El pasado sábado nuevos episodios en la política española nos hizo recordar la famosa frase de Alfonso Guerra: “A este país no lo va a conocer ni la madre que le parió”.
Un ciudadano que hubiera permanecido perdido en un monte sin información desde hace dos meses, se vería aturdido al ver lo ocurrido y los cambios producidos durante ese tiempo. A este país efectivamente ya no lo conoce ni la madre que le parió.
Las primarias del PP, al igual que antes las del PSOE, han dado como ganador a quien nadie esperaba. Todas las quinielas apostaban por una confrontación final, un “choque de trenes” entre Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal, pero sorpresivamente Pablo Casado rompía eso pronósticos y al final ganaba la batalla definitiva.
Su irrupción ha convulsionado un partido acostumbrado al control férreo, sólo hacía falta ver la cara de póker de Mariano Rajoy. En apenas mes y medio se ha llevado dos varapalos, primero al ser desalojado sorpresivamente de la Moncloa y ahora con la derrota de su candidata más firme, su heredera política.
Pero no sólo ha supuesto una sorpresa la contundente victoria de Casado, que ha sido capaz de sacarle 16 puntos a su oponente, sino que además ese choque se ha producido también a nivel ideológico.
En mi anterior artículo me preguntaba si la batalla entre Santamaría y Casado era la derecha Vs la extrema derecha. Creo que en estos instantes debo quitar los interrogantes porque este hecho ha quedado confirmado, primero en la campaña realizada y después en los dos discursos dados por el vencedor, en los que ha recuperado conceptos abandonados del más rancio aznarismo.
Una vez conocido ese escoramiento, los principales observadores políticos han apreciado que la victoria de Casado resultaba positiva para el PSOE. A menudo somos excesivamente simples en nuestros análisis inmediatos, aunque el paso del tiempo nos puede conducir a otros más acertados. Eso puede habernos pasado al opinar sobre lo ocurrido el sábado 21 en ese congreso.
Visto desde hoy deberíamos ver con preocupación que el PP haya dado un giro hacia la extrema derecha, donde por cierto ya tenemos a Cs y Vox. Lo que podría parecer una buena noticia para el socialismo y la izquierda, en realidad no lo es.
Que la derecha española, que con Rajoy iba poco a poco homologándose a la europea y con Soraya probablemente consolidaría ese viaje, ahora mire justo al lado contrario resulta una mala noticia. Se atisban instantes muy negativos para nuestro país (ponga aquí cada cual lo que desee).
Ver la cara de Rajoy después de conocerse los resultados resultaba todo un poema, quizás porque coincidiendo con esta líneas lo veía con preocupación de estadista. Hay instantes en los que “detrás de mí vendrá quien bueno me hará” y este parecer ser uno de ellos.
Pero todo esto va a depender de la reacción de la izquierda, especialmente el PSOE ante el abandono por parte del PP del espacio de centro. Si éste intenta ocuparlo derechizando su mensaje, desde que está en el gobierno y se ha pragamatizado algún indicio de ello ya se aprecia, no sería lo más deseable. Aunque ese hecho beneficiara a un Podemos a la baja que podía a su vez ocupar el espacio a la izquierda que dejaría en esa peligrosa operación.
Eso podría suponer un reordenamiento global del escenario político en el que probablemente el más perjudicado fuera Rivera y su Cs.
Veremos qué ocurre los próximos meses, pero al menos para las gentes de izquierda todo lo que está ocurriendo debería ser motivo de preocupación. Que el PP se radicalice puede resultar negativo a medio y largo plazo en el intento de evitar la crispación social o destensar la situación con Catalunya.
Por otro lado y al mismo tiempo que el PP consumaba su viaje hacia la derecha extrema en ese hotel de Madrid, en Catalunya el PDeCat se radicalizaba defenestrando a una sensata y pragmática Marta Pascal. Un iluminado Puigdemont ganaba su congreso y por tanto el pulso que mantenía con ella y las gentes más sensatas, haciéndose con el control absoluto después de provocar su dimisión.
Esta operación le va a permitir consumar con absoluta libertad su plan de transformación de la antigua Convergencia en su nuevo invento, “Crida Nacional per la República”, hacia la que intentaba llevarla a través de una enmienda ganada en ese sentido.
Afortunadamente no ha logrado que además se añadiera el término “de manera inmediata” a la consecución de esa quimera, que ha quedado moderada con el de “lo antes posible” a penas por 9 votos de diferencia, aunque deja al descubierto sus preocupantes planes a corto plazo.
Lo ocurrido este fin de semana sigue favoreciendo que el “choque de trenes” entre Catalunya y el Estado parezca hoy más previsible que nunca.
Es una mala noticia, salvo que esa radicalización beneficie ante un electorado que da signos de cansancio por la constante situación de crispación, a una ERC pragmática y a un PSC, si es capaz de recobrar su tradicional pulso catalanista de izquierdas.
Si tal como apuntan las últimas encuestas, incluida la del solvente CIS catalán, la suma ERC y PSC dan mayoría absoluta en unas futuras elecciones será positivo, incluso si necesitaran sumar a los Comunes, de lo contrario debemos ponernos a temblar, al menos las gentes de ambos lugares con un mínimo de sensatez.
En este nuevo escenario no vendría mal que alguien le aconsejara a Pedro Sánchez mover ficha, para permitir la libertad de los políticos presos, especialmente Junqueras, el único que con la ayuda de Iceta que puede ejercer de cortafuegos al incendio que nos puede devorar.
Veremos lo que nos depara un futuro en el que va a tener que ver mucho la posición que adopte el PSOE y por tanto el PSC. Ojalá acierten para beneficio de los dos países, aunque sería recomendable que fuéramos encendiendo las alarmas rojas…..
Veremos……..pero hoy profundamente preocupados.