No se sabe a ciencia cierta el motivo pero es obvio que el Atlético de Madrid se ha lanzado a la captura de buenos fichajes en este verano. Acostumbrados a la mediocridad, los rodillas raras y las cesiones de amigos, los aficionados rojiblancos llevan dos días corriendo desnudos por las calles. El jeque Mochilo, esto es, Miguel Ángel Gil, ha sacado la billetera y parece que nadie le va a parar. Bien porque Simeone le haya echado la bronca (supuesto menos claro); bien porque los fondos de inversión Quantum y Ares —que también está en el Chelsea, por si interesa— le han apretado por aquello de la venta (como les contamos); bien porque una vaquilla en Valdeolivas le haya dado un topetazo —aunque dicen que está por Sancti Petri—, hay fichajes increíbles.
Poder quitar a equipos ingleses, más si tienen propiedad de Emiratos Árabes, jugadores de calidad, no está en la mano de cualquier equipo. Cuando menos si son españoles. El jeque Mochilo lo está haciendo y sorprende a la par que parece molestar. ¿El porqué? No está claro pero podría ser por un caso de gataflorismo —término de Rubén Uría que parece haber salvado la memoria de sus ancestros— o de pura envidia. Si no se fichan se quejan de baja calidad de la competición y si se fichan se quejan de nula capacidad financiera. El caso es quejarse o envidiar no estar en el foco mediático después de haberte gastado 190 millones. Porque, pese a lo que digan algunos, se han gastado 190 millones para solo dos y por esa cantidad el Atleti trae a cuatro, cinco o seis.
Hubo muchas risas con la triquiñuela del agente de Dovbyk y su salida rumbo a la Roma; con la negativa de Merino a venir porque, decían ambos, no hay proyecto deportivo. Eso lo han retransmitido y repetido hasta la saciedad. Hoy con toda esa tormenta de fichajes, que no ha terminado, tras ver alegría y portadas (en realidad huequillos en las portadas) y ver el cachondeo en las redes sociales porque, hasta ayer, uno de los fichados tenía un sueño desde niño que parece no haberse cumplido, ha aparecido la policía de los fichajes.
En su mayoría ese cuerpo policial mediático y de redes es el mismo de la policía de las celebraciones, de las pausas de hidratación, de los vídeos que pueden subir los equipos… Lo extraño, en esta ocasión, es que se están sumando policías de otros lares como Donosti o Bilbao. También los hay de Barcelona pero, parece, que es más por cabreo con Joan Laporta, ergo cierta envidia, que por algún sistema de represión. Desde Valencia también hay ojeadores pero por enfado con Peter Lim en su mayoría.
Una policía que, con pocas luces, viene a quejarse y a intentar reprimir cualquier tipo de celebración o festejo con el añadido de poner en cuestión los propios fichajes. Lo de los tontoslaschampions, especialmente su sección de Tegucigalpa, es un clásico permanente, ahora aparecen los periodistas diciendo que es imposible que se puedan hacer o encajar todos esos fichajes porque ellos saben las cuentas del Atlético y es imposible. No saben la deuda de su equipo como para conocer la de los demás; no saben cómo funciona el Sistema Financiero de La Liga como para saber qué encaja y qué no; no saben matemáticas como para hacer sumas y restas, pero como buena policía de los fichajes está presta a la represión.
El padrino del fútbol pensaba fardar por toda España (que puede hacerlo) e imponer su sistema totalitario. El problema es que jeque Mochilo con los fichajes de Julián Álvarez y Conor Gallagher (con un tirón mediático y comercial mucho mayor de lo que se piensa en España) le hace sombra, le tapa, le impide ser el niño en el bautizo, la novia en la boda y el muerto en el entierro (aunque cada día está más cerca de esto por lógica biológica). Mientras los fichajes eran Le Normand y Sørloth, completamente menospreciados pese a su calidad, todo eran bromas. Ahora con los dos jugadores arramplados a la Premier, ya no hay risas. Tras gastarse cerca de quinientos millones en cuatro años, le parece mal que alguien gaste casi lo que no ha invertido en ese mismo período.
La policía de los fichajes seguirá haciendo mal las sumas, quejándose del equipo del pueblo —por cierto, nada tiene que ver con dinero, pero no lo llegan a entender—, poniendo en duda todo porque, en realidad les molesta que a los demás les vaya bien. No se entiende eso porque el añadido bilbaíno y donostiarra no tiene sentido, salvo que se hayan creído que podían echar del escalón alto de La Liga al Atleti para siempre.