La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, más conocida como la Emperatriz de la Ambigüedad (Borrell dixit), rememorando al Emperador del Paralelo Alejandro Lerroux, de quien recupera el populismo y la demagogia como arte político, ha decidido romper el pacto de gobierno municipal con el PSC. Según sus propias palabras ha sido por una cuestión democrática. Así lo han decidido las bases de su proyecto político. Pero estas mismas palabras encierran una paradoja doble: quien decide preguntarles es ella (no surge de un planteamiento de base); el argumento, por llamarlo de alguna manera, es lejano a la gestión municipal. Entonces ¿por qué romper el acuerdo? ¿Se está acercando a los independentistas? ¿Es puro electoralismo?
Lo primero que hay que afirmar es que para gran parte de los que componen el proyecto político de Catalunya en Comú, como sucede con otras plataformas electorales y el propio Podemos, el principal enemigo es el PSOE. El PP es tan sólo un adversario político que representa la derecha rancia. O si lo prefieren un antagonista necesario. Sin embargo, el PSC (PSOE para el resto de España) es el enemigo al que desean ver destruido y aniquilado (políticamente se entiende). Ese espacio que ocupa el PSOE en la sociedad española es una usurpación. Y esto no es de nuevas, es algo que piensan muchos desde la transición. Pero en el caso de Colau se eleva un tanto más por no seguir la ruta del catalanismo confederal.
Porque Colau, no se engañen, y ella lo ha reconocido, lo que quiere es una Cataluña independiente pero vinculada a España mediante un pacto confederal. Esto es, servirse de lo bueno que pueda aportarles ser de España (flujo económico, UE, relaciones exteriores), pero no ir más allá. No es una relación “ganar-ganar”, sino “gano-me da lo mismo que ellos pierdan”. Xavier Domènech también lo ha reconocido en escritos y entrevistas. Por eso odian lo que representa el PSC, ese catalanismo progresista que entiende Cataluña como federada a España, mediante una soberanía compartida (o doble soberanía). Eso les molesta porque les quita votos, presencia mediática y no les permite ser la “verdadera izquierda catalana”. No es extraño, entonces, que llamen traidores a los socialistas catalanes (ni a dirigentes comunistas como Paco Frutos).
No es por cuestiones municipales
Lo curioso de la postura de Colau es que ahora está en manos de la derecha catalana (la casta del 3%) o de independentistas que se dicen socialdemócratas (ERC). Este viaje lo hace con gusto porque, salvo muestra en sentido contrario, la algarabía alrededor del independentismo le proporciona beneficios personales. Unos sociales, como ser considerada “una de los nuestros”, lo que en tiempos de conflicto ayuda y mucho para dar charlas (cobrando), publicar libros (cobrando), sentirse querida, ser encumbrada como “condesa de la independencia”… Esto es rellenar el ego personal, que en el caso de Colau parece ser enorme. Porque, ya se ha dicho, le gustan el micrófono y las fotos más que gestionar su ciudad.
Y esto de la gestión es importante porque es donde hay fundamentos democráticos. Rompe con el PSC porque han apoyado (junto al PSOE) la aplicación del artículo 155. No han querido dialogar para solventar el conflicto. Esos son sus argumentos, o más bien excusas porque el diálogo es bilateral (al menos) y en este caso no había diálogo posible. “Carles, Oriol ¿dialogamos sobre el encaje de Cataluña en España? NO. Sólo lo que tenga que ver con Independencia”. Ahí se acaba todo el diálogo. Por tanto, Colau miente. No ha habido una vía de diálogo. Sino una vía de un solo argumento. Y eso que, a diferencia de Colau que se ha rendido a los secesionistas, Iceta y otros destacados miembros del PSOE intentaron que no se produjese la aplicación del 155. En el PSC sí han dialogado, mal que le pese a Colau (no pudo estar en esas fotos).
La negación de la política de Colau
Por tanto, si el falso argumento es la aplicación del 155 ¿para qué sirve gestionar un municipio? Porque lo curioso del caso es que, según las encuestas, la gestión de Barcelona ha mejorado desde la entrada del PSC en el Gobierno. Se han parado las contrataciones de familiares y se gestiona un poco mejor. Un poco. ¿Han fallado en la gestión las gentes del PSC? No. ¿Han sido desleales en las gestión? No. Han sido desleales a los deseos personales y privativos de la alcaldesa. Para Colau, dentro de un pensamiento totalitario y muy anclado en los tiempos del Comité Central, quien no se pliegue a su voluntad, sea esta la que sea, es desleal. No respecto a la gestión municipal, sino respecto a su visión del mundo y de Cataluña. Y esto no es democrático. No hay pluralidad de opiniones.
A esto podríamos añadir que la consulta fue propuesta por ella misma para legitimar su deseo de romper con el PSC. Y lo ha ganado por poco, lo que le debería servir de aviso. Iceta ha sido listo pidiendo el voto a ese 45% que no quería romper el acuerdo de gobierno. No es una cuestión democrática en sí, sino un modo plebiscitario (como hacía Bonaparte) de justificar los propios actos y deseos. Si no hubiese preguntado, las bases no habrían pedido la ruptura seguramente. Por ella es la que impulsa todo, no surge de una petición formal de las bases. Es ella la que, dentro de su egolatría, se lanza a una aventura que le gusta más a ella. Lo “indepe” le pone porque le soban el lomo y la sacan en las fotos. La política como teatro y vacía de contenido.
Porque, como pasa en muchas ocasiones con Podemos, el argumento no existe sólo la impostura. El debate, que es lo democrático, no ha existido en el caso de Colau. La reflexividad tampoco. ¿Dónde queda su sentido democrático? En responder sí o no a lo que ella decida. Realmente ¿cuál es el argumento de peso para romper un pacto municipal? Algo exterior a lo municipal, pero interior respecto a la alcaldesa. La política como debate y reflexión, como constituyente de la democracia, no existe en Colau. No hay debate. Es “conmigo o contra mí”. Lo trágico y teatral antes que la gestión y lo deliberativo.
No es sólo la Emperatriz de la ambigüedad, ahora ya no hay dudas de que se asocia al independentismo (¿Roures mediante?), su deseo de formar un tripartito ERC-CeC-CUP le hace salivar. Pero en situaciones de conflicto social no hay que fiarse demasiado de las encuestas y eso igual le hace darse de bruces con la realidad de sus propios votantes. Iban a cambiar Barcelona y de eso no se ha visto nada. Pero la alcaldesa sí que aparece en la televisión para hablar de cosas que no son de los barceloneses. La negación de la política y la sustitución por lo teatral, por lo “representativo”, por la nada en realidad.