Dicen los neoliberales que el Estado les oprime como individuos, que no debe meterse en las relaciones entre individuos y entes económicos, que el Estado es malo y perjudica el proceso de acumulación de unos pocos, que el Estado no es más que un monstruo que sólo debe servir para dar seguridad en varios órdenes de la vida. Es la teoría del Estado mínimo que paradójicamente no aplican en la práctica. En el neoliberalismo, como en todo el capitalismo desde que surgió, hay una visión del Estado como mal menor, pero bien que lo utilizan para sus propios intereses: tanto la dominación de clase como la acumulación por desposesión y la protección del capital. Mienten a sabiendas porque son conscientes que el Estado está imbricado en las relaciones de producción y, por tanto, condicionado en cierto modo por ellas. Y en esas relaciones de producción utilizan su poderío como clase dominante para utilizar el Estado a su favor. Sólo la lucha de la clase trabajadora ha conseguido arrancarles bienes comunes (libertad de expresión, voto universal, etc.).
Hoy en día nos encontramos en España con dos casos similares y que demuestran esa utilización del Estado por parte de la clase capitalista o dominante. Las amenazas de Alcoa y Vestas por motivos de insuficiente beneficio son el perfecto ejemplo de esa utilización. La primera ha sido regada con más de 1.000 millones de euros y la segunda con 12,5-15 millones de euros para que no cerrasen las fábricas y deslocalizasen la producción. Ahora que no han sabido innovar con todos esos millones de euros, más bien utilizados para cuadrar las cuentas, amenazan con irse para ver si vuelve a saquear las arcas del Estado. Veremos si el Estado traga con semejante chantaje, con un ERE pequeño (acumular mediante la reducción de costes sociales y vitales) o le dice que se vayan a donde quieran que el grifo se cortó. No tendrá valentía, además, el gobierno de decirles que sus productos serán vetados en cualquier obra pública o pedido público. Empresas que hace tiempo que no saben competir con otras empresas, incluso con secciones de ellas mismas en países asiáticos, mediante la innovación o el ahorro sostenible de costes de transporte, pero que les va muy bien saqueando al Estado. O lo que es lo mismo, malos empresarios que quieren obtener beneficios, pagando pocos impuestos y con subvenciones.
No es nuevo todo ese rollo neoliberal de criticar al Estado pero ir corriendo a sacarle dinero. Empresarios como Florentino Pérez, al que todos ponen como ejemplo, viven de las privatizaciones de lo público, de la obra pública, de saquear al Estado constantemente, como los 2.600 millones que se le han tenido que pagar como compensación, o los 14,6 millones en Valencia por los sobrecostes que siempre se acuerdan por detrás (especialmente cuando gobierna el PP). No quieren al Estado sino para que se endeude según sus deseos y necesidades. En el caso de Pérez sus empresas construyen las autopistas por donde una familia circula para ir a visitar a un pariente con demencia senil al que Pérez (sus empleados) le limpia el trasero todos los días. Aquí todos pagamos la autopista y la residencia pero el beneficio y la acumulación de capital es de Pérez. Y si se pone peor, le llevarán a esa persona a un hospital gestionado también por Pérez. Como se observa lo que no quieren es que el Estado esté controlado por aquellos a quienes no dominen, o por la clase trabajadora, quieren seguir con la acumulación por desposesión.
En un libro de 2013 David Harvey (Ciudades rebeldes. Del derecho de la ciudad a la revolución urbana, Akal), además de explicar qué es eso de la acumulación por desposesión, exponía los ciclos económicos del capitalismo y cómo siempre se han utilizado los instrumentos del Estado para seguir la senda de la acumulación capitalista, del aumento de riquezas de unos pocos en detrimento de los muchos. Sin importar detraer los recursos públicos y de bien común y saquear todo lo posible. Pues eso es lo que intentan los jefazos de Alcoa y Vestas, saquear al Estado mediante un chantaje para seguir saneando sus cuentas. Seguramente numerosas empresas chinas, indias o tailandesas les están ganando la mano de la fabricación al aprovechar que allí está el nuevo proletariado industrial que no se encuentra movilizado. En el caso de China se encuentra bajo la opresión del gobierno chino. Por eso en vez de innovar o de hacer mejor su trabajo, no respecto a los costes de insumos y sociales, prefieren pedir subvenciones o cerrar.
Cuando muchas personas se enfadan respecto a estos cierres sienten en su interior la llamada de clase. No hace falta estar en una fábrica manchándose las manos, o manejando robots industriales sino que esa deslocalización afecta a muchos empleos de cuello blanco. ¿Saben la cantidad de ingenieros que hay en la India haciendo planos y cálculos industriales que ya no hacen los ingenieros europeos? El capitalismo no entiende de clases, sólo de la supervivencia de la suya. Mientras a los demás les dejarán creer que son clase media, que tienen la oportunidad de hacerse ricos, de ser como ellos (en algunos casos hasta los muy ricos aparentan ser simbólicamente de clase media), pero sus trabajos los enviaran al exterior. ¿Sus jefes? No pasarán hambre porque pedirán subvenciones para salvar cien puestos, cargarán al Estado algún tipo de prejubilación o ERE y seguirán acumulando riquezas. Mientras los neoliberales les hablarán mal del Estado, para que ustedes no se fijen en el saqueo que están haciendo.