Decía Karl Marx que el “ejecutivo del Estado moderno no es más que un comité para gestionar los asuntos comunes de toda la burguesía”. Y así ha venido siendo en España durante los últimos años. Si hacía falta salvar al sector financiero se sacaba el dinero de la hucha de las pensiones de los y las trabajadoras (para comprar bonos de deuda) y se entregaba a la banca 60.000 millones de euros que no se recuperarán. Si hace falta salvar a las grandes empresas, pues se le dan 2.600 millones a Florentino Pérez. Eso sin recordar toda la legislación laboral puesta al servicio de la coalición dominante.
Sin embargo, en el conflicto catalán ha ocurrido algo singular dentro de los movimientos típicos del bloque en el poder, ha tenido que ser la clase capitalista la que haya salido en defensa de sus representantes en el gobierno. Normalmente lo hacen controlando medios de comunicación y opinantes de todo color o financiando las campañas electorales (legal o ilegalmente). Y cuando han tenido dudas del partido de su clase social, han potenciado otro partido que los defienda mejor. Como en el caso de Ciudadanos que ha contado con el apoyo hasta de los Estados Unidos y el lobby judío.
En el caso del conflicto catalán no les ha quedado más remedio que actuar directamente, no por persona interpuesta. Han decidido mover las residencias de sus empresas a otras partes de España para salvaguardar sus intereses. No lo han hecho por una cuestión de patriotismo o algo por el estilo. No. El capital no tiene bandera más que la del dinero. O ¿es que los procesos de deslocalización que se llevan viviendo desde, como poco, los años 1980s han sido patrióticos? Para nada. Todo ha sido en busca de sus propios intereses particulares. Empero, esta vez, ese movimiento le beneficia en parte a Mariano Rajoy.
La táctica marianista, que tan bien ilustra el profesor Antón Losada, de no hacer nada para que acaben siendo los demás los que le arreglen el entuerto, podría volver a causar un efecto positivo. Hasta el momento se había dejado llevar por el grupo de halcones de su consejo de ministros (los sorayistas) y el fracaso apuntaba a su frente. Se pudo votar en el 80% de Cataluña, la imagen de las fuerzas de seguridad del Estado han quedado dañadas, la fractura social la están intentando arreglar asociaciones de muy dudosa tendencia (pero sociedad civil al fin y al cabo) y hubo de salir en televisión a transmitir el mensaje de su partido el jefe del Estado, Felipe de Borbón.
Todo el capitalismo patrio ha salido en defensa de la “Unidad de España”, algunos como el grupo PRISA para sus inquietantes cuentas más próximas a la quiebra, pero con todo su arsenal de dinosaurios socialistas. Sospechan en Ferraz algunos que arengados por Susana Díaz, pero desconocen que ha sido por poderes mucho más potentes. Los señores del dinero, los capitalistas, los que mandan de verdad han sido los instigadores en la sombra de ese arrebato patriótico y de defensa religiosa de la Constitución. Y cuando se habla de dinero de verdad, de la verdadera coalición dominante ¿quién puede estar detrás? Díaz no, es sólo un peón. Ese mismo que ustedes piensan. El del gato negro y blanco.
Aun así, intentando que el PSOE le hiciese el trabajo sucio a Rajoy, el Capital ha tenido que mover ficha directamente. Esto va a suponer la muerte del presidente del gobierno, no ahora, pero pronto. Porque tener que utilizar su propio poder, que en buena parte quieren mantener oculto siempre, no es del agrado de los que mandan. El poder es feo siempre y por eso la utilización de personas interpuestas o los partidos políticos afines es cómodo para ellos. Al fin y al cabo, el capitalismo funciona igualmente con dictaduras como ha demostrado China o la Alemania nazi. Salvarán a Rajoy esta vez, porque estaban salvándose ellos mismos. Porque sabían que este movimiento sería el corte en la yugular del partido de la burguesía catalana. Claro que como ha dicho Borrell, quien también ha echado una mano al Capital, ¿por qué no lo hicieron antes? Porque Rajoy y Soraya Sáenz de Santamaría han engañado a todos.
Las dudas comienzan a situarse en el interior del PDeCAT, al fin y al cabo son el partido burgués catalán. Y si reculasen, ERC tampoco lo vería mal porque tendría sobre quien volcar todas las culpas, los traidores del capital catalán. Esto es Puigdemont y sus corifeos. Por tanto, con un solo movimiento se cae el intento independentista de secesión. Les queda proclamar la República catalana en el Parlament, pero después del duro golpe perpetrado por quienes tienen de verdad el poder, esa opción pierde fuelle. No es imposible porque de perdidos al río. Pero las dudas y las presiones ya están en el lado secesionista, no en el lado del gobierno.
Algo de esto debía conocer Pedro Sánchez para mantener su estrategia de esperar al momento concreto en el que el PSOE será fundamental, la supuración de la herida social. Hasta ese momento moverse a favor del gobierno o de Podemos era una estrategia fallida. El PSOE tiene su camino, guste o no, que tendrá fuerza el día después. Porque antes no tiene capacidad real de poder hacerlo. Que el Capital salve de momento a Rajoy y luego ya se verá. Porque las barbas de Rajoy han sido puestas en remojo. Seguramente sacrifique, como búsqueda del perdón, alguna cabeza como la vicepresidencia, pero sabe que hoy para él ya es ayer.
Todo el mundo haciendo arengas en favor de X o Y cuando la solución era mucho más sencilla. Dentro de una democracia liberal quien tiene el poder es el Capital. Y en esta ocasión lo han ejercido. Ahora bien ¿qué pedirán a cambio? No sólo cabezas sino ventajas económicas (como no podía ser de otra forma). El PSOE no haciendo seguidismo como quería Felipe González queda limpio de polvo y paja en ese sentido. Rajoy y Rivera ahora son aún más presos de sus señores. El problema es que al capitalista lo que pase después de fracasar el secesionismo le da igual. Es más, una sociedad revuelta hasta le podría convenir económicamente en Cataluña y el resto de España. Por eso es fundamental el post-conflicto político.