Hace años, no tantos, el magnífico escritor José Saramago escribió su Ensayo sobre la lucidez donde, inexplicablemente, la capital de un Estado votaba en blanco mayoritariamente causando pavor en los partidos políticos. Tras repetirse la votación, pues así lo establecía la legislación, no sólo no bajo el voto en blanco sino que aumentó. Creyeron entonces ver la mano de una conspiración para derribar el sistema, para acabar con ellos, los políticos. Una conspiración muy secreta pues no había habido consigna pública por ningún sitio. El libro prosigue por otros derroteros, pero nunca la culpa se la adjudicaron los políticos a ellos mismos. Y la verdad es que el voto en blanco es un voto racional, igual más racional que los otros. Una racionalidad que desde la teoría política se pide con frecuencia e, incluso, desde los mismos atriles donde los políticos intentan convencernos de sus ¿excelencias?
En el caso español casi habría que hablar de excrecencias políticas. Pues como en el libro de Saramago son mayoría los que piensan como la élite que son, los que se sitúan más allá del bien y del mal y no quieren tener que responder ante la ciudadanía. Ellos, la gran mayoría, lo llaman pueblo degradándolo a mera borregada que les sirve para votar cada cuatro años y justificar un sistema de dominación. Democrático (o poliárquico que diría Robert Dahl), pero sistema de dominación tal y como está configurado en la mayoría de países occidentales. En España, aunque en otros países del entorno europeo no parece que sea mejor la cosa, la clase política ensoberbecida en su cumbre política es de las peores que se recuerdan. Cualquier calificativo que se les adjunte podría quedarse corto.
De ahí que, si hacemos un ejercicio de ensimismamiento, esto es mirar introspectivamente dentro de cada cual, seguramente la cabeza racional que se supone nos distingue del resto de animales con los que compartimos globo terráqueo, nos diría ¡qué ganas de votar en blanco! Una forma de abatir a la clase política no es irse a la abstención sino ejercer el derecho de voto pero diciéndoles que no nos gustan. Que son una recua de mulas que piensan que los demás somos estúpidos y somos incapaces de analizar “sus” asuntos. Ante las generaciones de personas más preparadas de la Historia de España, eso es arrogante porque sí que sabemos. Más que ellos que llevan toda su vida medrando para vivir del resto de la población. Por lo tanto, la ciudadanía sabe perfectamente qué son “sus” asuntos… por desgracia.
Pensemos en ese ensimismamiento. Quitando un 40% de la ciudadanía que vota a “su” partido pase lo que pase, esto es, personas que por diferentes motivos van con anteojeras a votar. Los “fieles y devotos” que pase lo que pase votan a los de siempre, da igual si son corruptos, tontos o han renunciado a los principios de la ideología que dicen adoptar. Si quitamos, por tanto, ese 40% queda un 60% de la ciudadanía que duda, que no tiene esa vinculación con los partidos, que suelen pensar su voto antes de depositarlo, más ahora con la diversidad existente. Un 60% que podrían pensar, lo que a continuación expresaremos, en ese ensimismamiento que les hace querer votar en blanco para darles una lección.
Comencemos por el lado derecho. En Vox son nuevos y poco se puede comentar. No ha dado tiempo a verlos como los neofascistas que son. Pero el PP y Ciudadanos ya llevan tiempo y sí que pueden tener muchos votantes que se ensimismen. En el caso del partido de la reacción, el Partido Popular, las personas que le han venido votando o se podían sentir más ideológicamente cercanas pueden pensar que Pablo Casado está exagerando los modos y las formas. Que es un niño pijo al que han regalado los estudios (que lo dice el Tribunal Supremo y le jueza del caso Máster). Que es un inculto enorme que, pese a lo que dice su CV, demuestra ser un chisgarabís. Que cada vez que abre la boca para expresarse dice una mentira tras otra. Que es un verdadero inútil y sus corifeos también. Quienes hicieran esta reflexión podrían derivar su voto a Vox, si piensan que están hartos de votar a un partido corrupto y acomplejado, como dice Federico Jiménez Losantos. También podrían pensar que en Ciudadanos son más moderados pero sus dirigentes son demasiado cuñados y chaqueteros. Algunos volverían a votar con resignación al PP pero habiendo pensado votar en blanco.
En Ciudadanos, pese a su corta edad, también tienen votantes racionales. De hecho, por la adolescencia muchos más. Aquí podrían pensar, si venía de la derecha, que Albert Rivera no es de fiar porque cambia mucho de opinión. Porque quiere ser la salsa en todos los platos. Porque es demasiado blando en algunas ocasiones. Y, además, ya tienen algún caso de corrupción y no saben gestionar, como demostraron hundiendo el Ayuntamiento de Valdemoro. Si han llegado desde el centro izquierda pueden pensar que Rivera es muy cansino con Cataluña, que ha pactado con los neofascistas de Vox y que se junta con el PP de la corrupción, sin aportar además soluciones reales. Todos podrían pensar que Rivera y su troupe son unos caraduras que están para servir a los ricos. Que Rivera no tiene suficiente riego sanguíneo en el cerebro por las cosas que dice y las contradicciones que comete día tras día. Que son muy cuñados y no se sabe bien dónde están ideológicamente. Que están cansados de sus frases huecas y sus conceptos vacíos. Algunos igual piensan en volver a sus orígenes electorales, pero una gran parte se quedaría con ganas de votar en blanco.
Llegamos a la parte izquierda y aquí también los hay que se lo piensan. Ver a Pedro Sánchez de presidente del Gobierno, con idas y venidas; con sus frases de izquierdas y sus zalamerías con el establishment; con una tesis mala y extraña habiendo estudiado siempre en Universidades privadas; con una mirada a lo Marty Feldman con un ojo a cada espectro ideológico; con el Falcón; con esa forma de abandonar lo que ha sido el PSOE toda la vida (de clase y estatalista); con esas maneras de colocar a dedo a sus amigos en las listas; pues igual muchas personas se piensan el voto. No confían en alguien al que ven a la altura de los otros dos de la derecha, en el mismo plano intelectual al menos. Un voto que no darían a la derecha jamás algunos, otros igual sí a Ciudadanos; pocos a Podemos (si Izquierda Unida no fuese en coalición muchos se decantarían por Alberto Garzón); así que la mayoría debe estar pensando en votar en blanco.
Pasemos a Podemos. Aquí las peleas entre unos y otras han hecho bastante daño porque siempre se acaba señalando a Pablo Iglesias como un dictador, que junto a su pareja Irene Montero son “los ceaucescu” y se han comprado un casoplón enorme. ¡Los que decían de que eran como la gente corriente! Eso ha hecho mucho daño. Así como la salida de pata de banco de Íñigo Errejón, donde los medios han obrado para que quedase mal la actual dirigencia, a los que se les ve incluso como malas personas con sus amigos y la pobre Carmena. Sus votantes al no querer al PSOE en buena medida, no tener al errejonismo para votar, seguramente se piense votar en blanco. En menor medida que los otros partidos pero de igual forma. A esto hay que sumar que la coalición con IU no les hace llegar el voto de los comunistas, un voto que sería en blanco al no ir seguramente al PSOE, ni a la derecha.
Ciertamente esto lo piensan muchas personas que creen en la democracia parlamentaria, lo hemos escuchado con profusión. No hay más que bajar a la calle y escuchar. Hay gentes de cada partido que pone a bajar de un burro a sus propios candidatos y que votarían en blanco si no fuese porque, por un lado, tienen miedo a que ganen los contrarios, y porque, por otro lado, no entienden bien que llenar las urnas de votos en blanco sería una patada en las gónadas a la clase política. No es que estemos animando al voto en blanco, pero ese pensamiento está ahí. Aunque con la llegada de los neofascistas y después de haber visto cómo son Casado y Rivera, hay que llenar las urnas con votos de izquierdas hasta que rebose. Ya habrá tiempo de ver si los que estén el mando son mejores o peores, pero, como decían en la batalla final de El Señor de los Anillos, “hoy no es el día”. Y esto también es racional como el voto en blanco. Incluso diríase que vital.