Un día si palabras de Pablo Casado y Albert Rivera para muchas personas puede ser una carencia, para algunas otras, la gran mayoría, es una alegría, un descanso, una oportunidad de regenerar neuronas del desgaste de ignorancias, bravatas sin sentido, mentiras, posverdades o, simplemente, cuestiones vomitivas que nos han dedicado los dos dirigentes de la derecha. Uno por reaccionario, Casado, otro por cuñado extremo, Rivera, suponen un agotamiento constante para cualquier persona (de cualquier ideología política) que tenga un mínimo de cultura, estómago o capacidad reflexiva. Pero ayer, ¡al fin!, dieron un respiro a la sociedad española.
La verdad es que Rivera ha estado más tapado en los últimos tiempos, seguramente por cuestiones familiares, pero Casado no ha parado un solo día de excrementar hasta ayer que sólo sacó un tuit para alabar al Ejército en su pascua militar. Pero claro, antes de querer acabar con la vida del presidente del Gobierno mediante un tuit, se había lanzado al negacionismo de la lucha de las mujeres (violencia doméstica); ha pronosticado que ejecutará un golpe de Estado contra Cataluña; ha hecho de la pulsión de muerte de la Legión un nuevo valor español (si tuviese dignidad preguntaría la población si está dispuesta a morir por morir); ha insultado a toda la izquierda; ha rendido pleitesía a los poderes fácticos (OTAN, Troika…); ha hecho la genuflexión máxima posible, hasta olerse los pies, ante la monarquía; y, como suele ser habitual, ha mentido en cada tres de cuatro palabras que ha dicho (se salvaban los artículos). Y esto sólo en las dos semanas navideñas que se esperaban pacíficas. Si hasta en las guerras se paraba en navidad, para Casado no hay día de descanso hasta ayer.
Igual los asesores y asesoras del presidente del PP ya no tienen más argumentos falaces que insuflarle en sus neuronas anquilosadas. Igual perdieron los libros de Onésimo Redondo, Ramiro Ledesma o Juan Pablo II y no se sienten tentados de conseguir algunos de liberales de verdad. Igual es que José María Aznar no ha podido darle una charla por teléfono. Igual es que de tanto sonreír de forma impostada ha tenido algún tipo de parálisis temporal. Igual es que después de tanta mentira, falsedad, Historia inventada, ha decidido acudir a su confesor particular a purgar sus pecados… No. Esto no es posible, porque lo terrible es que todo lo que dice se lo cree. Lo único que sabe que es mentira, y la entiende como piadosa, es que quiere mejorar las vidas de los españoles.
Rivera ha estado más tapado por motivos familiares y que es mejor, en la carrera que han tomado los reaccionarios y los neofascistas, callarse y no parecer tonto. Seguramente entienda que visto el nivel de salvajismo que han tomados sus compañeros de la derecha, si está callado y no dice muchas cosas (sólo ha hablado para posicionarse en favor de la lucha contra la violencia machista) igual sube en votos, aunque sean los votos del asco que muchas personas de derechas están empezando a sentir por lo que se dice. Si logra aparecer como moderado, porque cuñado ya se sabe que es, consiga desangrar totalmente al PP por su centro.
Cuestión bien distinta es que Rivera aguante mucho tiempo sin hablar; sin tomar su café semanal con Susanna Griso; sin querer ser el califa en lugar del califa; sin criticar al sanchismo; sin decir que Torra es el mal y Puigdemont lo peor; sin advertir del peligro del terrorismo fantasma de su cabeza; sin hacer el cuñado un rato en la barra del bar; sin ser él mismo en términos generales. Seguramente estos días, en los que Casado ha virado tanto a la derecha al PP que hasta los neofascistas tienen dudas de pactar con ellos por extremistas, habrá estado agarrado a un sofá en casa de sus padres clavando las uñas. Pero ya le habrá dicho su mamá que dejase de portarse así y como buen hijo ha apagado la tele (algún mensaje a su equipo de prensa seguro que cayó). Son tal para cual y están en una escalada de improperios que veremos en lo que acaba en términos sociales y democráticos. Igual pare antes Rivera que tiene más que perder. Casado sabe que es ahora o nunca, y por el bien de España, sin importar la ideología, se espera que sea nunca.