El último liberal que quedaba en el PP, con el permiso de José Manuel García Margallo expulsado hacia la feliz jubilación bruselense, ha salido dando un portazo en los morros a Pablo Casado y su troupe de mentirosos compulsivos. Ángel Garrido, en un acto que le honra, se ha pasado a Ciudadanos. Desde la sede, pagada en B, de la calle Génova no han tardado en llamarle traidor, chaquetero, mascachapas y demás insultos propios de quienes tienen dentro de sí una pulsión autoritaria. Un buen fichaje para las huestes de Ignacio Aguado y le salida de un verdadero liberal.
Decimos esto de verdadero liberal, no por su pasado en el CDS de Adolfo Suárez (el de verdad, no el neandertal que tienen escondido en el PP), sino porque si alguien ha luchado dentro del PP por quitarle la caspa rancia del franquismo, bajarles la sotana o avanzar hacia un PP más civilizado y más europeísta ha sido él. En diversos congresos intentó que el PP sólo se autocalificase como liberal, sin más apellidos, y le tacharon casi de socialdemócrata. Peleó para que entrasen nuevos aires, con aroma añejo del liberalismo clásico, pero demasiados opusdeistas, kikos y falangistas de camisa vieja lo impidieron. No lo consiguió, como tampoco ver a su Atleti campeón en el Metropolitano de presidente de la Comunidad.
Su paso a Ciudadanos, fuera de la polémica y las acusaciones que sobre él vierten, es un paso normal después del giro hacia la reacción del PP de Casado. Garrido puede tener muchos defectos pero eso de tragar con mentiras continuas no va con él. Ha sido disciplinado pero no tanto para que Casado o Isabel Díaz Ayuso le estén metiendo el dedo en el ojo día tras día. Es coherente pero no hasta el punto de querer tapar la corrupción inherente al PP. Eso de que los aznaristas y aguirristas, que saquearon las arcas públicas e hicieron del capitalismo de amiguetes su modo de acción, vuelvan a dirigir el partido en el que estaba le quema la sangre. ¿Por qué no le dejaron seguir como candidato? No es porque la amiga de Casado esté preparada, que ni lo está, ni lo estará en siglos, sino porque tuvo la valentía de llevar a la Fiscalía todas las trapacerías cometidas en el Canal de Isabel II y en la Ciudad de la Justicia. No le perdonan en el PP que sea una persona íntegra.
Gana Ciudadanos con un cuadro muy dotado para la confrontación parlamentaria, con buen conocimiento de Madrid capital y Autonomía, y que concuerda con esos principios liberales que están intentando consolidar en la formación naranja. José Manuel Villegas y Albert Rivera debieron poner los ojos como platos cuando se enteraron que Garrido se pasaba a Ciudadanos. Esa “pieza” no la tenían en mente hace unos meses y ahora ganan a una persona con una capacidad intelectual liberal y de gestión de la que carecían. Pueden llamarle traidor y felón (que le gusta mucho al sinsorgo de Casado), pero ellos le han venido apuñalando desde hace años. Garrido tiene conciencia y hace bien en irse a un partido que está posicionando en el liberalismo político y no sólo económico. Que Edmundo Bal, Marcos de Quinto o Soraya Rodríguez hayan aterrizado es porque se han percatado que necesitan mostrarse como liberales.
Seguro que Luis Garicano estará feliz de estos fichajes. No son unos cualquieras, por mucho que los llamen traidores, son personas que sí representan lo que es el liberalismo a nivel europeo. En Madrid ya tenían a gente como Sergio Babrezo, Juan Trinidad, Juan Rubio, Susana Solís o Marta Marbán, por citar a algunos, así que comienzan a configurar un equipo naranja que podría dar la campanada y mandar al PP al pasillo de pensar. Garrido, a quien le pegó el término cuñado quien esto suscribe (mea culpa), ha sido consecuente con la visión que tiene de la política. En el ruedo parlamentario defender incluso con pasión la propia posición, pero siempre intentando llegar a acuerdos con las demás formaciones. Diálogo y capacidad para Aguado y una patada en las gónadas a un Casado que le apuñaló, le pateó y ahora le insulta. Así son en el PP.