Después de un fin de semana cualquier buen aficionado a los libros –del estilo que más prefieran- habrá podido leer en los distintos diarios los culturales. En ellos habrá encontrado literatura, poesía, ensayo, nuevas traducciones, entrevistas con autores, etcétera, pero ¿habrá encontrado crítica literaria? ¿Sabrá qué libro comprar o cuál desechar en base a un análisis somero del texto que se presenta? ¿Tendrá ánimos con este o aquel libro a causa de la buena impresión que le pueda haber causado? ¿Hasta qué punto las editoriales, especialmente los dos grandes grupos, condicionan lo que se publica y las entrevistas que se “deben” realizar?
Hace algún tiempo el editor Pere Sureda, de Navona, habló sobre la inexistencia de una verdadera crítica literaria. Si leen, da igual Zenda Libros o los culturales diversos, lo que se expresa en esas página encontraran mucha exposición de lo que el libro es, sin más. Eso cuando no se hace directamente un corta y pega de lo que haya enviado la editorial en el correo electrónico o, los más afortunados, el libro en papel. En muchos casos es completamente incuestionable que no se han leído los libros, como mucho una visión en diagonal para saber sobre qué trata, más un vistazo a la Wikipedia para intentar contextualizar al autor o autora, y a publicar. Si se percatan todos los artículos son loas sobre el texto, al fin y al cabo se deben vender los libros, y poco análisis y crítica. Existen excepciones, extrañas, en las que el articulista intenta ir un poco más allá pero se sigue en la loa de la obra. Esperar encontrar a un Gilbert Keith Chesterton despellejando una obra de George Bernard Shaw con ironía y calidad es utópico. Manda el dinero.
Algún despelleje se ha visto en las letras españolas aunque más bien producto de la enemistad entre autores que por cuestiones literarias. El miedo a decir este libro no es recomendable, con buenas formas, parece un tabú en los culturales. Se puede decir “la intrascendencia de los personajes”, “la falta de ritmo de la historia que se narra” o “la presuntuosidad del autor” como mecanismos de esa no recomendación. O directamente, no compren el libro porque es malo, tedioso y quien lo ha escrito no merece una segunda oportunidad. Sin duda en la crítica hay un sesgo subjetivo, pero es que en la actualidad parece que todos los libros son maravillosos y no, no todos lo son. Varios casos como ejemplo. El “supuesto” ensayo La España vacía de Sergio del Molino es un bodrio que llegó a lo alto en las listas de ventas por ese elogio entre compañeros y la fuerza de ciertos grupos empresariales. El último libro de Bernard-Henri Levy sobre la pandemia (Este virus que nos vuelve locos), autor al que han entrevistado en todos los medios, es peor que una redacción de chavales de 14 años para la asignatura de literatura. Falto de profundidad y con todo el ego que puede acumular en páginas y páginas Levy –que es bastante-. Tampoco es que el libro sobre la pandemia de Slavoj Zizek sea mucho mejor (Pandemia), pero al menos no le han dado tanto bombo. ¿Han leído algo así en los medios culturales? No.
El problema es que si se hace verdadera crítica –para elogiar o para censurar- las invitaciones a eventos cesan; la publicidad no se abona y acaba el articulista en la calle; no te publicarán a ti en esa editorial y como la mayoría de “culturetas” tienen aspiraciones a novelistas o lo son pues existe, quieren que no, ese auto-veto crítico. Mejor no decir nada porque te irá mal en esa industria. Y luego están los grupos de amiguetes que se lisonjean constantemente y hacen gala de ello, estableciendo hasta un tipo de mafia de la crítica literaria pues están colocados en los medios más influyentes. Si criticas alguna de sus obras, así sean realmente un peñazo insoportable, el trabajo es seguro que escaseara en tu vida. Aunque la presión de los grandes grupos editoriales –que suelen ser también distribuidores- no se debe dejar de lado. Hay mucho dinero en juego en publicidad. Por tanto, aunque alguien tuviese la tentación de hacer verdadera crítica la estructura literaria se lo impedirá por activa o pasiva. Un ejemplo, esta misma semana han concedido el premio nacional de periodismo cultural (entregado a Sergio Vila-Sanjuán), el cual debería haber sido entregado a las distintas personas que ejercen como relaciones públicas en las editoriales.
Y no piensen que eso sucede con la literatura, especialmente con la novela, porque es parte de todo el entramado. Incluyendo los ensayos –cuando realmente lo son y no acaban colando refritos de artículos de periódico, irreflexiones y demás paja- que se supone es un mundo literario donde caben más críticas o más seriedad analítica. Comenzando que ponen a cualquiera, sin instrumentos personales de análisis –que no tienen por qué tenerlos, cabe advertir-, se sigue la misma lógica editorial. Alabar lo que publican los dos grandes grupos editoriales más algún título que agrade o haya llegado a la redacción. Un ejemplo de hace dos años. Gareth Stedman Jones publicó un ensayo sobre la vida y obra de Karl Marx, aprovechando efemérides de su nacimiento, de casi mil páginas. Publicada por una de las editoriales que se dedican a estos libros y que se sitúa dentro de los grupos que dominan, fue felicitada por personas de todo tipo y condición. Hay que dudar que lo leyesen realmente porque es una obra, como se contó en estas páginas, que hace un gran recorrido por el mundo de las ideas que rodean a Marx pero sin realmente hablar de Marx y sus vicisitudes personales e intelectuales. Aquí se dijo claramente que era “una estafa literaria” ¿publicaron eso los culturales? No. No se atrevieron. Y así con textos y textos alabados y glorificados pero vacuos en realidad.
Al final la crítica, subjetiva sin duda, se produce en blogs de personas lectoras, en los hilos de calificación de las diversas tiendas on-line o en simples mensajes en las distintas redes sociales. Muchas personas bibliófilas acaban utilizando los culturales, cuando los utilizan, para ver las novedades, pero acaban caminando por otros parajes en busca de inspiración para determinar qué libro comprar. Y, no hay que olvidar nunca, a los libreros y las libreras que ejercen con pasión su profesión sabiendo recomendar a cada persona aquello que puede gustarle o puede impactarle. Esas pequeñas librerías que acaban siendo el refugio de los amantes de los libros en busca de la última joya que disfrutar. Esas personas que quitan de la cabeza el último bodrio del autor muy vendido pero poco leído y comprendido para señalar a esa autora japonesa que acabará por enganchar al lector. En España no hay crítica de ningún tipo, existe amiguismo, peloteo o copia y pega, pero poco más. El dinero manda y no la calidad. Pese a ello hay magníficos editores que se la siguen jugando día a día y que suelen anteponer la calidad literaria al nombre de un autor. Entre otras cosas porque igual no les llega el dinero para la compra de derechos, aunque en realidad es porque son tan apasionados de los libros como quienes los compran. Disfruten de los libros siempre aunque no haya crítica que les ayude a definirse en la compra.