“Albert Rivera, o gobierna con constitucionalistas y el PP, o se va a la oposición” ha dicho la candidata de Ciudadanos por Barcelona, Inés Arrimadas. Y por el camino en el que van Rivera acabará en la oposición, o en la calle. Pero lo curioso no es dónde acabe Alberto Carlos, sino que Arrimadas acepta de buena gana juntarse con los neofascistas. Se sabía que no les molestaban a la cúpula directiva de Ciudadanos, salvo a Luis Garicano, pero no había hecho tan explícito ese amor por los neofascistas, a los que niegan como Pedro cuando les miran o piden explicaciones.
Alberto Carlos Rivera sabe que tendrá que pactar con los neofascistas si acaba sumando el trifachito, como lo hará con una colleja de dedos marcados por el Ibex-35, si sólo cabe la suma con el PSOE, pero lo ha venido escondiendo hasta el momento porque le han señalado sus colegas de la Unión Europea. Los verdaderos liberales abominan de esta banda de chusqueros, pero Rivera se hizo hasta una foto con ellos en la plaza de Colón. Momento en el que comenzó su partido a perder votos por el centro y la izquierda a caudales nunca vistos. Después de pegarse ese tiro en el pie y de insistir con el cordón sanitario al PSOE y pedir una coalición al PP, el camino al suicidio está claro. Más si cabe cuando Arrimadas acepta pactar con los neofascistas a los que sitúa en el bando constitucionalista.
No hay que ser muy ducho en lingüística para sacar el trasfondo de las palabras de la “candidata Super Pop”. Si dice que “o gobierna con constitucionalista y el PP” ya está avisando que los neofascistas, únicos que pueden hacer números para el trifachito, son catalogados como constitucionalistas, aunque la quieran desmontar y generar una democracia orgánica de toreros, macarras de bar, proxenetas, franquistas e inútiles incapaces de ganarse la vida fuera de la política. Curiosamente el PP no es constitucionalista, o se da por hecho que lo es y todo no es más que un lapsus mental producto de su subconsciente fascistilla. Porque, al no poder nombrarlos de otra forma, recurre a una interdicción lingüística usando el término constitucionalista.
Eso sí, también han puesto un veto al PNV para gobernar, lo que a este ritmo les va a dejar solos, fanés y descangallaos. “Una alternativa de gobierno liderado por un partido de centro, limpio, sensato, reformista y sin tentación de pactar con el PNV” ha dicho la muchacha en un arrebato de sinceridad fascista. Porque es fascista el que veta a partidos por su ideología. En cuanto se descuidan y se salen del guion sale el bicho de dentro como si fuese un alien. No quieren que Alberto Carlos sea ministro de Exteriores con Casado sino gobernar ellos sin percatarse que hasta los neofascistas les van a pasar en votos, si es que consiguen salvar alguno. Claro que el dirigente popular con esa propuesta lo que ha hecho ha sido reírse en la cara de Alberto Carlos y, de paso, quitarle 200.000 votos de propina.
Y todo es culpa de la “emergencia nacional” y el populismo económico del PSOE en estos 9 meses. Un parto de los socialdemócratas que le deja a Ciudadanos sin un millón de votos así, por la cara con esas palabras. De verdad que quien dirija la campaña de Ciudadanos y les asesores es para que le pongan el nombre en la sede de Génova y de Ferraz, porque se puede ser inútil pero llegar a tal situación de negligencia es imposible. El principio de Peter queda como un chiste al lado de estos asesores porque a nadie se le ocurre dramatizar la situación, para rascar cuatro votos, no más, cuando todas las personas son conscientes de que no pasa nada. Inventar un peligro donde no lo hay puede ser eficaz, sin duda, pero ¡no a un mes de las elecciones! Es que hay que ser ignaro o ignara para no conocer que eso lleva meses provocarlo, salvo que se piense que la ciudadanía en España es estúpida, que es lo que nos tememos pasa en Ciudadanos. Claro que con los amigos con los que se juntan normal que las personas les traten ya a título de inventario cuando no como los payasos de la política española.