En Torremolinos se han juntado los anteriormente conocidos como socialistas de Andalucía para festejar el 4 de diciembre. Fecha en la que hubo una enorme manifestación para solicitar que Andalucía fuese una autonomía de la “vía histórica”, no de las “otras”. Aquello se vivió como un acto de andalucismo y de nacionalismo andaluz, siguiendo a Blas Infante. Y lo de hoy es la transformación del socialismo andaluz en andalucismo o nacionalismo andaluz. Porque sí, por mucho que lo quieren esconder en el PSOE-A, es nacionalismo lo que defienden. Esa diferencia cultural y estructural que les hace ser distintos a los demás pueblos de España. El socialismo, como transformación de la sociedad, deja paso al andalucismo con tintes sociales. Como muchos nacionalismos, por cierto.
Susana Díaz, tan poco querida más allá de Jaén o de Córdoba, tiene la necesidad de darse un baño de masas de vez en cuando. Y no hay mejor bandera que la del andalucismo y el falseamiento de la historia de España. Porque no, por mucho que ella insista, la reclamación del pueblo andaluz en 1977 fue un “¿Qué hay de lo mío?” de la misma escala que lo que pudieron pedir Cataluña o País Vasco.
“La diferencia de los andaluces es que al dar ese paso adelante pidiendo igualdad, dignidad y libertad, le abrimos la puerta de la igualdad a todos los ciudadanos de este país [España]” ha bramado desde el atril Díaz. Pues es mentira. Un falseamiento de la historia reciente. Con esa manifestación, en la cual se intentaba recuperar el Estatuto de Andalucía aprobado en la República, se pedía otra vía para los andaluces. El resto de autonomías tuvieron que pasar el requisito de la vía larga de la Constitución. Eso sí, sin reconocer derechos históricos, ni nada por el estilo. Como si Asturias, Castilla nunca hubiesen sido históricas.
Eso sí, una nación que defiende la Constitución española como ha querido recordar José Rodríguez de la Borbolla: “Los andaluces somos la lealtad personificada a la Constitución. No le hemos hecho en Andalucía ni un roto, ni un descosido”. Los otros nacionalistas son para Pepote “unos cerdos”. Ahí no hace falta que cosa Díaz. Porque Andalucía siempre luchará por ser igual a las “otras” nacionalidades. Lo que le pase a Castilla y León no es su problema. Si se trata de jugar a naciones, Andalucía es una más, como pone en el preámbulo de su estatuto, como recuerdan siempre que tienen ocasión.
Eso sí, el sistema federal ya lo inventaron Pepote y Manuel Escuredo en 1976, durante el 27° Congreso del PSOE. Lo que dijese el PSOE en Suresnes sobre federalismo y derecho a la autodeterminación no ha pasado para Rodríguez de la Borbolla. Lo inventaron ellos dos. Y Alfonso Guerra les dejó evidentemente, porque de otra forma ni una coma hubiesen corregido. Porque a Guerra le interesaba en sus batallas particulares contra los catalanes y vascos. Así que la historia no es tal como se recuerda, a veces. O que la burguesía socialista lo quiere así en estos momentos. ¿Quién sabe?
El nacimiento del susanismo científico
El caso es que el PSOE-A, tan muy mucho español como le gusta recordar a Díaz, está tornando en nacionalista andaluz. Porque le interesa como mecanismo de conformar una izquierda (o pseudo-izquierda) que posea algo más que una gestión social. Algo que tape las barrabasadas que se hacen en Andalucía. Y nada mejor, como pasa en otros lares, que envolverse con la blanquiverde y negar más izquierda que la andalucista que son ellas y ellos. Pero si hasta reclaman como algo terrible la muerte de Caparrós cuando han sabido en el parlamento quién era el asesino y nada han dicho. Pero ayer Díaz quiso manifestar que: aquel 4-D fue en blanco y verde. En blanco de paz y en verde de esperanza, y se tiño de rojo con la muerte de Caparrós”.
Otra de las paradojas de ese socialismo-andalucismo que quiere poner en marcha Díaz es la cantidad de paradojas que lleva inserto. Por ejemplo, la presidenta de la Junta ha atacado a los nacionalismos sin darse cuenta que lo que les critica es lo mismo que hace ella: “El nacionalismo busca levantar fronteras, los socialistas borramos y eliminamos las fronteras. […] Que nadie os engañe jamás: socialismo y nacionalismo es incompatible”. Con esta frase ha creado una nueva epistemología: el susanismo científico.
Las fronteras las crean los nacionalismos, salvo las de España y demás países que estaban pintadas en un mapa desde que el mundo es mundo. O al menos hay escritura. Las fronteras de los nacionalismos (malos, habría que acotar) son artificiales. Las demás venían así ya. Nadie las creó, sin motivo alguno estaban ahí. Eso sí, como los socialistas borran las fronteras, ¿qué ocurre con las de Andalucía que ella defiende? O es socialista y borra fronteras, o es andalucista y las pone. Es una contradicción que ni la dialéctica hegeliana podría desenmarañar. Es el susanismo científico, más conocido como “lo que yo digo va a misa”.
Demagogia y populismo (como adjetivo no como sustantivo) es lo que pone en marcha cada vez que intenta justificar su posición política. Y todo porque sigue queriendo ser el Califa en lugar del Califa. Por eso sigue insistiendo en seguir con su discurso transfronterizo (por aquello de que borra fronteras) y ponerse en el centro de la reforma constitucional. “Quiero una reforma de la Constitución que garantice la igualdad entre todos los territorios y entre todos los ciudadanos de este país” ha manifestado en una actitud loable pero alejada de sus propias responsabilidades. Eso sí, tiene el susanismo científico para llevar a cabo esa reforma.
Por si no se creen que es andalucista antes que socialista, sólo la última referencia de su discurso: “Somos todos los herederos del 4-D y el 28-F. Que toda la izquierda sepa que va a tener mi mano tendida si quieren defender de verdad y con lealtad a Andalucía en un momento que España lo va a necesitar”. Ella es andalucista, heredera del andalucismo de Rojas Marcos, por ejemplo, y pide a la izquierda, en la que ella no está, que le va a tender la mano para defender el nacionalismo andaluz. “Toda la izquierda” es parte del lenguaje del susanismo científico y quiere decir dos cosas contradictorias: que hay una izquierda verdadera que no es lo que ella representa, o que sólo ella y el PSOE-A son la izquierda. Eso sí, ella se sitúa por encima de siglas y demás constricciones organizativas para representar, cual Madeleine andaluza, a toda la región. Se auto-entroniza, se vuelve taumatúrgica, y todo gracias al susanismo científico.