El debate sobre el estado de la Comunidad andaluza debía haber versado en su totalidad sobre los problemas acuciantes que tiene Andalucía. Debía, si no fuese porque la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, sigue queriendo tener presencia a nivel nacional más allá de su responsabilidad institucional. No ha podido morderse la lengua y dejar de señalar cuestiones del ámbito estatal como el problema catalán y su significación institucional.
No había comenzado mal la presidenta al hablar de lo que ha venido haciendo su gobierno en este último año. Incluso se permitió reconocer que en el tema de la igualdad se había retrocedido. Que es intolerable lo que viene ocurriendo con los derechos de las mujeres. Claro que, anunciar como medida estrella, salvando los dineros destinados al Instituto Andaluza de la Mujer y algunas otras políticas públicas, el no conceder dinero público a los medios que tengan anuncios de contactos o de prostitución, algo que hacen todas las administraciones públicas, tampoco es un logro enorme. Ayuda, pero no es algo extraordinario.
También ha criticado Díaz al gobierno del PP por los incumplimientos en materia de inversiones, la “quiebra del principio de adicionalidad, las infraestructuras de agua, los trasvases, la financiación de los metros, el ferrocarril a Almería o el AVE a Granada, o el Corredor Mediterráneo”. Tres años llevan en Granada esperando un AVE que nunca llega y que está rodeado de algunas irregularidades infraestructurales. Claro que hablando del Corredor Mediterráneo, es paradójico que Díaz critique la falta de inversión, cuando en mayo de este mismo año, ni el Gobierno estatal, ni el Regional apostaban por él, sino por el eje Algeciras-Madrid-Francia. Ahora, tras la presión de empresarios y ciudadanía, se apuntan tanto el gobierno de Rajoy como el de Díaz.
El problema de la falta de financiación y su reforma, también ocupó parte del debate. Reclamó a los demás grupos parlamentarios que se consensue una posición común para luego defender frente al resto de comunidades y el gobierno. “La nivelación tiene que ser total, porque si no quedaremos en mala situación las comunidades con menos renta” ha manifestado con pesar la presidenta. Eso sí, ella está dispuesta, pese a quien le pese, a dar la batalla por Andalucía, “su Andalucía”.
Recupera Díaz la teoría del Partido Popular sobre la soberanía nacional
Desviando el tema hacia lo estatal
Donde ha decidido hacer más hincapié la presidenta andaluza es en las cuestiones estatales. Desviaba el foco de su gestión, algo que le han criticado desde los otros grupos parlamentarios, y así obtenía una difusión en los medios para ella y su visión de España. No puede evitarlo, como se ha venido comentando en estas páginas, y vuelve a intentar proyectarse hacia fuera de Andalucía para tapar sus fracasos políticos. Respecto a su gestión “Andalucía es mucha Andalucía”.
Como no, salió el tema territorial, todo ello trufado del andalucismo (su nueva ideología), para desviar la atención. Y todo ello porque quiere que “la comunidad juegue un papel activo y protagonista en el desarrollo de los grandes temas que afectan al país”. No puede evitarlo y quiere hablar de España. Desde la oposición dicen que es porque Andalucía está hecha una pena, ella porque nadie puede decidir por Andalucía. El derecho a decidir debe ser decidido por “el conjunto de los españoles” y no por los catalanes y su encaje (o no) en España. Recupera Díaz la teoría del Partido Popular sobre la soberanía nacional y que el referéndum sólo puede ser de toda la ciudadanía española.
Lo curioso es que, además, la culpa es de la oposición de Podemos e IU que apoyan una España plurinacional donde Andalucía no es considerada nación. Ya le contestó Teresa Rodríguez que precisamente eso fue lo que se decidió el 28-F con el referéndum de autonomía y lo que se inscribió en el Preámbulo del Estatuto de Autonomía. Andalucía es una nación. No es momento de comentar que ni unos, ni otras deben saber qué es una nación, y que todo el paripé del nacionalismo andaluz se debe a cuestiones que nada tienen que ver con la identidad diferenciada a la nación española, sino más bien a confirmarse por delante de otras regiones. Y todas estas cosas las dice quién afirmó que el PSOE no es nacionalista.
El caso es que la presidenta de la Junta, por si no fuese suficiente, ha abroncado a la oposición por ensuciar el nombre de Andalucía al hacer su labor de oposición. Y recordando a Lola Flores y su “si me queréis, machaos”, Susana Díaz ha espetado que las críticas a ella, no a Andalucía. Ella, sufriente y doliente como la Macarena, llevará encima las críticas pero que no toquen a “su Andalucía”. Populismo y demagogia de la más barata la que ha utilizado la presidenta. Y todo ello porque se ha enfadado con Pablo Iglesias que ha dicho que en España hay cuatro naciones (española, catalana, vasca y gallega). ¡Andalucía también es nación!
¿Por qué ese nacionalismo? Durante su intervención se aclara “¿Estamos de acuerdo en que cada Comunidad pueda decidir lo que le dé la gana?”, pues ello lleva a que igual que deciden que se rompa España a decidir “qué aportan y qué no al conjunto del Estado”. ¡Ahí está la clave! El dinero. No es diferente Susana Díaz a los independentistas catalanes, sólo les preocupa el dinero. Y si Díaz apuesta por fortalecer el andalucismo en esta época no es por una cuestión de identidad, sino de dinero para que ella pueda gestionarlo. Su nación está marcada por el símbolo del euro.
También surge otra paradoja, si Andalucía es una nación, ¿a ella qué más le da que se rompa España? Si no es española, sino andaluza. O eso de la nación es una táctica. Es curioso comparar sus palabras durante el transcurso de las intervenciones porque ella defendía “una España de ciudadanos libres e iguales. No quiero una España que enfrente territorios, ni que unos ciudadanos tengan más derechos que otros en función de donde vivan”. Y luego hace una defensa, contra Pablo Iglesias, de la nación andaluza y de su territorialidad. ¿En qué quedamos? ¿Sí o no a enfrentar territorios?
Eso sí, con estas palabras y debates consigue que la derecha patria la vea como la verdadera española del PSOE, no como ese traidor de Pedro Sánchez que juega a dos bandas. Consigue la portada del ABC de Sevilla, algo importante para los señoritos capitalinos, y que en las televisiones de ámbito estatal la saquen en el telediario. Sigue con la mirada puesta más allá de Despeñaperros. Y si bien es cierto que en una reordenación estatal todas las regiones deben tener los mismos derechos, no será por cuestiones identitarias, sino por mor de un pacto entre ciudadanos y ciudadanas. No entre naciones y territorios. Porque como dijo en su momento Emiliano García Page, con cierta sorna, “si se trata de sentimientos, esos los tenemos todos”.