Se la ha criticado, a veces de forma injusta, dentro del PSOE por tener un pensamiento distinto respecto a cómo debería ser la organización interna del partido. Algo completamente legítimo. Pero, en las últimas fechas, Susana Díaz parece mucho más un verso suelto que sigue en una batalla que hace tiempo que terminó. Su posicionamiento, sin ningún tipo de fractura con las tesis defendidas por PP y Ciudadanos para la solución del conflicto catalán y lejos de lo defendido por la gran mayoría del PSOE, hace daño al propio partido. Por ganarse unas alabanzas de la derecha mediática y que la saquen en la portada del ABC de Sevilla, deja a personas como Miquel Iceta a los pies de la derecha catalana. Que no hay que olvidar que es, posiblemente, la más extrema y menos social. ¡Que ya es decir!
La firma en el parlamento andaluz de la moción de Ciudadanos, muy falangista ella, para apoyar sin fisuras al gobierno estatal podía tener un pase. Se podía entender como una obligación con los socios de gobierno y con el fin de aliviar la negociación de los presupuestos andaluces. Pues al otro lado del hemiciclo Podemos se sitúa en un radicalismo contra el PSOE que supera con mucho lo que sucede en el resto de España. Se podía comprender y desde la Ejecutiva Federal así lo han entendido. Pero sus declaraciones en los últimos días sobraban. Nadie necesitaba escucharla en un conflicto estatal y cuya agenda la marcan desde Ferraz, no desde San Telmo.
¿Por qué tenía que salir a hacer de cortesana con Felipe de Borbón cuando el PSOE ya había oficializado su postura? Ningún otro de los presidentes autonómicos o dirigentes regionales, salvo los catalanes (que por circunstancias quedan habilitados), ha hablado en estos días. Ni para alabar al jefe del Estado, ni para decir algo distinto a lo que se dice desde la Ejecutiva Federal. No son cortesanos de la Zarzuela, ni siguen una guerra que hace tiempo se perdió. Por ejemplo, Emiliano García Page ha manifestado que “es tiempo de entendimiento y serenidad, con respeto a la Constitución y la legalidad, sin ningún tipo de ambigüedades”. Estas palabras las firmaría el 90% de la Ejecutiva Federal (el otro 10% es que siempre hay gente para todo). Díaz, al contrario, tenía que alabar de forma cortesana, pues ella es la condesa-duquesa de San Telmo, a Felipe de Borbón. No podía estar callada. Ya que ni le da ni le ¿quita votos?
Parece que quiere oficializar su postura como la oficial del PSOE andaluz. Sólo hace falta recordar a Mario Jiménez y el golpe mediático que le profirió la senadora Maribel Mora en televisión sobre el entendimiento y la fraternidad en estos momentos. Mientras desde el PSOE se atacaba, en boca de Ábalos, por ejemplo, la actitud que ha venido teniendo el PP en este conflicto y la que sigue teniendo, Díaz sale apoyando con todas sus fuerzas al gobierno. Mientras el PSC pide la dimisión de Puigdemont y de Rajoy, Díaz parece reforzar el liderazgo del presidente de un partido corrupto. Mientras el PSOE está intentando que las aguas no se salgan más del cauce, Díaz parece querer que el río arrase con todo. Y no vale con decir que allí, en Cataluña, viven muchos andaluces, porque eso sería tan nacionalista como lo de Puigdemont. En Cataluña viven españoles y españolas de muchas regiones de España.
Es curioso cómo, desde hace unos meses, Susana Díaz y su gobierno llevan pidiendo una nueva forma de financiación. Ximo Puig también lo viene haciendo en las últimas fechas. La diferencia es que Puig entiende que, después del diálogo dentro de la ley, la nueva transformación del Estado español debe llevar a un nuevo modelo de financiación y de territorialización. De nuevas o distintas competencias para todas las regiones y pueblos que componen España. Díaz se queda en el ¿qué hay de lo mío? Parece estar poco o nada interesada en la España federal (que ella votó en la Declaración de Granada) y plurinacional. Prefiere el regionalismo de pandereta antes que la afirmación del orgullo regional sumado a ser español o española. Aunque no le guste, la realidad indica que hay muchas personas que no se sienten tan españolas como ella.
Pero lo peor de todo no es que quiera ser la salsa de todas las comidas, que es un defecto político hasta comprensible pues le ocurre lo mismo a personas como Albert Rivera o Cristina Cifuentes, sino que ha actuado con deslealtad respecto a la Ejecutiva Federal. Desde la dirección del partido se tiene contacto continuado con todos los dirigentes regionales y, en especial, con los presidentes y presidentas de comunidades autónomas. Se les transmite la opinión consensuada de la Ejecutiva y se recibe el pensamiento de cada uno de los contactados y contactadas. Se intenta que exista retroalimentación. Y esto le da igual a Díaz.
¿Acaso piensan que no hay miembros en la ejecutiva que piensan distinto o en los poderes regionales? Claro que hay diferencias de matiz, pero todos cumplen con su responsabilidad partidista de no salirse del guión marcado, se piense que aciertan o no, por los máximos responsables. Ya habrá tiempo de criticar o alabar cuando pase el conflicto. La prudencia aconseja que en el momento crítico se apoye a quien tiene la responsabilidad principal, intentar no caldear el ambiente o abrir nuestras escisiones. Es tradición en el PSOE, esa que tanto le gusta a Díaz, ser piña en ciertos momentos y dejar las críticas para cuando toque. Y ahora no toca. El error catalán de Díaz no ha sentado bien en el seno del PSOE, o del PSOE más allá de Despeñaperros, porque no era el momento. Y no sólo entre la dirigencia, sino incluso entre las bases que apoyaron a la presidenta andaluza.
Claro que después de escuchar a Alfonso Guerra pedir la intervención del ejército en Cataluña, lo de Díaz puede parecer algo menor. Pero habría que recordarle a Guerra que lo que existe es un golpe al Estado, no golpe de Estado. Que son cosas distintas. O ¿no se acuerda de Tejero?