Todos los candidatos a la presidencia del Gobierno han hecho un alto en el camino, nunca mejor dicho, para encerrarse a preparar los debates de lunes y martes. Unos debates que parecen decisivos en ambos lados del espectro político pues existe una alta volatilidad en estos momentos. ¿Todos? No, ha habido uno que ha seguido con la campaña y que parece no necesitar prepararlos. Pablo Casado, candidato nesciente del PP, ha decidido que él no necesita encerrarse y que con cuatro cositas le vale para derrotar a los demás, especialmente cuando los neofascistas, a los que teme, no van a estar.
No piensen que es cuestión de capacidad intelectual y de conocimientos superiores a los demás candidatos, bien al contrario es mucho más producto de la soberbia que otra cuestión. El candidato del PP ha creado en su cabeza una fantasía donde todas las piezas se estructuran en un encaje que lleva a la perfección. La mitomanía que sufre Casado le procura esa fantasmagoría que es lo que viene exponiendo en los últimos meses. Mentira tras mentira ha llegado a creer que sólo existe la verdad que está incrustada en su cabeza. Lo que sumado a la recua de pelotas y adoradores del gran jefe le ha llevado a la soberbia de creerse capaz de todo y, por tanto, de acabar con sus enemigos en un debate a cuatro.
No sólo es peligroso porque toda su cabeza está podrida debido a que las mentiras, incluso las personales, la llenan completamente. No es que sea un visionario sino que más bien tiene el perfil psicopático de los líderes de sectas milenaristas que llevan a sus seguidores al suicidio o la violencia. Además, la soberbia de creerse ungido por el dedo de dios o de la Historia (ambas igualmente peligrosas) para salvar España provocan que muestre claros los perfiles de una personalidad autoritaria. Un personaje al que han tenido por el típico machaca o correveidile en su partido, que se cree superior en todos los aspectos a los demás y que está dispuesto a imponer por la fuerza su visión no es nuevo en la historia universal. Haberlos los ha habido y han causado millones de muertos y desgracias. El desprecio manifiesto por la razón y la consideración de los que no están de acuerdo con sus postulados como enemigos acérrimos y, por tanto, cosificados está plenamente asentada en Casado. Cuando habla de “comunistas” no es una catalogación, despreciativa pero catalogación, de un adversario, sino la cosificación de un enemigo que debe ser exterminado. Al igual que sucede con Pedro Sánchez que es un enemigo cosificado que debe ser destruido de todas las formas posibles.
Soberbia y mentiras son mala mezcla para quien se dice demócrata. La templanza, la prudencia y la capacidad deliberativa, por muy fuertes y convincentes que sean los propios postulados, son características de la personalidad democrática y de ellas carece completamente Casado. No es que los demás sean hermanitas de la caridad respecto a ciertos tintes soberbios, pero ni a tal grado ni con tal cantidad de mentiras por minuto. Y lo que es peor, no tienen una visión catastrófica milenarista de lo que pasa en España. Lo económico es conocido que, salvo cuestiones estructurales del propio país, está fuertemente interrelacionado con el resto del mundo y la fracción financiera que viene dominando el Orden Global está boqueando y necesitada de más dinero contante y sonante para seguir su acumulación. Pero de ahí a pensar que en España está a punto de llegar el Armagedón hay un salto cualitativo y cuantitativo. Y lo dice quien apoyó la precarización de la clase trabajadora y de los pensionistas mientras la clase dominante llenaba sus arcas. En su cabeza, para desgracia de España, sin embargo, parece que todo era hermoso y perfecto.
La soberbia, que es extensible en este aspecto a muchos otros miembros de su partido, también le hace reclamar para sí lo que cree que es suyo. En el PP entienden, da igual el lugar y la persona, que sólo ellos y ellas están legitimados para gobernar. Cuando lo hacen los demás es culpa de la turbamulta que se deja embaucar con esas políticas socialdemócratas que no son más que un totalitarismo amable. Sólo el PP, que es la derecha verdadera, puede y debe gobernar, incluso sin tanta alharaca democrática tienen interiorizado en la formación reaccionaria. El poder político debería estar en el PP pues entienden que son los mejores, los aristócratas de lo políticos, cuando no pasan de ser realmente los esbirros de quienes realmente tienen el poder, unos gobernantes de bronce. El gobierno de los ignorantes pero rendidos a la plutocracia que domina.
No necesita preparar, por tanto, los debates porque con contar todas las mentiras que suele contar piensa que es más que suficiente. Además, piensa en su fuero interno que sólo con su presencia y la comparación con los demás dirigentes, esas masas aborregadas necesitadas de mano firme y dirección dura le elegirán a él. Esa autodivinización que no deja de ser una forma de engreimiento propio de personas que, en el fondo, se sienten menores, le impide ver que la sociedad española es mucho más inteligente que él y lo que piensa de la misma. Y, aunque se sea de derechas, en las comparaciones odiosas igual no preparar bien los debates, esperando el todos contra Sánchez, puede hacerle encaminarse a la nada electoral. Si sus mentiras han hundido al PP hasta los 70 escaños (una caída de casi el 50%), su soberbia igual le lleva a ser despreciado hasta por el establishment. Casado tan engallado, altanero y arrogante demuestra ser nesciente, ignaro y mitomaníaco y las personas de toda condición ideológica se han dado cuenta.