¿Quién no recuerda en estos instantes en los que entramos en una nueva campaña electoral, la famosa novela de Miguel Delibes, “El disputado voto del señor Cayo” y la posterior película interpretada magistralmente por Paco Rabal?
En esta reflexión introduzco la impostura de, como en el peor fotoshop posible, cambiarme no sin cierto pudor por el señor Cayo, permitiéndome el lujo de actualizar la trama.
Después del impactante fiasco que Pedro y Pablo, Pablo y Pedro, consumaron el pasado 18 mi grado de cabreo, me temo que coincidente con un amplio sector de la izquierda sensata, me llevó a tomar una decisión crucial; el próximo día 10 de Noviembre y como castigo a su irresponsabilidad no iría a votar.
La izquierda perdería así un voto insignificante en lo cuantitativo pero quizás significativo en lo cualitativo.
Que alguien de ese espectro ideológico que se dejó la piel en el franquismo para que llegara la democracia y por lo tanto las elecciones libres, decida plantearse por primera vez desde entonces, ausentarse de manera voluntaria, debería hacer reflexionar a los sesudos líderes de nuestros partidos, PSOE y Unidas Podemos si lo conocieran.
Aunque lo dudo porque este tipo de información no les suele llegar a su blindada atalaya con filtrajes de sus palmeros que evitan cualquier información que pudiera alterarles.
Posteriormente y ya con la resaca de las sensaciones vividas los últimos días, he decidido volver a dar una vuelta a una decisión tomada fruto del calentón del cabreo. Ya se sabe que nunca es bueno tomar decisiones de esa manera abrupta y primitiva.
Ahora por tanto quedaba reflexionar y utilizar las pocas neuronas que nos van dejando de una manera racional y sensata. Utilizando el sentido común, el menos común de los sentidos en los tiempos que nos tocan sufrir.
¿Cuál debería ser mi decisión desde esa nueva posición?
Después de darle unas cuantas vueltas he llegado a la conclusión de que tengo cuatro alternativas:
1.- Desde la participación continuar con mi idea inicial de castigar a los responsables. Para ello introducir en la urna el sobre con las papeletas de ambos, PSOE y UP, rotas en diez pedazos. Sería una manera extrema de manifestar mi enfado con los dos.
2.- Seguir votando al PSOE como en los últimos 29 años, pero tapándome la nariz.
3.- Cambiar y hacerlo a UP de la misma manera gráfica.
4.- Votar a un partido que no haya participado del desaguisado, en el caso de que Íñigo Errejón decidiera entrar en la contienda.
Por eso decido escribir estas líneas, para trasladarles que de aquí al 10-N me abro a escuchar sus propuestas con el fin de que acabe eliminando la opción primera.
Como en la novela de Delibes, o en la película de Giménez Rico me convierto en Cayo, o mejor, en Paco Rabal y quiero que me convenzan, que me llenen de argumentos (por supuesto creíbles) para conseguir mi voto.
Podría ser como un experimento, una especie de experiencia piloto que pudiera servir al resto de la ciudadanía que se encuentra como yo en estado de máximo cabreo.
Aquí me tenéis Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, e Íñigo Errejón en espera de vuestra dialéctica convincente. Pero no me mandéis lacayos, venid en persona y exponerme vuestros razonamientos cara a cara, mirándome a los ojos, para observar también vuestra expresión corporal que a veces dice más que mil palabras.
¿Tendrán el valor de hacerlo? ¿Bajarán al polvo de debatir en un pequeño pueblo de Navarra, muy diferente por cierto al rural de Burgos de la novela?
Podría ser una de las novedades de la campaña, una especie de “puerta a puerta” personal e intransferible.
Aquí tenéis al señor Cayo-Úriz y su disputado voto……….os espero sentado a la puerta, como me dijo un sabio anciano cubano, “viendo la vida pasar”.
Veremos…………