Las palabras de Javier Lambán, presidente de la Comunidad Autónoma de Aragón, recalcamos Comunidad Autónoma, sólo pueden ser consecuencia del miedo a perder en unas próximas elecciones, un ataque de cuernos por no celebrar el VII Centenario del Archivo de la Corona de Aragón., o una enfermedad psiquiátrica desconocida. Esto último porque sus palabras son más parecidas a las de los neofascistas de Vox que a las que alguien que es miembro destacado del PSOE. Tampoco parecen las palabras de alguien que es doctor en Historia por su completa falta de pedagogía. Así que debe ser todo el ataque de cuernos porque no hace falta decir esas barbaridades para que las aragonesas y los aragoneses sepan que él es muy mucho español.
“¿Cómo se defiende la unidad de España?” se preguntaba Lambán, para responderse él sólo, que ya se basta y se sobra, “Se defiende con la Constitución. Frente a cánceres como el del separatismo catalán se combate no pactando y no teniendo avenencia con él. Se defiende la unidad y la Constitución a través de un combate inmisericorde por las vías de la política, la ley, la cultura y, sobre todo, la verdad”. Una parrafada llena de contradicciones, como veremos ahora, y que parecen producto de una transmutación de Lambán en Fernando II de Aragón. Parece que quisiese que algún Maquiavelo actual escribiese sobre él mismo un texto como El príncipe. De otro modo no se entiende que alguien con la formación que se le supone a Lambán diga eso en un claro ataque al gobierno de su propio partido. Tal vez algo de odio a Pedro Sánchez por haber ganado a la trianera tocada por los dioses que tanto le gusta a él. Aunque más que trianera sea del “Tardón” y los dioses hace siglos que no tocan a nadie.
El separatismo catalán al ser catalogado como un cáncer por lógica debe ser extirpado de muy diversas formas. A cada patología le corresponde un tratamiento adecuado y en este caso dice Lambán que Sánchez no debe dialogar, ni pactar, sino aplicar la ley. Muy bien y ¿qué ley aplica para lo que sucede en Cataluña? Se supone que el artículo 155 que, como bien explicó Aitor Esteban en sesión parlamentaria, debe ser aplicado siempre y cuando la Generalitat no ejecute la recomendación del Gobierno. Volvamos a preguntar ¿qué ilegalidad está cometiendo la Generalitat que deba Pedro Sánchez corregir mediante mandato constitucional? Ninguna. Por muchas cosas que diga Quim Torra, como la sandez de la vía eslovena, hasta el momento no ha cometido ninguna ilegalidad, ni está subvirtiendo el orden constitucional. Salvo que Lambán sólo escuche a Pablo Casado y Albert Rivera, que entonces debe pensar que en Cataluña están los nazis sembrando el terror. El gobierno de Sánchez intenta otra terapia que ha funcionado en pacientes similares.
Otra posibilidad dentro de ese “combate inmisericorde” es la batalla cultural. Y tiene razón pero el Gobierno no genera cultura per se, sino que son las entidades de la sociedad civil las que tienen mayor capacidad de ello. Entonces, visto que la sociedad civil no está combatiendo en Cataluña culturalmente, ¿piensa Lambán que Sánchez debería llamar a los dueños de editoriales, periódicos, medios de comunicación, asociaciones para decirles que den la batalla cultural? Sin duda lo puede hacer e igual hasta lo ha hecho. Pero ¿a cambio de qué? La fracción cultural de la clase dominante no va a llevar a cabo una batalla cultural de forma gratuita, especialmente si no les genera ningún tipo de beneficio económico. ¿Está diciendo Lambán que se entreguen millones a esas personas y/o se les concedan bonificaciones para ganar la batalla cultural? Si lo pensase un poco mejor igual se daba cuenta de que los mismos que ganan dinero con el gobierno independentista, son los que en Madrid lo hacen con Vox. De hecho, el mismo Lambán podría dar esa batalla cultural desde su presidencia sin parecer que habla de la España de Menéndez Pidal. No puede intentar ganar una batalla cultural blandiendo la espada de Pelayo y la Reconquista. Él como sucesor autonombrado de Fernando II de Aragón sí podría hacer ver a sus territorios que deben calmarse y hacer caso a su regente.
Porque defiende la Historia como mecanismo de lucha contra las manipulaciones que se hacen desde Cataluña para ganar esa batalla cultural. Así la historia debe ser puesta “al servicio de la convivencia, de la paz, de las libertades y de los derechos”. Entonces ¿qué hacemos con la Constitución? Habría que cambiarla para que el reino de Castilla tuviese sus derechos, por ejemplo. La Historia ha demostrado que España es un carajal tremendo por culpa de políticos y monarcas incapaces que siempre ha trabajado de parte y contra los demás. Eso es lo que demuestra la Historia de España. Lo lógico, dejando la historia a un lado por una vez, sería dialogar y ver qué tenemos en común que no sea la Historia precisamente. Hasta Felipe González en su visión regeneracionista de España gracias a la que gobernó 14 años era menos historicista y tenía una visión más plural que Lambán casi treinta y tantos años después. Porque si se quiere hacer de la historia la “sustancia moral” como ha dicho Lambán, entonces entramos en el terreno de los nacionalismos, tanto el catalán como el españolista. Kant, el mayor moralista de la historia posiblemente, se tiraría de los pelos al escuchar a Lambán, pues para él la libertad surgía de la moralidad interior de la persona, no de cuestiones exteriores. Más bien habría que recordarle lo que decía Lord Acton: “Un Estado que no es capaz de satisfacer a diferentes razas [naciones] se condena a sí mismo”. Y eso es lo que intenta Sánchez, evitar la condena de España.
Y dice Lambán que la batalla debe ser política también. Y aquí es donde la contradicción es máxima porque la política democrática significa diálogo, deliberación, pacto, enfrentamiento dentro del marco de la ley. Pero Lambán prefiere la política agonal de los buenos (él y sus colegas) contra los malos (los demás). Una política donde sólo hay antagonismos que acaban por constituir la lucha a muerte. Y puestos a decidirse por una lucha antagónica, él que es del PSOE, podría elegir la de la clase trabajadora contra la clase dominante. Igual es más fructífera esa política para las personas que estar midiendo quién tiene la nación más moral o más grande. Sánchez, que puede equivocarse o no, ha decidido la vía de la política de la deliberación, del patriotismo constitucional, de lo plurinacional pero dentro del mismo Estado. Parecieran las palabras de Lambán querer recuperar un Estado-nación españolista que ya fracasó en el pasado porque esa nación española, al final, acaba imponiéndose mediante la utilización de mitologemas a las demás naciones que existen porque hay personas que se piensan a sí mismas de esas naciones.
Se comprende que él, como otros barones, hagan una defensa de sus sentimientos españolistas para no perder votos, pero de ahí a decir que el gobierno es pusilánime por no meter los tanques o algo parecido e intentar bajar la tensión que han generado personas que piensan como Lambán, hay un ataque de cuernos o una enfermedad psiquiátrica. Una enfermedad que se llama derrota interna. El nuevo rey autoproclamado de la corona de Aragón, por tanto, debería comenzar a pedir el gobierno de Cataluña, Valencia, Baleares y Nápoles para así acomodar la realidad a su visión histórica. Y restaurar la esclavitud, el derecho de pernada y demás tradiciones que fueron abolidas por la razón y la ilustración. Las cuales no parecen haber entrado en Javier Lambán.