Allí, en el palacio de San Telmo debe estar el presidente de la Junta de Andalucía repanchingado en un sillón pensando, además de a qué huelen las nubes, cómo convencer a los andaluces de lo maravilloso que es él. No comprende que no le quieran como han querido a los presidentes del PSOE, ni como quisieron a Javier “Correcaminos” Arenas, con todo el esfuerzo que hace por parecerse cada día más a Cantinflas. Tanto en el habla como en el personaje. Si hasta ha permitido que Falange cuelgue su bandera en el Parlamento –ese mismo al que da un premio por su andalucismo- para crear la armonía necesaria con el cadáver de Queipo de Llano y recuperar la historia y fundirla en lo universal.
No entiende nada porque según le dice Elías Bendodo todo va bien; las personas están contentas siempre y cuando no tengan que acudir a la sanidad o tengan hijos que morirán achicharrados en los colegios cuando llegue el calor; Juan Marín ha aumentado los gastos para langostinos de Sanlúcar de todo el equipo de gobierno (recuérdese que nada más llegar a la poltrona se gastaron todo el presupuesto de un año en comidas del gobierno en tres meses); aunque las ferias no se celebren como antes cuando se pueda se gastará el triple; en Canal Sur los informativos han dado paso al No-Do o a telebonilla; en Almería igual hasta graban un nuevo spaghetti western y todavía no han metido en la trena al viejo Amat; el pin parental se aplicará pero sin decir que es el pin parental; y las mujeres vuelven a estar en la casa –“de donde no debieron salir” que diría cualquier voxero- para recuperar tradiciones. Es más, hasta le pueden quitar a Susana Díaz y poner a alguien que no conozca nadie en Andalucía (rezando porque no presenten a Espadas están en San Telmo) aunque se lleve bien con la Ejecutiva… de Madrid.
Y como no entiende nada, para tapar el fracaso del anuncio de la celebración del día de Andalucía con ese español perfecto de Castilla la Vieja, ha decido vestirse de faralaes y pasearse de esta guisa por toda la región. A ello piensa sumar su conversión en andalucista de pro, mucho más radical que Alejandro Rojas Marcos, y en recuperar a los descamisados de Alfonso Guerra si hace falta para que le tengan cierta estima. Más que estima que le voten porque de perder se ve a los cincuenta y tantos buscando trabajo –no ha tenido tiempo de cortejar a empresarios y banqueros- y con el currículum que tiene se ve echando peonadas para sobrevivir con el PER. Para ser del PP, la verdad sea dicha, está haciendo el trabajo sucio a Vox en todas las situaciones que dan votos a la extrema derecha y se los quitan al PP. Mientras tanto los andaluces de a pie pasándolas canutas, viendo cómo desde el gobierno de la Junta se ríen de ellos, les insultan y encima ni una dádiva les dan –antes no les hacían caso pero les daban cosas-.
Peor lo tiene, puede pensar Juan Manuel Moreno Bonilla, su colega Marín. De hecho le debe haber aconsejado que vuelva a reabrir la joyería porque en el PP no va a haber sitio, aunque Vox es el único partido que le queda por afiliarse de todos los andaluces. El actual presidente, cuando menos como dicen la encuestas que hace Bendodo en su despacho tomando un vino, logrará mantener su carguito de diputado, los de Ciudadanos con suerte lograrán hacer amigos al ritmo que van. Si tienes un consejero de Educación que miente y cataloga a los andaluces de estúpidos por no entenderle poco te pasa. Mientras la izquierda a la izquierda del PSOE se desangra en peleas de bobos (bohemios burgueses en francés) que se dicen de la clase trabajadora, mientras a Díaz le quieren segar las piernas a la altura de los tobillos, en Vox deben estar muy contentos, se deben ver hasta ganadores. Tienen al menos inteligente de los presidentes y a una izquierda cainita que les dará escaños, no por votos sino por no computar. Pero ¿y lo guapo que estará Moreno Bonilla de faralaes paseándose por toda Andalucía?