Las Administraciones Públicas junto a CEOE, CEPYME y otros organismos llevan años intentando fomentar el tejido empresarial, subvencionando la creación de nuevos nichos de producción a través de incubadoras de empresas llamadas ahora “startup”, alentando e incentivando a los parados para que se conviertan en empresarios autónomos, los cuales, la mayoría son forzosos y en menor medida voluntarios, pero con pésimos resultados como demuestran los datos que barajamos en este estudio.
De acuerdo con los términos del socialismo científico, las clases medias son el sector de la población que trabaja manual o intelectualmente y a su vez son propietarias de sus medios de trabajo, a diferencia de la clase trabajadora asalariada que equivale hoy a la clase obrera.
Esas clases medias son en realidad un sector muy heterogéneo, como por ejemplo, el pequeño campesino que apenas saca de su pedazo de tierra lo justo para malvivir, pues en la actualidad, una finca agrícola con 10 o 15 hectáreas, sin maquinaria moderna es imposible sacarla adelante y comprando la maquinaria, es demasiado pequeña para ser verdaderamente rentable, mientras que alquilarla resulta demasiado costoso.
No digamos del pequeño tendero de nuestros barrios que están siendo arrasados por los grandes Hipermercados, o el joven con carrera universitaria e idiomas que trabaja como autónomo o falso autónomo, hipotecando a su familia para autoemplearse, o el abogado joven que ve difícil abrirse camino si no es como “asalariado” de algún consorcio de “Letrados Asociados”. Los estratos más bajos de esa clase intermedia viven y trabajan en condiciones similares a la “clase trabajadora”, mientras que sus estratos superiores tienen mucho más en común con la burguesía y su modo de vida.
Las clases medias son muchos más débiles para la lucha social que la clase trabajadora, no solo numéricamente, sino debido a su situación de feroz competencia que les entorpece en cierto modo formar unidades solidarias. En cuanto a sus condiciones de vida y trabajo, pertenecen a organismos incapaces de jugar un papel verdaderamente independiente en la sociedad, por lo cual oscilan en sus simpatías y apoyos entre la clase burguesa y la clase trabajadora.
Es cierto que desde el análisis del socialismo marxista, sí diferenciamos entre la clase media y un sector más numeroso de la población: “Las capas medias”, es decir, ese grupo social que contiene a las clases medias y a algunos estratos superiores de la llamada “clase trabajadora de cuello blanco”, que debido a sus condiciones, a sus relaciones sociales y nivel de vida, coyunturalmente pueden estar más cercanas a los estratos medios de las capas medias, e incluso adoptan su psicología, comportamientos y aspectos ajenos de las amplias masas de la clase trabajadora asalariada, pero también sería un error tomar esto en sentido absoluto, porque a veces, depende de las circunstancias.
De acuerdo con una Encuesta de la Población Activa (EPA) publicada en 25-1-18, la población activa en nuestro país al 31-12-17 era de 22.765.000 personas. El número de personas ocupadas estaba en 18.998.400 y el número de parados era de 3.766.600 (16,55%). El número de Empresas Activas a final de 2017 era de 3.337.646 de las cuales 1.840.000 de ellas, ¡¡NO tenían ningún asalariado¡¡ (¿Empresas instrumentales, economía sumergida, ingeniería financiera, falsos autónomos…? ) En el Régimen Especial de Trabajadores Autónomos (RETA) el número de trabajadores registrados en diciembre de 2017 era de 3.204.678.
Las discrepancias estadísticas de los datos de la propia Administración son escandalosas: Si al número de Empresas Activas le restamos el número de Autónomos que nos muestra el RETA al 31-12-17 tenemos:(3.337.646 – 3.204.678 = 132.968 Empresas Activas). Pero como según la EPA existen 1.840.000 empresas (Un 55,5%) que no tenían ningún asalariado, las cuentas no salen correctamente con los datos que nos aporta el Estado. Uno de los problemas a resolver para empezar a aclarar las cosas en la economía española, es conocer las cifras de las empresas y cuántos trabajadores tienen con certeza cada una, si de verdad el Gobierno quiere luchar contra la corrupción.
En esas cifras de Empresas Activas se incluyen las Pymes, negocios familiares y cooperativas, donde laboran pocos trabajadores, muchos de ellos miembros de la misma familia. ¿Cuántas empresas existen de verdad? Consultando datos actuales de 2018 hemos encontrado éstos: Empresas de más de 50 trabajadores: 13.116. De más de 500 trabajadores: 1.044. De más de 1.000 trabajadores = 750. La atomización es un problema a resolver: Estadísticamente solo el 17,2% de las Empresas tiene más de 3 trabajadores el resto, un 82,8 % de las empresas españoles tienen 2 o menos asalariados. Según declaraciones del Presidente de la CEOE, Juan Rosell (30-7-2017), “el número de empresas de menos de 50 trabajadores ha ido aumentando al pasar de representar un 97,77% en 2010 a un 97,98 % en 2016”. ¿Se puede llamar a esto tejido empresarial o más bien una madeja enmarañada de economía sumergida y corrupción sistémica?
Con esas cifras vemos claramente que el número de empresas está completamente distorsionado. Los autónomos figuran dentro de los mismos Empresarios y es necesario entender que muchos de ellos son antiguos asalariados, que han sido empujados por las grandes empresas a ser autónomos, pero que realizan y viven en las mismas condiciones que un trabajador asalariado normal en activo que se ve forzado a pagarse su Seguridad Social como Autónomo, a veces con muchas dificultades para subsistir.
Utilizando los propios datos oficiales que nos proporciona la Estadística, se confirma la poderosa correlación de fuerzas que existe a favor de la clase trabajadora en todos los países capitalistas modernos. Algunos críticos al servicio de las Derechas y el Capitalismo, niegan que exista la “clase obrera” y siguen criticando continuamente hablando que ahora hay solo “clases medias” y que la clase obrera ya no existe porque está muy debilitada.
Sin embargo, debemos reconocer que la conciencia y la psicología de esas capas superiores o periféricas de la clase trabajadora asalariada es cambiante y heterogénea, entre las cuales se encuentran trabajadores con conciencia de clase, que por provenir de un despido, un cierre patronal, una regulación de plantillas o de una reconversión industrial, no han perdido sus vínculos naturales con el resto de la clase trabajadora a la cual ha pertenecido y sigue perteneciendo.
Podemos distinguir entre esas capas, sectores de estudiantes bien preparados con varias carreras, profesores, médicos, abogados, funcionarios interinos y demás sectores empobrecidos por la crisis recientemente incorporados a la clase trabajadora procedente de distintas extracciones sociales, pero que se han “proletarizado de hecho”, aunque sigan considerándose ellos mismos “clase media”. De todas formas, la fuerza social y numérica de amplias capas de la clase trabajadora asalariada continúa siendo la abrumadora mayoría muy superior a esas capas medias mencionadas y el 47 % de los asalariados cobran menos de 1.000 euros al mes.
Existe una confusión entre el concepto de “clase trabajadora” con el nivel de vida. En los países más desarrollados, la mayoría de los trabajadores no pasan hambre y se pueden permitir acceder a condiciones de vida más desahogadas, tomando vacaciones y llevando una vida digna, pensando y actuando que han dejado de ser “clase obrera” y se consideran clase media y así razonan muchos sociólogos, psicólogos y técnicos con un esquema que en realidad representa una vulgarización del análisis marxista bastante burda. En los países más empobrecidos existe la clase trabajadora que no sale de pobre; en zonas de África o Latinoamérica y zonas en conflicto, el hambre y la miseria les empuja a migrar buscando un pedazo de pan.
El socialismo científico no ha negado nunca, porque sería estúpido y acientífico, la posibilidad de un aumento en el nivel de vida de amplias capas de la clase trabajadora, porque esa es el objetivo y por ello combatimos al capitalista. La patronal se ve obligada a aceptar subidas salariales de los trabajadores que las conquistan con sus luchas ante las condiciones sociales cambiantes en las que se desenvuelve la lucha entre las clases.
Pongamos unos ejemplos: Disponer de un coche hace 80 años era un lujo inalcanzable para la mayoría de obreros. La escasez y el elevado precio en comparación con el miserable salario de la época, impedía al trabajador acceder a unas condiciones de vida dignas. En cambio, actualmente un coche, una tele, un móvil… es absolutamente vital para desenvolverse incluso como trabajador asalariado. Es esencial para millones de asalariados el desplazarse en su coche para asistir al trabajo y sería difícil o imposible para la producción capitalista funcionar como hace 70 u 80 años. Por otra parte, la industria del automóvil es una rama fundamental de la producción capitalista.
El sistema capitalista se ve obligado a reflejar en el salario de los trabajadores esa realidad, porque necesita seguir existiendo y con salarios bajos, como a los que nos arrastró la política de recortes y austeridad del PP; el nivel salarial ha caído tanto que lastra el consumo y la producción. “Casi un 28 % de la población en España, 12.9 millones de personas vive en riesgo de pobreza y exclusión social”.(www.europapress.es 16-10-17), por lo que resulta ridículo decir que los trabajadores se han aburguesado o se han convertido en clase media, cuando la brecha de la desigualdad sigue creciendo.
El coche y otras mejoras, como los electrodomésticos, son objetos más de consumo y medio de vida y no un lujo. Pero la relación social entre asalariado explotado y capitalista explotador no ha desaparecido, sino que sigue creciendo como vemos, si analizamos la brecha de la desigualdad entre ricos y pobres. El modelo capitalista continúa extrayendo las plusvalías del salario dejado de pagar al asalariado.
El socialismo científico afirma que en cada época, los capitalistas intentan mantener el salario del trabajador en el mínimo necesario para que pueda sobrevivir en condiciones sociales mínimas. Existe una lucha constante entre la patronal y los trabajadores, que es lo que se denomina, lucha entre clases, por lo que también afirmo que las conquistas por el nivel de vida y condiciones de trabajo de las masas no es eterna y lo que te dan por un lado intentan quitártelo por el otro, por lo que la lucha se convierte en permanente.
La correlación de fuerzas entre las clases, cambia a veces a favor de una clase, a veces de otra, por ejemplo, fruto de un gobierno de los capitalistas y muy reaccionario como el que hemos sufrido estos últimos años, dirigido por el PP, que ha destrozado el Estado de Bienestar, o fruto de una gran derrota sindical, o incluso en momentos históricos, una aguda crisis económica como la que hemos sufrido que dura ya más de 10 años habiendo desaparecido muchas de las conquistas sociales alcanzadas en épocas anteriores ganadas a base de las luchas sindicales y políticas.
A modo de conclusión: Solamente con la transformación socialista de la sociedad podrán garantizarse de forma definitiva los avances sociales y elevarlos hacia el bienestar, pero, a condición de que se consiga planificar la economía y poner las grandes palancas de la producción en manos y al servicio de la clase trabajadora y capas medias, para derrotar a la reacción que crece en toda Europa de forma muy peligrosa.