invocan en nombre del Estado. Los que le llaman para hacerse la foto no lo respetan, lo han vilipendiado, asediado, pisoteado y destrozado. Los gobernantes del Partido Popular no respetan nada, ni siquiera el Estado: lo han esquilmado para llenarse sus bolsillos, y ahora le llaman a usted con esa treta, simplemente para aparecer acompañados en la foto. Ya sabe, las tormentas, y los motores. No se deje usted engañar.