Mientras que los delitos de narcotráfico siguen creciendo, la justicia se ceba con penas tremendas contra los toxicómanos enfermos y desesperados, a los que sus continuas condenas a cárcel no hacen más que castigarles a un desastre personal y familiar. Ahí queda reflejado el carácter clasista e inhumano de esa justicia burguesa que es vista cada día con más indignación por la población, demostrándose que la “justicia no es igual para todos”, sino que premia a los ricos y castiga a los pobres. Varias encuestas señalan que los drogadictos no debieran ir a prisión hasta que no sean curados mediante su atención como enfermos en centros adecuados y es una abrumadora mayoría de los encuestados los que dicen que debería elevarse las penas a los narcos, “incluso incautándoles todo su patrimonio y utilizándolo para curar a los que ellos han enfermado”.
Estudios sobre esta cuestión informan que solo entre un 5 y 10% de los toxicómanos condenados disfrutan de medidas alternativas a la prisión. Los jueces protestan ante las dificultades materiales con las que se encuentran cuando, al carecer de suficientes planes alternativos, se ven obligados a condenar a prisión a los drogadictos. También los sindicatos de prisiones dicen que no existe un tratamiento adecuado en los centros para la terapia adecuada de esos toxicómanos, además de que es una realidad que se introduce droga ilegal en prisiones para el consumo de los reclusos drogadictos, donde las mafias siguen operando.
Asistimos a una falta de medios públicos para atender a los enfermos drogadictos y el Gobierno anterior del PP trataba de pasar del problema. Cuando Gallardón era alcalde de Madrid, con un cinismo impresionante e inaceptable, anunciaba el plan de la apertura de las “narcosalas” para que los drogadictos tuviesen un lugar donde pincharse. Era una medida electoralista más, como se comprobó posteriormente porque el toxicómano, aún pudiendo pincharse en mejores condiciones y bajo atención médica, no deja de cavarse su propia fosa si sigue consumiendo y no se produce en realidad un plan para curarlo de su enfermedad. Si sigue comprando la droga a los mismos camellos y sigue viviendo en las mismas condiciones de marginalidad degradante, lo que se consigue con eso es garantizar los beneficios de los narcos y fidelizarlo como cliente. Esa hipócrita filosofía de medidas caritativas, indican que para la burguesía, el drogadicto es un estorbo y una garantía de beneficio para los narcos.
En realidad lo que requiere el enfermo drogadicto no es un sitio oculto para poder pincharse. El nuevo Gobierno Socialista debería llevar a cabo unos planes serios cubiertos por la sanidad pública para tratar el problema como lo que es, un enfermo que tiene derecho a ser curado, al igual que lo tienen los hijos de padres con recursos, pues la mayoría de los enfermos por drogas no tienen otro camino que recurrir a la rutina del cada día a costa de dejar completamente en la ruina a su familia, entrar en la delincuencia, o caer en centros privados que a veces son un sacadinero manejados por sectas religiosas que bajo el compromiso de sacarte de la droga, o te explotan en sectas haciéndote trabajar por las comidas, o peor, pues te introducen en situaciones “alienantes” de fundamentalismos religiosos, mientras que los Jefes de esas tramas se dan la buena vida.
Existen también sectores diversos, sobre todo los llamados “liberales” que plantean como alternativa la legalización de las drogas. La represión al consumo y al pequeño traficante se ha demostrado totalmente un fracaso, pero los argumentos en pro de legalizar el tráfico y el consumo son muy discutibles. Algunos argumentan que podría descender la delincuencia y que la calidad de la droga sería mejor y menos dañina. También desde sectores que se reclaman del progresismo apelan al ejercicio de la libertad individual hablando de que cuando se es libre, cada cual puede hacer con su cuerpo lo que quiera. Cuando se les argumenta que el drogadicto es un enfermo que ejerce su propio suicidio a cámara lenta te dicen que “se lo ha buscado y que se muera ya, que el Estado no debe pagar su curación”. Esos argumentos “individualistas, ultra-liberales e insolidarios” no van a la raíz de la cuestión, porque en realidad, el tema de la droga no puede considerarse un problema individual sino social. ¿No se plantean las derechas la pregunta de cuáles son las causas de que la juventud caiga en la droga y quiera desconectarse de esta sociedad capitalista que no les ofrece un futuro digno?
Esos argumentos de anteponer la “libertad individual” por delante del “bienestar social y colectivo”, en cuestiones públicas, es poco consistente y carente de solidaridad en una Democracia y demuestra que se tiene poco en cuenta que el entorno en que vivimos condiciona grandemente las acciones de las personas. La explotación, la marginación, la opresión, el paro, la miseria, la falta de un futuro… empujan a la juventud al mundo de las drogas. No pueden decir esos “neocons” que un joven que tiene la necesidad de trabajar porque tiene circunstancias familiares difíciles, cuando encuentra un empleo puede “decidir libremente”, decir que NO a ese contrato basura, o decirle al empresario que no quiere hacer horas extras, o que le ponga todas las horas que hace en nómina y cotizadas a la Seguridad Social, cuando sabe que con el modelo de contratación que implantó Rajoy no puede ejercer su libertad y sus derechos porque vas a la calle sin ningún tipo de indemnización. El nuevo Gobierno del PSOE debe abolir esas leyes reaccionarias de inmediato.
Igualmente es una utopía decir que la legalización de la droga permitirá una mayor atención al enfermo drogadicto. Precisamente la burguesía a través del Gobierno Rajoy, vino legislando la reducción de gastos sociales, privatizando la sanidad, colocando al Estado español con la mayor brecha entre ricos y pobres que nunca, con menos gastos por habitante en la U.E. despreciando las inversiones en salvar y sanar a los enfermos toxicómanos y aumentando la desigualdad de forma insoportable. Esperemos que esto cambie con el nuevo Gobierno PSOE porque al PP lo único que les importaba de los drogadictos es que “no manchen la estética” de los turistas y de gentes de su clase burguesa en los barrios ricos.
Argumentando en contra de la legalización de la droga, bajo el modelo capitalista de lucro privado, en caso de libertad de tráfico y comercio, siempre las introducirán en el mercado al coste inferior y de peor calidad que puedan, incluso por debajo del que tendrían en el mercado cuando se vendiesen legalmente, como ha ocurrido siempre, por ejemplo, con el tabaco, el alcohol y otras drogas legalizadas. La droga es en manos de los narcos su mercancía y con su legalización, esos personajes mafiosos, que tienen amigos entre los banqueros y la clase política, se convertirían en “honorables empresarios”, a costa de incrementar el número de muertos entre la juventud, víctimas de ese veneno cruel, sean legales o ilegales las drogas. Es lo que ocurre con el contrabando de tabaco o el alcohol de garrafón que sirven en algunas discotecas los fines de semana, destrozando el hígado al consumidor.
Con la legalización de la droga no se acabaría con la problemática que acarrea. Lo único que ocurriría es que aumentarían las cuentas de resultados de las grandes multinacionales que financian enormes alijos que se valoran en millones de dólares, a la vez que facilitaría y ampliaría el mercado del consumo de esas sustancias, convirtiéndolas en aceptables como otras sustancias tóxicas como el alcohol, robusteciéndose así el control embrutecedor y degradante del ocio en manos de los capitalistas y en perjuicio de la población, y sobre todo, de la juventud quedando castrados y anulados para la lucha social por un mundo mejor.
Algunos argumentan que la prohibición de las drogas aumenta su consumo, pero eso es totalmente falso. El alcohol es legal y es tolerado, aceptado y consumido por la población y eso no ha evitado que cada año haya más alcohólicos y muertes por cáncer de hígado, de páncreas, o causan accidentes de tráfico mortales por gentes que consumen masivamente esos producto; También eso es el efecto de esas drogas destructivas, aunque sus resultados son a veces lentos y menos reconocidos por la vecindad. “En 2016 más de 100.000 conductores dieron positivo en los controles de drogas realizados por la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil. El 43 % de los conductores fallecidos en accidentes de tráfico y analizados por el Instituto Nacional de Toxicología, tenían presencia en sangre de alcohol, drogas o psicofármacos”.
El problema de la droga y sus efectos nocivos para la población no se podrá resolver ni con su legalización ni con su represión. Porque una de las drogas más peligrosas y poco reconocidas es la “enajenación mental” que la propaganda burguesa ejerce sobre las mentes de las masas asalariadas. La juventud y las familias trabajadoras tenemos que defender nuestras reivindicaciones claras para poder llevar una vida digna, como un puesto de trabajo bien remunerado, viviendas dignas y accesibles para todas y todos, mejoras sociales en Educación, Sanidad, Servicios, Pensiones, Dependencia, etc. y luchar por conseguir un ocio alternativo, sano y creativo para nuestros barrios y ciudades.
Cada vez más gente comprende que mientras que exista el capitalismo, la clase trabajadora y la juventud se verá empujada a esa pesadilla, pero debemos continuar la lucha en defensa de un programa socialista que contemple entre otras cosas la expropiación de todos los bienes y fortunas de los narcos, para invertir esos recursos en un plan de lucha contra la corrupción expropiándoles sus negocios y propiedades para emplear esos recursos en rehabilitación y atención al enfermo toxicómano que sus acciones han provocado.
Esos planes deben ser gestionados bajo control democrático de organizaciones vecinales y sociales, en conjunto con los familiares de afectados y las organizaciones sindicales y políticas de cada zona. La fuerza tiene que venir desde abajo. Se están viendo señales del inicio del despertar tanto de familiares y amigos de las víctimas de la droga y de muchas personas concienciadas que luchan por un mundo mejor. Se está acabando el tiempo de esos hipócritas, cínicos y escépticos que no quieren hacer nada por cambiar el modelo de sociedad, pero la democracia nos exige apartarlos y continuar la lucha porque las nuevas oleadas de jóvenes están dispuestas a luchar por el Cambio que nos encamine hacia la emancipación y liberación como seres humanos. Millones de personas honestas están buscando una bandera limpia, unos ideales y un programa genuinamente socialista, para que a través de una lucha democrática plena, podamos unirnos y organizarnos avanzando hacia la victoria. El objetivo es la lucha por el socialismo Internacionalista y Solidario porque el dilema al que nos enfrentamos como Humanidad sigue siendo el de siempre; Socialismo o Barbarie.