El pueblo ha hablado el 28-A: Las urnas muestran una derrota estrepitosa del Bloque Azul y un triunfo histórico del Bloque Rojo, que frena en seco a la involución. Preciso es profundizar en el análisis de los cambios que se están produciendo en el voto y la mentalidad de la clase trabajadora y la ciudadanía en general, porque estamos inmersos en giros a derechas e izquierdas formándose corrientes de opinión, a veces no declaradas.
La atomización y dispersión es fuerte y expresan cambios en sectores importantes de los trabajadores y también en sus direcciones. Representa una ruptura total del antiguo bipartidismo del modelo del 78 que ha sido barrido por las urnas.
El PSOE liderado por Pedro Sánchez alcanza el 28,7% con 7.480.755 votos y consigue 123 escaños. El remonte con relación a 2016 es notorio consiguiendo 48 parlamentarios más y una derrota del PP en el Senado.
Unidas Podemos pasa de 71 escaños a 42, bajando del 21,1 % al 14,30 % pero esos parlamentarios pueden ser muy útiles para un gobierno de izquierdas.
Sumando todos los votos que podrían favorecer al Bloque Rojo, con nacionalistas de Cataluña, Euskadi y Galicia, esas fuerzas del progreso obtienen 13.239.980 votos, 185 escaños y un 50,8 % de los apoyos, derrotando al Bloque Azul (PP, Cs y Vox) que consigue un 43,2 % y solo 149 escaños con 11.276.920 votos.
El PP se da un batacazo perdiendo un 45 % de los votos, Cs logra 57 diputados (15,85 %) y Vox alcanza 24 escaños (10,26%) pero casi la mitad de lo que esperaban por las encuestas.
Aparte de las 5 fuerzas centralistas tenemos 8 más periféricas. ERC gana 15 escaños desde Cataluña (24,6%) arrasando ante Jxcat (7): PNV 6, Bildu 4, CC 2, NA+ 2, Compromís 1, PR Cantabria 1.
Las listas proclamadas para el Congreso (579) y el Senado (579) que competían en las elecciones del 28-A han sido en total 1.174 a nivel del Estado. La Junta Electoral de Málaga proclamó candidaturas al Congreso y Senado (BOE 2-4-19).
En Málaga se presentaron 3 fuerzas de Derechas: Cs, PP, Vox. Y 8 fuerzas de izquierdas: PSOE, Unidas/Podemos, Pacma, Pum-J, PCTE, PCPA, AxSí, Recortes O. La dispersión de voto es enorme.
Durante la larga crisis y recesión de más de diez años la clase trabajadora ha tenido la ocasión de aprender en base a su propia experiencia, probando la incapacidad de la política de derechas y también del reformismo, para dar soluciones a los profundos problemas sociales que padece el pueblo trabajador, surgiendo la búsqueda de atajos en líneas nacionalistas como en Cataluña.
A partir del 11-M vimos cómo surgieron corrientes nuevas en el movimiento obrero, hablando incluso de “tomar el cielo por asalto”, formada por gente joven y clase obrera que sabían ya lo que NO querían, pero todavía no sabían bien lo que querían. Confundían el reformismo del PSOE con el PP, cuando cantaban aquello de ¡¡Psoe y PP, la misma “ROSA” es¡¡ (para ser elegante y no escatológico).
Tras las movilizaciones surgió Podemos que venían como muy revolucionarios, pero luego se moderaron y no han llegado a comprender la necesidad de defender un programa de transición al socialismo en bases marxistas. La deriva encabezada por Iñigo Errejón los dividió y se desmarcó claramente de Iglesias, formando una corriente que no llega siquiera a socialdemócrata. La Socialdemocracia y la Constitución están siendo ahora reivindicadas por la corriente oficialista mayoritaria encabezada por Irene Montero y Pablo Iglesias que han aplazado la línea revolucionaria.
Distinguir la transición entre el “reformismo de izquierda y el marxismo democrático” es difícil y está lleno de obstáculos, existiendo una cierta confusión que solo se podría despejar en situaciones revolucionarias cuando las masas entren en combate.
Precisamente por esas dificultades, los procesos de clarificación de las corrientes de opinión pueden ser más o menos largos, como ocurre en el PSOE que dura ya más de 40 años, desde el inicio de la deriva a la derecha de la corriente encabezada por Felipe González, cuando resurgió la oposición de la corriente Izquierda Socialista. Durante esos procesos, las masas trabajadoras han pasado por diferentes etapas y estados de ánimos, buscando espacios a derechas e izquierdas.
Científicamente se podría definir al “centrismo” simplemente como un estado de ánimo entre sectores importantes de los trabajadores, que han abandonado el reformismo y buscan de forma inconsciente, el programa marxista de transición al socialismo, que es el que verdaderamente defiende los intereses históricos de la clase trabajadora y cuya expresión pudo haberse dado en el seno del PSOE, pero se produjo por fuera a través del 11-M y cristalizó en Podemos.
Desde el punto de vista del socialismo científico el “centrismo” es una corriente intermedia, que oscila entre el reformismo socialdemócrata y el marxismo. No tiene una línea política muy definida. Busca su política al tanteo contradictorio, dando giros a derecha e izquierda. Va de un lado a otro a veces en plan oportunista, cambia, vacila y modifica sus posiciones sin justificación seria. Las direcciones “centristas” acaban burocratizadas y sometidas en parte al marco del estado burgués, sin atreverse a romper con el sistema ni siquiera de forma teórica, porque abundan las camarillas y las componendas personalistas que defienden sus sillones. ¿Es Podemos “Centrista”?
Necesitamos diferenciar de forma clara este estado de ánimo de las masas en acción de los “dirigentes centristas” porque éstos, en realidad no son ni reformistas ni marxistas, sino que están en transición de una corriente a otra confundiendo en estos casos a la clase trabajadora de base.
Esas direcciones, al menos muchas de ellas, lo único que buscan es explotar políticamente esas corrientes en transición, que podríamos llamar “centristas” que están surgiendo en plan oportunista y a la caza de unos escaños para vivir del cargo y no precisamente para ayudarlas a sacar conclusiones de girar a la izquierda buscando el “socialismo marxista”.
Distorsionan el proceso, surgiendo el divisionismos con grupúsculos, muchos de ellos artificiales o financiados y creados por la propia burguesía, para impedir que cuajen corrientes internas en los partidos de masas de la izquierda y eso, objetivamente, favorece a las derechas aunque no lo entiendan o no quieran entender.
La gran mayoría de esos dirigentes llamados “independientes” e incluso “centristas”, son en realidad “burócratas de izquierdas profesionales”, siendo solamente una minoría de afiliados, trabajadores honrados capaces de hacer la transición hacia el “socialismo marxista” o hacia partidos revolucionarios, porque, de lo contrario, es difícil entender que gane siempre el ala más moderada, siendo la clase trabajadora la mayoría inmensa, en relación a los cuadros.
Las bases solo pueden expresarse libremente cuando hay una oportunidad como cuando Pedro Sánchez se basó en el voto directo de la militancia tras el golpe de las baronías prometiendo el giro a la izquierda. Algo parecido pasó en el Laborismo Británico cuando Jeremy Corbyn derrotó al ala derecha y el Partido ha crecido con 500.000 nuevos militantes.
Muchos de esos dirigentes están a años luz de aquellos de los años 30, como Largo Caballero, que hubiese podido hacer la Transición completa al Socialismo, si se hubiese desarrollado una corriente en el PSOE, basada en la Izquierda Socialista marxista y democrática que se empezó a formar, pero fue demasiado tarde y demasiado débil e incluso boicoteada por el estalinismo “centrista” desde Moscú, junto a los errores de las direcciones de izquierdas.
Las características principales de los llamados “centristas” son un cierto eclecticismo, su carácter amorfo y su desprecio a la ideología y al programa socialista. Algunos dirigentes de las izquierdas son capaces de pronunciar preciosos discursos, reconociendo la necesidad de los cambios sociales revolucionarios, como otrora hacían Alfonso Guerra en el PSOE, o Julio Anguita en el PCE, o Pablo Iglesias en Podemos, o Pedro Sánchez en campañas.
Pero a veces en momentos clave, dejan a un lado sus discursos floridos, sus ideales y sus programas, actuando en la práctica de forma totalmente oportunista, adaptándose a la gestión del modelo capitalista en plan reformista agarrándose a la Constitución o a la clásica teoría del “etapismo”, o incluso resucitando las dos orillas.
Las corrientes “reformistas” e incluso las “centristas” son muy reacias a aceptar la necesidad de organizaciones internacionalistas, cayendo siempre antes en las particularidades “nacionales”, que significa no practicar en realidad la Solidaridad Internacional con las organizaciones más afines, cuando los trabajadores toman acciones de luchas firmes, lo cual equivale al “sectarismo”.
De esa forma, sustituyen el más elemental principio del Internacionalismo Socialista propio del movimiento obrero internacional, por apoyos simbólicos que causan pocos efectos en la clase dominante y en los abusos que cometen las multinacionales capitalistas corruptas hasta la médula y el capitalismo dominante.
La confusión ideológica y programática de las diversas y numerosas corrientes de opinión, (declaradas o NO declaradas), tienen también una importancia enorme en los aspectos organizativos y por tanto es difícil encontrar en los partidos actuales, corrientes diversas manteniéndose en el interno con propuestas diferenciadas, porque las direcciones no actúan con un método compañero y tolerante, llegando al extremo que, por una coma, o un punto, o cualquier discrepancia secundaria, surgen cuatro elementos y un dirigente que forman otra corriente o plataforma o vete tú a saber… despreciando la Unidad y siendo incapaces de tener tolerancia y respeto para defender cada cual sus posiciones, se esté en minoría o en mayoría.
Existe un ansia desmesurada de mando que es muy destructivo, una falta de método de funcionamiento democrático y otras anomalías que habría que corregir. Teniendo en cuenta el ambiente de apatía al que las direcciones han arrojado al movimiento obrero, debido a la escasez de cuadros políticos bien formados, junto al vaciamiento constante de los partidos y sindicatos de clase tradicionales, podremos explicarnos perfectamente la dificultad para que surjan, se fortalezcan y avancen, en el seno de esas organizaciones, potentes corrientes de masas claramente diferenciadas con sus propuestas Organizativas y Programáticas claramente definidas.
Estas Oposiciones existen hoy en el PSOE: por un lado las llamadas baronías encabezada por Susana Díaz con los apoyos de Felipe y demás dirigentes, como ala más moderada y proclive al pacto con C’s. Por otro lado, la Oposición Izquierda Socialista, con una base amplia que alcanzó en las primarias en torno al 30 % del voto de la militancia pero representada ahora por una burocracia en Ferraz que se niega a terminar el proceso de la Asamblea Federal, pese a tenerla solicitada 14 territoriales, existiendo una discrepancia entre ese residuo de la Comisión Permanente de I.S. Federal y las 3 Portavocías, elegidas desde las bases junto, con una discrepancia paralizante que se debe subsanar lo antes posible mediante la democracia.
La Organización Federal del PSOE debe despejar el camino y abrir los cauces para elegir democráticamente a la nueva representación de la corriente Izquierda Socialista, cuyos aplazamientos duran ya más de dos años. Asimismo exigir la aclaración de otras corrientes no declaradas, como “Socialistas de Izquierdas“, “Socio-Liberales, “Democratacristianos”, “Cristianos Socialistas”, “Masonería”, con sus alas Conservadoras y Progresistas (Secretas o Discretas) y algunas otras de carácter demasiado personalista, por lo cual el PSOE y sus corrientes de opinión internas tienen que dar los pasos para restaurar los métodos democráticos y clarificar la situación. Ya está bien de mesas camillas y de manejos fuera de los cauces democráticos.
La lucha más firme que ha llevado a cabo Izquierda Socialista, como única corriente reconocida estatutariamente por la corriente oficialista, contra todos y contra todo, ha sido por la restauración de la democracia interna y la necesidad del giro a la izquierda. Eso lo empezaron a llevar a cabo precisamente cuando el aparato comenzó a tomar la deriva hacia la “democracia orgánica” moderada.
Aquella dirección se reservó la potestad de remover a los cabeza de las listas por parte de los órganos superiores, despreciando las decisiones tomadas por la “democracia de base”, acabando con la soberanía de las Asambleas Locales, que hay que restaurar, para que tengan la posibilidad de elegir y revocar a los representantes, como el método democrático más legítimo para combatir la burocratización y la degeneración.