El 9 de Abril de hace 42 años el gobierno de Suárez decidía por sorpresa la legalización del PCE. Es uno de esos momentos históricos de nuestra joven democracia.

Recuerdo perfectamente ese día, llegaba a Pamplona de un viaje de Semana Santa a Navarra y veníamos de Andorra. Una gran nevada nos recibió, cogí mi coche y me volví a Madrid a celebrarlo con mis camaradas de Artes Gráficas, donde militaba y antes en la Universidad.

Después mi primer carnet, la cena de celebración en su entrega, mis camaradas, Manolo Galán, Guille, Felisa, Bernardo, Carlos Elvira, Emiliano y tantos y tantas otras….aún les recuerdo. Años de lucha, de riego, de clandestinidad, de detenciones, persecuciones, torturas, años de una política que hoy ya no se lleva, prostituida como está en los tiempos actuales.

Reconozco que aún me siento comunista aunque milite en el socialismo, moriré siéndolo y como mi amigo Enrique Curiel de cuya mano entré en el PSOE pondrán la bandera de la hoz y el martillo sobre mi féretro antes de incinerarme…………….

Vivimos todas esas sensaciones, todas esas experiencias pero también otras que ahora van desapareciendo lenta, implacablemente. Solidaridad, sinceridad, generosidad, audacia, honestidad, complicidad en una lucha justa, valentía ante el poder de los cobardes, amigos, camaradas, de los de verdad, aquellos con los que se forjó el acero de la lucha anti franquista.

 

Hemos perdido, especialmente la izquierda, demasiados valores en el tránsito por esta compleja democracia, quizás engañados por la falsa creencia de que para conservarla todo vale, o probablemente engatusados por la idea de que alcanzando el poder nuestras propuestas, nuestros ideales se podían llevar a la práctica, o simplemente porque nuestros líderes los de arriba, en medio, abajo, se conforman con las poltronas que ponen en sus caminos.

Pero creo que el tiempo nos ha demostrado que eso no es así, que alcanzar el poder en una democracia no permite aplicar nuestras ideas, poner en marcha nuestras recetas para solucionar las injusticias de este mundo, porque es mentira que el poder como idea fundamental, se alcance a través de las urnas, de los votos.

Hay un poder, el financiero y económico, que no participa en las elecciones pero que está por encima de estos mecanismos democráticos, un poder que controla, dirige, ordena, sin que nada ni nadie se le pueda oponer. ¿O sí?

De la respuesta a esa pregunta depende el futuro de una izquierda ahora debilitada, confundida, aplastada en lo ideológicos, e incluso en lo vivencial. Una izquierda inmersa en el cainismo de luchas internas y externas.

¿Es posible con métodos puramente democráticos llevar adelante nuestras ideas, nuestros proyectos de transformación?

Hace 40 años pensábamos que sí, aquel 9 de Abril al inundar las calles con nuestras banderas rojas con la hoz y el martillo, esos símbolos que ahora las nuevas generaciones que han ido llegando consideran ya trasnochados al igual que nuestras teóricos, Marx, Engels, Lenin, Keynes, Freud y tantos otros, creíamos torpemente que la legalización la habíamos conseguido con nuestra lucha.

Qué ingenuos fuimos todos estos años creyéndolo, en primer lugar porque ignoramos, o quisimos ignorar, lo que nuestros dirigentes pagaron. Ingenuos porque olvidamos que el poder, el verdadero poder, sabía que para perpetuarse era necesario ese movimiento que entonces pareció una claudicación, ingenuos porque eso nos desactivó hasta nuestros días.

Aquel 9 de Abril comenzamos a cavar nuestra propia tumba, la tumba de la izquierda, o al menos la de la izquierda real, sin descafeinar, sin moldear. Ahora somos, todos de la izquierda civilizada, domesticada diría yo, esa que ya no le da problemas al poder real.

Quizás en el futuro tengamos que realizar lo que en el cine consideran un Dèjá Vu, una vuelta atrás, al pasado, con el fin de que nuestra película,  película acabe con victoria. Volver al momento previo a ese 9 de Abril, a lo que representábamos antes de ese fatídico día, a nuestros ideales primigenios, primitivos si queréis, a lo esencial de nuestras propuestas y aplicarlas también con la praxis de entonces, con la lucha, clandestina si es necesario, de aquel tiempo.

Cuando sabíamos quién eran nuestros enemigos y también quienes nuestros amigos, nuestros compañeros y camaradas. Cuando teníamos claro la dirección de nuestros pasos, las medidas a tomar para vencer, para vencer realmente.

Quizás llega el tiempo de desperezarnos de este largo letargo de 40 años, de volver a blandir nuestras armas ideológicas y prepararnos para una larga lucha. Con sacrificios como en aquel tiempo, con sinsabores, dolor, sufrimiento, recordando nuestro viejo lema: “más vale morir de pié que vivir de rodillas”. Que de nuevo el acero forjado en tantas batallas vuelva a brillar dando luz a la oscuridad actual. De buscar nuevos líderes que no se vendan, ni corrompan, ni se dobleguen, líderes valientes, honestos, solidarios, generosos.

O lo hacemos pronto o las masas, que ya no confían en nosotros, nos pasarán por encima, no lo dudéis. De hecho ya lo están haciendo, probablemente ahí se encuentre el argumento fundamental para entender, por qué en este país podría dar el poder a la derecha extrema y la extrema derecha el próximo 28-A.

Éste es el momento, éste el lugar, precisamente en la conmemoración de ese 9 de Abril. ¿Por qué no puede ser este país quien lidere ese nuevo tiempo, esa nueva estrategia?

Solo la lucha nos puede llevar a la victoria después de 42 años de derrotas.

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