El nuevo libro del papa Francisco I acaba de llegar a las librerías (Te deseo la sonrisa) y contiene una virtud principal, puede ser leído por teólogos o incrédulos, por seculares o religiosos, por católicos o protestantes… Por cualquier persona que quiera acercarse al sentido de misión que tiene el pontificado del argentino. El papa actual pretende sacar el evangelio de la oscuridad para hacerlo patente en día a día de las personas. Nada mejor que hacerlo mediante una Iglesia misionera que no tiene porqué cruzar las fronteras de cada país, sino que es en cada terruño donde hay que hacer esa labor que parece haber sido perdida en favor de no se sabe bien qué búsqueda del poder.
El libro que la editorial Plaza & Janés presenta tiene un corpus definido pero no está escrito en forma de ensayo, ni de texto narrativo largo. Al contrario, se han reunido una serie de perlas del pontífice romano que estaban diseminadas en discursos, artículos o encíclicas. Textos breves donde Francisco va explicando desde el significado de la sonrisa hasta la esperanza que deben tener todos los seres humanos en un futuro mejor. El camino que propone para lograrlo, en esta ocasión, es la alegría. El final es la plena comunión con Dios y el resto de hermanos.
Mediante el recurso de las citas bíblicas el Papa acerca al lector a pequeños detalles de la vida cotidiana que pueden ser vistos con otras gafas diferentes al nihilismo o el hastío. La alegría debe estar presente en cada cual, mucho mejor si es la alegría de haber encontrado a Jesucristo resucitado (lo de resucitado adquiere sentido para los que lean el libro), para poder soportar las duras pruebas a las que la vida somete al ser humano actual. Ya sea una pandemia causada por un virus, ya sea una pandemia causada por el ansía humana en sí.
No deja fuera del texto, de hecho es el epígrafe más largo, las enfermedades (espirituales) que él entiende que afectan al ser humano de estos tiempos. Quince son: 1.) Sentirse inmortal, inmune o indispensable; 2.) El “martalismo” (por Marta) o eceso de laboriosidad dejando de lado lo mejor que ofrece la vida; 3.) La “petrificación” mental y espiritual (poseer un corazón de piedra y cabeza dura); 4.) El exceso de planificación y funcionalismo; 5.) La mala coordinación o cese de la comunión de las personas; 6.) El alzhéimer espiritual (olvidar la propia historia de salvación); 7.) La rivalidad y la vanagloria, que genera un falso misticismo o el quietismo; 8.) La esquizofrenia existencial (la hipocresía del mediocre); 9.) El chismorreo, las murmuraciones y el cotilleo; 10.) Divinizar a los jefes; 11.) Indiferencia hacia los demás; 12.) La cara de funeral; 13.) La acumulación; 14.) Los círculos cerrados; 15.) El beneficio mundano del exhibicionismo.
La misión del papa Francisco nada tiene que ver con el proselitismo, como bien dice eso es lo último que hay que hacer con un no creyente. Por eso el libro pretende ser un diálogo con los propios y los ajenos. Un diálogo que no es más que una parte de ese testimonio que debe dar la Iglesia. No existe un Dios a la medida de cada cual sino uno que es padre y ejemplo para todos los seres humanos, de ahí que mediante la alegría, la sonrisa, el esfuerzo y el amor se pueda ver ese hilo de esperanza que ofrece a todos por igual (lo que le aleja claramente del protestantismo que tan peligrosamente se está infiltrando en la Iglesia católica).
Tras una serie de oraciones que él suele utilizar, de las que hace partícipes a todos los lectores, finaliza en libro con una breve entrevista con Gian Marco Chiocci. Ahí se puede ver la lucha que el actual papa tiene contra los “eclesiásticos propensos a poner el dinero (“los primeros padres lo llamaban el estiércol del diablo, también san Francisco”) por encima de la cruz”. Al final, lo que pide Francisco no es más que permitir que el Espíritu Santo entre en cada uno, no hacer de lo religioso una costumbre. Lo mejor, al final, es que cada uno de ustedes se deje llevar por la lectura del libro para descubrir esas perlas que el pontífice ha escrito para usted. Unas le alimentarán, otras le molestarán, pero lo que pretende es que al final usted sea alegre frente a la buena nueva de lo que ha de venir.