El hecho de que la, a estas horas, todavía presidenta de la Comunidad de Madrid tenga uno o dos o doscientos másters sinceramente me da igual, entre otras cosas porque creo que para ser un buen o un mal gobernante no hacen falta títulos, ni universitarios ni de los otros. Pero lo que si me preocupa es que haya mentido en algo que no hacía falta, y es que no creo que sus votantes la eligiesen por tener tal o cual carrera o máster o doctorado.
Al margen de otras cuestiones políticas más o menos discutibles, el hecho de mentir en algo tan nimio y su reacción al ser descubierta es más que suficiente para inhabilitarla para ocupar un cargo político por mucho que los dirigentes de su partido empezando por M. Rajoy y siguiendo por el interino de San Estaban se hayan empeñado en arroparla.
Tampoco es muy de recibo el hecho de que desde las filas del PP ahora estén mas centrados en buscar y castigar a la o las personas que han hecho posible que el asunto haya trascendido a la opinión publica, claro que en este caso tampoco han inventado nada, pues es bien sabido desde tiempos ancestrales que es costumbre de alguien que se siente pillado intentar matar al mensajero y de esa manera tratar de tapar el sol con un dedo
Pero con todo, lo mas grave del asunto es que esa nimiedad que ocupará seguramente no mas una o dos líneas en el currículo de la ocupante del palacio de la Puerta del Sol de Madrid es que ha puesto al descubierto no es oro todo lo que reluce en una institución como la Universidad.
Es hasta cierto punto asumible que cualquier desaprensivo con dinero crea que todo es comprable, incluso los títulos universitarios, seguro que no es la primera vez que esto sucede en las universidades públicas y privadas. Pero si el asunto que nos ocupa ha de tener algo de positivo es el hecho de que quizás, por respeto a las familias que en muchos casos tienen incluso que endeudarse para poder pagar los estudios de sus hijos, por los miles de estudiantes que se dejan unos años de su vida estudiando y trabajando para conseguir una formación, y por el buen nombre de la propia institución universitaria haya llegado el momento de afrontar el tema con la seriedad que merece para que esa practica de vender títulos universitarios a todo aquel que esté dispuesto a pagarlos, aunque supongo y espero que esas acciones sean minoritarias, desaparezca de las universidades españolas publicas y privadas.
La mayoría de las universidades publicas españolas tienen un merecido y reconocido prestigio, y los títulos obtenidos por los que pasan por sus aulas son internacionalmente valorados, y es necesario que eso continúe siendo así. Para conseguirlo es necesario poner todos los medios posibles para apartar de las instituciones a cualquier persona que por acción u omisión permita que alguien pueda disponer de un titulo por el simple hecho de tener dinero y poder pagarlo.
Y es que resulta que un país puede sobrevivir a crisis económicas y a malos gobiernos, pero difícilmente podrá sobrevivir a universidades contaminadas o sospechosas de serlo.