Gabriel García Márquez escribió “El coronel no tiene quien le escriba” cuyo título, que no la trama, ha influido en el de esta reflexión.
Quizás también a pesar del río de tinta de estos días Catalunya no tenga quien le escriba, o al menos quien lo haga con la lucidez suficiente para construir puentes para comunicarse con el resto del país, pero también entre ellos mismos.
Llevo viviendo en Navarra los últimos 38 años, aunque cinco los pasé precisamente en Catalunya, antes los hice desde mi nacimiento en Madrid durante 33, por tanto conozco las tres almas con bastante precisión.
Aquí viví la parte más dura del denominado “conflicto vasco” una parte importante desde puestos institucionales que me llevó a sufrirlo en primera persona.
Sentí el zarpazo de esa violencia muy cerca, a veces demasiado cerca, también la presión de la irracionalidad, de los extremistas que me consideraban como enemigo a exterminar y no me gustaría que nadie lo volviera a sufrir, ni en Catalunya ni en cualquier otro lugar.
Pero en esa vorágine de odio y confrontación aprendí también a ver al “otro”, a entender sus ideas por muy confrontadas conmigo que fueran, a palpar su sufrimiento. Entendí que sólo desde el diálogo y la negociación era posible solucionarlo. Con imaginación, audacia y dosis enormes de generosidad y empatía.
Comencé entonces junto a otras gentes de mi orilla un arduo trabajo de construcción de puentes por los que pudiéramos comunicar las dos orillas de aquel río de aguas turbulentas, hoy afortunadamente remansado.
Fui de la mano de uno de los artífices que aquella locura acabara, Enrique Curiel y también con Odón Elorza, Gema Zabaleta, Koldo Méndez, Jesús Eguiguren, Ernest Lluch o Juan Mari Jáuregui. Los dos últimos paradójicamente fueron asesinados por un sector de quienes intentábamos comunicar.
Pero para afrontar esa construcción, necesitábamos encontrar también en la otra orilla gentes de las mismas características que lo hicieran desde su lado. Y las encontramos, desde Jonan Fernández, Paul Ríos, Patxi Zabaleta, Pernando Barrena en incluso en el tramo final el propio Arnaldo Otegi cuando fue consciente de que la violencia no conducía a ningún lado.
Fue un trabajo arduo, discreto, complejo, con incomprensiones, riesgos e ingratitudes pero lo conseguimos y ahora existen puentes robustos construidos sobre las ruinas de los que demasiadas veces nos dinamitaron. Así las gentes de ambas orillas podemos comunicarnos con naturalidad.
¿Existen en Catalunya ahora gentes como nosotros que estén colaborando a construir esos puentes de comunicación?
Probablemente sí, incluso puede ser que alguno desde la cárcel, pero desde este artículo les recomendaría que conocieran nuestra experiencia, como fuimos solventando las dificultades y convenciendo a los que mandaban para que con imaginación buscaran nuevas soluciones para los viejos problemas.
Catalunya hoy es un polvorín que las gentes sensatas de ambas orillas no pueden ni deben dejar explotar.
Es probable que las leyes actuales resulten un corsé demasiado asfixiante como para buscar soluciones, pero existen recovecos, atajos, interpretaciones flexibles que sí pueden serlo.
¿Por qué no explorar el artículo 92.1 de manera flexible? ¿Por qué no ser generoso con un nuevo pacto fiscal generoso? ¿Por qué no serlo también con la aplicación de indultos después del 10-N? ¿Por qué no………..?
¿Catalunya no tiene quien le construya puentes? ¿Existen allí los Enrique Curiel, Eguiguen, Elorza, Zabaleta, Barrena, Paul Ríos de aquí? ¿Existen organizaciones transversales como Elkarri, Lokarri, o Foro Social?
Pues si no los tiene y no existen busquémoslos con urgencia y consigamos que se pongan a ello.
La terminología usada en el “conflicto vasco” es de aplicación al “conflicto catalán”. La terminología, la metodología y todo lo demás…………
Veremos…………