Un servicio público es y debería ser por definición, algo de libre acceso para cualquier ciudadano, lo que no debe confundirse con un mal entendido concepto de gratuidad de las cosas, pues los medios para garantizar la disponibilidad permanente de los servicios públicos deben ser abonados por los usuarios de los mismos, para garantizar la continuidad en el tiempo de dichos servicios, y sobre todo la “adaptación tecnológica” constante de los mismos.
A medida que el ser humano se introduce de forma vertiginosa en un entorno tecnológico que varias generaciones atrás consideraban de ciencia ficción, se olvida de la importancia que para nuestro día a día tienen simples gestos, como puede ser “el hecho de que salga agua en cantidad y calidad suficientes cuando abrimos un grifo”.
Para que estos gestos de índole físico sigan siendo posible, muchas personas trabajan a diario y ponen su conocimiento y buen hacer en dotar a los servicios públicos esenciales (como es el abastecimiento de agua) de altas dosis de tecnología, que sí no fuese por el hecho de la necesidad de seguir transportando hasta nuestros domicilios de forma física ese bien esencial llamado agua, llegaríamos a creer que nuestro sistema de abastecimiento es tan virtual como otros muchos servicios que recibimos de la denominada “nube”.
“Nube” de la que afortunadamente sigue cayendo el agua de forma física, y esperamos que siga cayendo durante mucho tiempo, pues también combatimos con esfuerzo y tecnología el “cambio climático”.
Hoy en día, en el tercer lustro del primer cuarto del siglo XXI, encontramos habitual una nueva visión del abastecimiento de agua en vertiginosa interrelación con la tecnología, por lo que es importante retomar con dosis de evaluación positiva, el conocimiento real de lo que hemos hecho para que la tecnología influya considerablemente en un salto sin precedentes, de la mejora de la calidad del servicio del abastecimiento del agua respecto a lo conocido por no muy lejanas generaciones anteriores.
No podemos ni debemos olvidar, que la palabra “redes” tuvo uno de esas primeras acepciones más próxima a lo que hoy en día es una de sus más usuales, a través de las “redes” de abastecimiento de agua, que han representado uno de los hitos del paso del siglo XIX al siglo XX, o lo que es lo mismo la traída del agua a través de acequias y tuberías hasta el interior de las viviendas, sustituyendo la captación del agua en fuentes o directamente de cursos naturales, todo ello a través de las “redes” de abastecimiento domiciliario, que en el siglo XX se fueron instalando y extendiendo en todas las ciudades y poblaciones hasta conseguir hacer realidad ese sueño de mejora de la calidad de vida, en virtud del cual abrimos un grifo en nuestra propia vivienda y obtenemos ese líquido elemento esencial para nuestra vida.
Las “redes” de abastecimiento, con las mejoras tecnológicas del siglo XXI, continúan siendo soportes físicos a través de las que discurre ese líquido elemento, por lo que continúan sujetas a las reglas elementales de la física y de la naturaleza, razón obvia por lo que se pueden romper con la consiguiente interrupción de la continuidad del servicio.
Sin embargo podemos decir sin miedo alguno a equivocarnos, que en el Siglo XXI esta realidad ha cambiado considerablemente en la “moderna gestión del agua”, con la incorporación de complejos sistemas informáticos, herramientas tecnológicas, que al día de hoy se encuentran tan extendidos en la gestión del agua, que es imposible por ejemplo, que en una población como puede ser la ciudad de Valencia y su área metropolitana, el agua llegue a los ciudadanos en “garantía de continuidad”, si no es porque se dispone de una herramienta basada en uno de los modelos matemáticos en tiempo real más vanguardistas que existen.
Modelo que garantiza la simulación en tiempo real de las condiciones de regulación y abastecimiento para que podamos afirmar que en el día a día, más de 1.500.000 ciudadanos son realmente ajenos a los problemas reales de las “redes” físicas a través de las que discurre el agua, en ese “tránsito por la vida” hasta ser distribuida con calidad y cantidad en las de viviendas de tantos miles de ciudadanos.
La Gestión Operacional del Transporte del Agua o GOTA (nombre de la herramienta de Global Omnium para la regulación en garantía de absoluta continuidad del servicio) es un ejemplo claro de cómo la gestión de un servicio público basado en un elemento físico, se sustenta en un elemento virtual y tecnológico propio del siglo XXI.
Al mismo tiempo los procesos productivos de tratamiento del agua para dotar al líquido elemento de los mayores niveles de aseguramiento de su calidad sanitaria, hoy en día se encuentran perfectamente enmarcados en una gestión del conocimiento a través sofisticadas herramientas informáticas que evitan el error humano, controlando todos los aspectos de la gestión del proceso productivo, antes, durante e incluso en la red física antes de la llegada del recurso hídrico al usuario.
Además, la moderna aplicación de los sistemas de telelectura (hoy en día es una incontestable realidad por ejemplo en una ciudad como Valencia), sistemas que no tienen límites en cuanto a potencial de desarrollo en un futuro muy próximo, representan uno de los mejores ejemplos de lo que puede aportar en ese futuro no muy lejano “la virtualización de la interrelación del ciudadano con el servicio público”.
Si esta realidad ya no es ni mucho menos una utopía y se encuentra a años luz de lo que conocieron nuestros padres, acostumbrados a abrir el grifo y a no poder disfrutar de agua en calidad y cantidad suficientes, no es menos cierto que el nuevo marco de gestión del ciclo integral del agua a través de esta nueva “red virtual o nube del servicio público”, conlleva inexorablemente una nueva realidad: incorporar la ciberseguridad.
El abastecimiento de agua es esencial por 2 razones evidentes “dependencia” y “necesidad básica”.
“Dependencia” porque la mejora de la calidad de vida del ser humano en el siglo XXI exige un incremento continuo de ese proceso tecnológico de “virtualización” simulada de las redes, o lo que es lo mismo absoluta interrelación con el servicio público y pérdida progresiva de la afección y “dependencia” de los problemas (que subsistirán en un segundo nivel, él de la gestión de activos) de las “redes” físicas de abastecimiento. O lo que es lo mismo el agua se seguirá transportando por una red física, pero tenemos la obligación de conseguir que el ciudadano sea cada vez más ajeno a la interacción con los problemas de mantenimiento y conservación de las redes, mejorando por ejemplo la vida útil de las infraestructuras a través de modernos procedimientos de gestión de activos, y optimizando la respuesta ante cualquier contingencia.
“Necesidad básica” que está sujeta a una hipotética vulnerabilidad del bien físico a través de su cada vez mayor exposición a los medios y tecnologías virtuales. Dicho de otra forma, “abriremos el grifo y recibiremos agua en calidad y cantidad suficientes” cuando nuestros sistemas de ciberseguridad garanticen la imposibilidad real de que terceros puedan alterar o manipular la calidad de los procesos productivos o la calidad del recurso hídrico, o bien puedan manipular o destruir de forma virtual con afección física real, las “redes físicas” a través de las cuales recibimos el líquido elemento, o incluso eviten la posibilidad de poder tener acceso a una hipotética contaminación del agua en cualquier elemento de la red física.
Virtualizamos nuestras “redes” para mejorar nuestra calidad de vida, y trabajamos de forma inequívoca en materia de ciberseguridad, para garantizar la no vulnerabilidad de nuestra “dependencia”, y asegurar nuestra garantía de satisfacción permanente de esta “necesidad básica”.