El poder conlleva una gran responsabilidad. En nuestro país la máxima autoridad es el Jefe del Estado, figura que está encarnada en estos momentos el ciudadano Felipe de Borbón y Grecia. Como se esperaba se ha tratado de un discurso poco valiente, un mensaje navideño demasiado plano y que ha antepuesto una visión absolutamente institucional que demuestra que la Corona está cada vez más alejada de la realidad del pueblo español.
Felipe de Borbón ha centrado su discurso en la situación de Cataluña. Ha recordado la estabilidad política que se ha logrado pero no ha hecho mención alguna a la indispensable reforma de nuestra democracia que el pueblo está clamando porque la situación actual nada tiene que ver con la Constitución que se aprobó en 1.978. Un Jefe del Estado valiente hubiera pedido a las fuerzas políticas, desde su supuesta independencia y neutralidad, que iniciaran la ruta hacia una legislatura constituyente para que lo que el propio Felipe de Borbón exige para los políticos catalanes se aplique a los del estrato nacional.
En referencia a Cataluña, el Jefe del Estado ha hablado con grandes palabras como unidad pero ha olvidado que lo que ha ocurrido en Cataluña en estos últimos meses es consecuencia de la falta de diálogo. También ha hecho mención, en referencia a los independentistas, a que no se pueden imponer las ideas propias sobre las de los demás. Es cierto que esa es la base de cualquier democracia, sin embargo, que lo diga quien encarna a una institución que fue impuesta a todos los españoles pierde fuerza.
Felipe de Borbón hizo un llamamiento a la integración y a la diversidad en la formación del nuevo gobierno de Cataluña. Sin embargo, siempre dentro de los cauces de quien ha quebrado los principios democráticos del diálogo y del consenso.
Posteriormente ha hecho breves referencias a la desigualdad, la mejora de la economía, a la búsqueda del camino de la creación de puestos de trabajo dignos, a la importancia de España en Europa, la condena de la corrupción y, sobre todo, ha condenado por primera vez la violencia de género. Son, precisamente, estas las preocupaciones reales del pueblo español: encontrar un empleo digno, con un salario digno, reducir la desigualdad, acabar con la corrupción y la violencia machista. Sin embargo, Felipe de Borbón sólo le dedicó un breve a cada uno de esos puntos. Lo único importante para el pueblo español, al parecer, es la situación de Cataluña y reconducirla desde el punto de vista defendido por quienes impusieron el artículo 155. Aquí tienen el contenido íntegro del discurso de Felipe de Borbón:
Me dirijo a todos vosotros para felicitaros la Navidad y transmitiros junto a la Reina, la Princesa de Asturias y la Infanta Sofía nuestros mejores deseos para el año 2018.
Y os agradezco que en esta noche de encuentro de familias y de seres queridos, me permitáis acompañaros unos minutos para compartir con vosotros algunas reflexiones cuando estamos ya a punto de terminar el año.
2017 ha sido en España, sin duda, un año difícil para nuestra vida en común; un año marcado, sobre todo, por la situación en Cataluña, a la que luego me referiré.
Pero también ha sido un año en el que hemos comprobado el compromiso muy sentido, firme y sincero de los españoles con la España democrática que juntos hemos construido.
Porque lo largo de los últimos 40 años, hemos conseguido hacer realidad un país nuevo y moderno, un país entre los más avanzados del mundo:
Hemos asentado definitivamente la democracia, incluso superando hace décadas un intento de involución de nuestras libertades y derechos.
Somos una parte esencial de una Unión Europea con la que compartimos objetivos y una misma visión del mundo.
Frente al terrorismo hemos conseguido hacer prevalecer la vida, la dignidad y la libertad de las personas con la fuerza de nuestras convicciones democráticas.
Y hemos llevado a cabo, en fin, la transformación más profunda de nuestra historia en muchos ámbitos de nuestra vida: en educación y en cultura, en sanidad y en servicios sociales, en infraestructuras y en comunicaciones, o en defensa y seguridad ciudadana.
En definitiva, a lo largo de todos estos años de convivencia democrática, los derechos y libertades, el progreso y la modernización de España, y también su proyección y relevancia internacional, han ido de la mano.
Y todo ese gran cambio, todo ese gran salto sin precedentes en nuestra historia, ha sido posible gracias a una España abierta y solidaria, no encerrada en sí misma; una España que reconoce y respeta nuestras diferencias, nuestra pluralidad y nuestra diversidad, con un espíritu integrador; una España inspirada en una irrenunciable voluntad de concordia.
En el camino que hemos recorrido, desde luego, hay que reconocer que no todo han sido aciertos; que persisten situaciones difíciles y complejas que hay que corregir, y que requieren de un compromiso de toda la sociedad para superarlas.
A pesar de todo ello, el balance tan positivo de todos estos años es innegable. Tenemos que apreciarlo y valorarlo. Merece la pena y nos lo merecemos como país y como sociedad.
Porque la historia de la España que juntos hemos construido es la historia de un gran triunfo de todos los españoles. Una España a la que no debemos renunciar, que debe ilusionar y motivarnos, y que debemos seguir construyendo, mejorándola, actualizándola, sobre la base sólida de los principios democráticos y los valores cívicos de respeto y de diálogo que fundamentan nuestra convivencia.
Unos principios y valores que, como hemos comprobado incluso en este año 2017, están profundamente arraigados en nuestra sociedad, en la vida diaria de nuestros ciudadanos, y tienen raíces muy hondas en las conciencias y en los sentimientos de los españoles. Mucho más de lo que nos podíamos imaginar.
España es hoy una democracia madura, donde cualquier ciudadano puede pensar, defender y contrastar, libre y democráticamente, sus opiniones y sus ideas; pero no imponer las ideas propias frente a los derechos de los demás.
Respetar y preservar los principios y valores de nuestro Estado social y democrático de Derecho es imprescindible para garantizar una convivencia que asegure “la libertad, la igualdad, la justicia y el pluralismo político”, tal y como señala nuestra Constitución. Porque cuando estos principios básicos se quiebran, la convivencia primero se deteriora y luego se hace inviable.
Hace unos días, los ciudadanos de Cataluña han votado para elegir a sus representantes en el Parlament, que ahora deben afrontar los problemas que afectan a todos los catalanes, respetando la pluralidad y pensando con responsabilidad en el bien común de todos.
El camino no puede llevar de nuevo al enfrentamiento o a la exclusión, que –como sabemos ya– solo generan discordia, incertidumbre, desánimo y empobrecimiento moral, cívico y –por supuesto– económico de toda una sociedad.
Un camino que, en cambio, sí debe conducir a que la convivencia en el seno de la sociedad catalana –tan diversa y plural como es– recupere la serenidad, la estabilidad y el respeto mutuo; de manera que las ideas no distancien ni separen a las familias y a los amigos. Un camino que debe conducir también a que renazca la confianza, el prestigio y la mejor imagen de Cataluña; y a que se afirmen los valores que la han caracterizado siempre en su propia personalidad y le han dado los mejores momentos de su historia: su capacidad de liderazgo y de esfuerzo, su espíritu creativo y vocación de apertura, su voluntad de compromiso, y su sentido de la responsabilidad.
Pero superar los problemas de convivencia que ha generado esta situación no nos puede hacer olvidar, por supuesto, otras serias preocupaciones y desafíos de la sociedad española, que también condicionan nuestro futuro y a los que me voy a referir muy brevemente:
Nuestra economía y el empleo han mejorado sustancialmente, pero la creación de puestos de trabajo estables tiene que ser siempre un objetivo esencial y prioritario. Como igualmente no puede caer en el olvido la obligación y la responsabilidad de afrontar la desigualdad y las diferencias sociales, sobre todo tras las consecuencias generadas por la reciente crisis económica, que tanto daño ha hecho a no pocas familias, y ha afectado tanto al futuro de muchos jóvenes.
El terrorismo yihadista sigue siendo una amenaza mundial y este año nosotros lo hemos sufrido directamente en Barcelona y Cambrils. Los españoles sabemos muy bien que solo desde la unidad democrática, la firmeza del Estado de Derecho, y la eficacia de la cooperación internacional, podremos vencerlo y derrotarlo. Y así lo haremos, teniendo siempre muy presentes el recuerdo y el respeto permanente a sus víctimas.
La corrupción se mantiene también como una de las principales preocupaciones de la sociedad, que demanda que sigan tomándose las medidas necesarias para su completa erradicación y que los ciudadanos puedan confiar plenamente en la correcta administración del dinero público.
Por otra parte somos Europa, y Europa se encuentra en estos momentos en una encrucijada histórica. España debe recuperar su protagonismo en un proyecto europeo que ahora requiere una mayor vitalidad e impulso. Europa –y España con ella– tiene que hacer frente a unos retos que son globales y ante los que no cabe la debilidad o la división sino la fortaleza de la unión.
La defensa del medio ambiente y la lucha contra el cambio climático no son problemas menores ni secundarios por la dimensión y los riesgos que acarrean y que ya estamos sufriendo. Debemos ser muy conscientes de ello, e implicarnos todos mucho más. Y España debe mantenerse firme en sus compromisos ante un problema que afecta a todo el planeta y que requiere soluciones no sólo globales, sino verdaderamente urgentes.
Tenemos otras muchas preocupaciones –desde luego– pero esta noche no quiero olvidarme de las mujeres que, en un silencio tantas veces impuesto por el miedo, sufren la violencia de género. Una lacra inadmisible que nos hiere en nuestros sentimientos más profundos y nos avergüenza e indigna. Mantengamos la firmeza y el apoyo político para ayudar y defender a las víctimas y concienciemos a toda la sociedad contra esa violencia, criminal y cobarde, que degrada nuestra convivencia.
2018 nos espera en unos días y debemos seguir construyendo nuestro país, porque la historia no se detiene. Y no hemos llegado hasta aquí para temer al futuro sino para crearlo.
Y estoy seguro de que nadie desea una España paralizada o conformista, sino moderna y atractiva, que ilusione; una España serena, pero en movimiento y dispuesta a evolucionar y a adaptarse a los nuevos tiempos.
Sintámonos, sin complejos, orgullosos de todo lo que hemos conseguido porque es mérito de todos; confiemos en lo que siempre nos ha unido, en lo que somos, tal y como somos, y sobre todo en lo que podemos alcanzar juntos con una fe firme en nuestras convicciones y en nuestras capacidades. Si seguimos por ese camino, si lo hacemos así, y con todas nuestras energías, yo estoy convencido de que el año que viene –y los que vendrán después– serán mucho mejores. Sin duda.
Ese es mi deseo para todos en esta noche tan especial.
Muchas gracias. Feliz Navidad, Eguberri on, Bon Nadal y Boas festas.
Buenas noches. Y Feliz y próspero año 2018.
Este ha sido el discurso del Jefe del Estado, sin embargo, de cara al pueblo español, del pueblo que es depositario de la soberanía nacional, debería haber sido otro.
Buenas noches:
En estos días entrañables quiero expresaros mi felicitación en esta Navidad y mi deseo de que el próximo año 2018 os traiga todas las venturas que anheláis.
Al igual que en años anteriores quiero compartir con vosotros mi recuerdo a todas las personas que son las víctimas de esta crisis económica que no se ha terminado, a todos aquellos que han sido expulsados de sus casas porque también han sido expulsados del mercado laboral gracias a unas leyes con las que la Corona no está de acuerdo porque el trabajo es un derecho que está reconocido por la Constitución, por el texto que apuntala el espíritu democrático de nuestro país y que está siendo constantemente vulnerado por las políticas que defienden los intereses de las élites. No me quiero olvidar en este mensaje de los cientos de miles de españoles a los que los intereses de esos centros de poder se despertaron una mañana de primavera despojados de su patrimonio.
La Corona está muy preocupada por cómo se está aprovechando la situación económica global para atacar al bienestar de todos vosotros por parte de quienes no tienen escrúpulos a la hora de legislar sin tener en cuenta las consecuencias nefastas que sus leyes pueden causar en quienes deben ser protegidos ante los que están siendo beneficiados. No puede ser que en estas fechas tan entrañables haya familias que no puedan reunirse para celebrar la Navidad ni puedan tener una cena caliente más allá de la que puedan recibir de las instituciones benéficas. España ya pasó por una hambruna tras la Guerra Civil y desde la Corona no podemos aceptar que en tiempos de paz, en tiempos de democracia, en tiempos de prosperidad para algunos, haya españoles que estén pasando hambre por la ineficiencia de quienes, por sus obligaciones y por su juramento, deben poner todos los medios para evitar estas desgracias. En esta noche tan especial, la Corona quiere estar junto a los que pasan hambre, porque, por desgracia, quien debería estar a su lado creando los escenarios necesarios para evitar que una lacra así se vaya extendiendo como el aceite en el agua clara está ausente en vaguedades y falsas realidades.
Quiero expresaros también mi preocupación ante el hecho de que en estos últimos seis años nuestro país esté siendo condenado constantemente por Naciones Unidas. España es de todos y, sobre todo, es un país que debe reconocer el heroísmo de quienes fueron los que defendieron la legalidad y la democracia ante quienes se valieron de la fuerza para imponer una ideología y unos modos de gobernar que son contrarios a los derechos humanos. El encubrimiento de los responsables por motivos ideológicos debe ser desterrado de nuestra sociedad, venga de donde venga.
Por otro lado, quiero hacer constar en este mensaje navideño mi preocupación por aquellos que han sido olvidados, por aquellos que han sido abandonados por quienes deberían sostenerlos. La situación económica no puede ser la coartada para incumplir la Constitución. Como Jefe del Estado no puedo dejar de sentirme defraudado por la inacción y la irresponsabilidad de aquellos que juraron cumplir y hacer cumplir nuestra Carta Magna y que han roto su juramento en base a intereses personajes o a ramalazos ideológicos. La España que nos dimos en 1976 no es la que vivimos actualmente. Teóricamente deberíamos haber evolucionado y, al parecer, estamos retornando a las épocas en que los españoles no podían expresarse libremente. Los ciudadanos no pueden encontrarse bajo la amenaza constante del poder ni estar amordazados ante las injusticias. Nadie tiene el derecho de aplicar la doctrina del miedo para llevar a cabo acciones contrarias al juramento constitucional.
Lo mismo podría decir de derechos como la sanidad o la educación. El Estado es el responsable de que todos, sin distinción, tengan acceso al Sistema Nacional de Salud o a una educación pública de calidad. Como Jefe de Estado me siento muy defraudado por el retorno a tiempos olvidados en estas materias, a la derogación encubierta del principio de igualdad o a la entrega a intereses privados del patrimonio de todos. En la España que la reina y yo queremos nadie se puede quedar sin dar educación a sus hijos por motivos económicos, nadie es menos que nadie, nadie puede morir porque desde el Estado no se quiera financiar un medicamento o un tratamiento.
Los españoles somos iguales ante la ley, incluso en los asuntos que han tocado a mi familia. Por eso no son aceptables en una democracia como la nuestra las injerencias por parte del Poder Ejecutivo en el Poder Judicial. Las instituciones del Estado deben estar al servicio de los ciudadanos y no al servicio de los intereses particulares de cada uno, estén donde estén. No se puede permitir que la Justicia se aplique a la carta de lo que cada uno quiera, ni poner al mando de dichas instituciones a personas que trabajen para una organización y no para el interés general de los ciudadanos.
Tampoco me puedo olvidar de todas las mujeres que están siendo asesinadas por el hecho de ser mujer. La falta de iniciativa de nuestras instituciones políticas y de los representantes del pueblo es la principal responsable de las muertes por la violencia machista. Las mujeres son el pilar de nuestra sociedad y, como tal, deberían tener una protección por parte del Estado porque no se puede permitir en un país democrático que haya ciudadanas que vivan bajo la dictadura del miedo y que no se les dé la oportunidad con garantías de salir del pozo en que el machismo las tiene metidas.
Por tanto, os voy a hacer dos anuncios de importancia, anuncios que espero que os llenen de esperanza para el nuevo año que viene. En primer lugar, convocaré al Presidente de Gobierno para solicitarle su renuncia al cargo y la convocatoria de Elecciones Generales. Por otro lado, al nuevo Ejecutivo salido de las urnas les presentaré la petición de la Corona de convocatoria de una consulta para que seáis vosotros quienes decidáis qué España queréis y qué Jefe del Estado queréis. No puedo mantenerme en mi puesto sin el beneplácito del pueblo español, sin el refrendo democrático a la Jefatura del Estado.
De nuevo, desearos una Feliz Navidad y un Próspero año 2.018.
Buenas noches.
Comparen ustedes los dos discursos y decidan cuál se acerca más a las verdaderas necesidades y preocupaciones del pueblo español y si puede seguir valiendo la pena mantener en la Jefatura del Estado a una institución cada vez más alejada de la realidad de su propio pueblo.