La información viene a tal velocidad que resulta absolutamente imposible hacer un análisis mínimamente riguroso, atropellado por la siguiente y siguiente noticia.
Esta afirmación la llevo haciendo durante meses, sólo en los días pasados desde mi anterior artículo y a riesgo de dejarme alguno, han ocurrido los siguientes hechos.
Se descubre el caso de fraude fiscal del ya ex ministro Maxim Huerta, éste dimite, Costa vuelve a implicar a Camps en el escándalo de la Comunidad Valenciana, por cierto al escribir estas líneas sale la noticia de la muerte en extrañas circunstancias de Maria José Alcón esposa de ex vicealcalde de Valencia, Alfonso Grau.
La dirección del PP aprueba celebrar su congreso los próximos 20 y 21 de Julio, Rajoy anuncia que abandona su escaño y vuelve a la vida ordinaria, el PSOE informa que abrirá sus puertas a los refugiados del Aquarius que han llegado ya al puerto de Valencia, se conoce la reunión de Pablo Iglesias y Pedro Sánchez el pasado jueves. En Navarra una inmensa manifestación protesta por las condenas excesivas a los jóvenes de Alsasua. Echan al seleccionador español Julen Lopetegui al conocerse su fichaje por el Real Madrid.
Desde el Gobierno llegan una cascada de noticias, las más reseñables la intención de recuperación de la sanidad universal, o que Interior estudia retirar la medalla al torturador franquista “Billy el niño”, además de la posible reforma parcial de las Reformas Laborales o el acuerdo del Pacto de Toledo sobre las pensiones.
Todo ello en apenas siete días, porque ahora sucede lo que hace sólo apenas unos años llevaba largos meses. Así es absolutamente imposible realizar un análisis mínimamente lúcido, salvo que se sea capaz de elevarse sobre la apabullante actualidad buscando consecuencias estratégicas, de largo alcance. Porque probablemente en el instante en que se lean estas líneas se habrán olvidado la mayoría de estos acontecimientos.
Decía Bauman y esto lo corrobora, que vivimos en una sociedad líquida, en una política líquida cabría añadir, donde nada resulta sólido, consistente, ya que desde que los especialistas en marketing dirigen la vida pública a la diestra del líder, esta sensación acaba siendo rigurosamente cierta.
No se buscan decisiones estructurales a largo plazo que produzcan trasformaciones profundas y duraderas, sino que se funciona a golpe de impulsos mediáticos, electoralistas. Es la política-twitt, la que ha puesto de moda Donald Trump y seguimos el resto cual manada de borregos.
¿Cómo se va a analizar algo que dentro de una hora ya no existe o simplemente ha cambiado de manera sustancial? ¿Cómo enfrentarse a una cuartilla en blanco consciente de que puede ocurrir, que en el momento de su publicación lo que escribas sobre ella ya no servirá? Incluso que sobre quien escribas ha desaparecido ya del escenario público.
Corremos el peligro de que como vaticinaba Francis Fukuyama estemos en un proceso del final de las ideologías. Cuando el que asesora-orienta y por tanto dirige a un presidente de izquierdas, viene de hacer lo mismo con las gentes de derechas, e incluso podría haber asesorado al desaparecido Rajoy, es que algo no va bien, o quizás que vaya bien para quienes pretenden perpetuarse en el poder estén unos u otros. De ahí la bajada de la prima de riesgo y las subidas de la bolsa con la llegada de Pedro Sánchez. No se sienten en peligro.
Si se mantiene el status quo que interesa a los poderes fácticos todo estará controlado y por lo tanto se consentiré. Si por el contrario quien gobierna intenta romperlo e incluso variarlo topará con un muro de granito de difícil superación que le podría sepultar.
¿Eso es bueno para el país? Probablemente sí, pero la pregunta debiera ser si es bueno para las clases más desfavorecida, aquellos a quienes los partidos de izquierdas debieran representar y cuidar.
Ahora a Pedro Sánchez le esperan tiempos difíciles, si quiere consolidarse en el poder probablemente tendrá que hacer cesiones a esos poderes fácticos, monarquía, IBEX 35, gran banca, grandes grupos mediáticos y eso le puede alejar de los suyos. Moverse en el difícil equilibrio de contentar a unos y otros suele terminar mal.
Además está el componente electoralista porque a la diestra del líder además de esos expertos líquidos en marketing se sitúan analistas de encuestas electorales y sociológicas. En una sociedad líquida como la actual los partidos de izquierdas para ganar elecciones deben mirar también al electorado de sus teóricos enemigos, la derecha y eso vuelve descafeinadas las medidas de corte ideológico que puedan tomar.
Probablemente también en este aspecto tengamos que recurrir a Bauman para asegurar, que ese equilibrio clásico ahora se ha vuelto líquido e inunda una y otra parte del espectro ideológico.
Vamos a vivir tiempos convulsos, complejos, habrá que intentar que esas sensaciones de liquidez no lleguen también a lo que deberían ser análisis rigurosos.
Veremos……..