Tradicionalmente el mes de Julio suele ser un mes aburrido en el que lo más que podía comentarse eran los sanfermines, el Tour de Francia, o las habituales “serpientes del verano”.
Este año en cambio viene cargadito de noticias más allá del agobiante mundial de futbol, en el que desafortunadamente España había quedado eliminada a las primeras de cambio.
Comenzamos el mes con las primarias del PP, pero cuando parecía que sólo este hecho llenaría las páginas de los periódicos, los comentarios de café y chiringuito de playa, apareció Corinna. Esa princesa excelsa de la que todo el mundo hablaba of de record como “amiga especial” de nuestro anterior monarca, ahora llamado “Rey Emérito”.
Irrumpe con fuerza a través de grabaciones sobre los supuestos negocios de tinte bastante oscuro, que mantuvo con Juan Carlos I. Unas operaciones con sospechas de ilegalidad, que desde luego suponen otro nuevo varapalo a una institución caduca y en declive como la monarquía española.
Sin entrar en el fondo de la cuestión porque doctores tiene la iglesia, parece evidente que el asunto es del suficiente calado y gravedad como para que la justicia, los medios de comunicación y el poder político pusieran el foco sobre él.
Pero oh sorpresa, no ha sido así. Resulta decepcionante y preocupante la poca rapidez con la que las tres han reaccionado. Ver las portadas de los principales diarios del país con ausencia de esta noticia, demuestra que algo huele a podrido en palacio. Las declaraciones de la portavoz del gobierno Isabel Celaá suponen un jarro de agua fría para los sectores de la izquierda escandalizados ante tanta tibieza. Por último la justicia ni está ni parece que se la espere.
Que en todo este escándalo estén involucrados personajes tan siniestros como el comisario Villarejo, el director del CNI, un supuesto testaferro, el primo del monarca Álvaro de Orleans y Borbón, o incluso el anterior Presidente de Telefónica, Juan Villalonga demuestra que esa podredumbre alcanza lugares muy altos de la estructura del estado.
Ahora el debate es si el anterior monarca debe ser considerado igual que el resto de la ciudadanía ante la ley y el fisco, o no, si es aforado, o incluso inviolable según la Constitución una vez abandonó su cargo.
Incluso si no va siendo hora de reformar nuestra norma máxima en este tema también, para situar a su sucesor al nivel del resto de los humanos del país.
Todo parece evidenciar que ahora se intenta echar un tupido velo, sobre un escándalo que en cualquier país civilizado haría temblar los cimientos de esa institución. Pero parece que a la prensa, al poder judicial y lo que es más grave a un Pedro Sánchez que tanta esperanza había despertado, les tiemblan las piernas de manera evidente. ¿Qué habría planteado el actual Presidente del Gobierno si ahora estuviera en la oposición?
Pero el daño está ya hecho, al menos respecto al pueblo llano. Al descrédito social del caso Urdangarín y Cristina, de las cacerías en Botswana, se le une este nuevo escándalo. Padre, hermana, cuñado sacuden al nuevo monarca. ¿Estará éste implicado por acción u omisión? Da lo mismo porque de una u otra manera le salpica, a él y sobre todo a la institución que representa.
Veremos, pero eso que hace unos años parecía tan lejano como la caída de la monarquía y la llegada de la II República, Corinna nos lo sitúa un poco más cerca.
Quizás un día los republicanos tengamos que hacerle un pequeño homenaje a esta princesa rubia de ojos azules, que cautivó a un Juan Carlos I que se pierde por las faldas……parece que también por el dinero.