El Santander es una entidad que en los últimos años ha realizado múltiples operaciones que han tenido un gran perjuicio tanto para sus cuentas como para sus accionistas, todo ello, evidentemente, bajo el mantra del difunto Emilio Botín, quien comentaba a sus íntimos que siempre había que repartir dividendos aunque para ello fuera necesario ampliar capital todos los años, una estrategia que puede ser muy populista de cara a los accionistas cuando, en realidad, esconde una realidad muy peligrosa porque cada vez que se realizaba una ampliación el valor de la acción era mucho menor. Pero se repartía dividendo, una limosna si la comparamos con otras operaciones en las que se compensó a grandes clientes, a grandes fortunas o a grandes inversores la pérdida de dinero en operaciones fallidas del Santander.
Tal y como publicamos este mes en nuestra revista mensual, el Santander tuvo una relación muy importante con Madoff, asunto que aún está dirimiéndose en los tribunales de Ginebra, ya que hubo informes de trabajadores que alertaron de la estafa piramidal de Madoff, Sin embargo, no es la única. Diario16 ha tenido acceso a una serie de documentos en los que se demuestran cómo se compensó a grandes clientes en contra de los intereses del resto de accionistas.
Dentro de esa documentación, nos encontramos con una serie de movimientos accionariales que se relacionan con las pérdidas sufridas por estos grandes clientes en operaciones como la del banco norteamericano Sovereign, entre otras.
La estrategia se repite con distintos grandes clientes. El Santander realiza una operación bursátil, ya sea en el mercado español o en el norteamericano en la que entran grandes inversores con una parte de su inversión financiada por el propio Santander a través de créditos. La operación en concreto sale mal y estos grandes clientes pierden mucho dinero y se niegan a pagar el préstamo que se les concedió para hacer frente a la inversión. El Santander, para no perder lo financiado, acomete una ampliación de capital en la que entrega a esos clientes un paquete accionarial importante para que, con las estimaciones de crecimiento del valor podrían tener una importante rentabilidad. De este modo, el Santander no pierde porque con lo que gana ese cliente o ese inversor recupera la financiación de acciones del proyecto fallido y, además, le cobra una comisión, pero, al estar entregando acciones sin cobrar por ello está perjudicando al resto de accionistas. Estas operaciones eran conocidas por el Consejo de Administración de la entidad cántabra al que ya pertenecían tanto Ana Patricia Botín como Rodrigo Echenique.
Para realizar esto el Santander tuvo que comprar acciones sin cobrar nada a cambio. El día de la contratación de esa opción gratuita, el cliente adquiere el derecho de vender acciones del Santander en un determinado momento a un determinado precio que, pasados unos días vende con un elevado beneficio. Si estas operaciones estaban exentas de riesgos para estos grandes clientes, ¿por qué el Santander no ofreció lo mismo al resto de sus accionistas? La respuesta es sencilla: no es posible hacerlo con carácter sistemático porque para eliminar el riesgo, Santander debería haber comprado cientos de millones de acciones para su autocartera, con la consecuencia de reducir el capital regulatorio en la cantidad comprada y ofrecida, además de estar obligado a dar cuenta de ello.
Una opción gratuita para una serie de clientes en la que sólo cabe beneficios o no perder nada sería una especie de milagro financiero. Por otro lado, al tratarse de una opción de venta, el riesgo de la evolución a la baja estaba, en exclusiva, en el Banco Santander sin contraprestación alguna por parte de esos grandes clientes.
Si vemos la gráfica de la evolución en bolsa del año 2.009 del Santander vemos que en el mes de abril de ese año la acción estaba, incluso, por debajo de los 4,77 euros con que cerró el mercado a la hora en que se escribe este artículo. Sin embargo, tuvo un repunte importante del que se beneficiaron los grandes clientes a los que se les ofreció esta opción, ya que, el día 30 de diciembre de ese mismo año el valor del Santander se incrementó hasta los 11,76 euros por acción, una revalorización del 246,5%, dato éste que demuestra la magnitud de la operación: