La pobreza laboral sigue disminuyendo, pero los progresos se están estancando. Esta es una de las principales conclusiones del informe de la OIT Perspectivas sociales y del empleo en el mundo.
El empleo vulnerable afecta a un 75% de los trabajadores de los países en desarrollo. Se calcula que alrededor de 1.400 millones de trabajadores estaban un empleo vulnerable en 2017, una cifra que va en aumento puesto que cada año se suman otros 17 millones de personas.
En 2017, la pobreza laboral extrema seguía siendo generalizada, más de 300 millones de trabajadores en los países emergentes y en desarrollo vivían con un ingreso o consumo per cápita inferior a 1,90 dólares diarios.
En general, los progresos en la reducción de la pobreza laboral son demasiado lentos para compensar el crecimiento de la fuerza de trabajo en los países en desarrollo, donde se estima que el número de trabajadores que vive en pobreza extrema superará los 114 millones en 2018, es decir, un 40 por ciento de todas las personas empleadas.
Stefan Kühn, principal responsable de la creación de este informe, explicó que los «países emergentes lograron avances significativos en la reducción de la pobreza laboral extrema. Debería seguir disminuyendo, y esto se traduciría en una reducción del número de trabajadores en situación de pobreza extrema de 10 millones al año en 2018 y 2019. Sin embargo, la pobreza laboral moderada, en la cual los trabajadores viven con un ingreso de entre 1,90 y 3,10 dólares al día, sigue siendo generalizada. En 2017, afectaba a 430 millones de trabajadores en los países emergentes y en desarrollo».
Las conclusiones del informe de la OIT nos recuerdan que es necesario «intensificar los esfuerzos para reducir las desigualdades y garantizar mejores condiciones de vida y de trabajo para las personas como Louisette Fanjamalala y los 1.400 millones de trabajadores que en todo el mundo enfrentan una situación similar».
En el informe se presenta el caso de una trabajadora de Madagascar, Louisette Fanjamalala, quien ha trabajado mucho durante toda su vida, sin embargo, al igual que millones de trabajadores pobres en el mundo, ella apenas gana lo suficiente para sobrevivir.
Fanjamalala vive con cuatro adolescentes, dos hijos suyos y dos adoptados. Su hogar es una vivienda hacinada de una sola habitación, en Soavina, periferia de Antananarivo. Su esposo se fue hace algunos años.
Durante años, ella trabajó en fábricas de la confección, con contratos a corto plazo y un salario mensual de sólo 70.000 ariarys (alrededor de 20 dólares) en algunos casos y, en los mejores, de 300.000 ariarys (90 dólares aproximadamente). Esa cifra le alcanzaba apenas para alimentar su familia.
En la actualidad, gana algo de dinero cosiendo en su hogar para los vecinos. También confecciona vestidos y cortinas para vender en el mercado local. No obstante, llevar un plato de comida a la mesa de la familia sigue siendo un desafío constante.