Que al Atlético de Madrid juega regular, sí. Que el Cholo Simeone hace de vez en cuando cosas raras, sí (y no se le tienen en cuenta porque suele acertar). Que las lesiones y el físico por selecciones y la poca pretemporada condicionan al equipo, sí pero eso no puede ser queja permanente. Lo que realmente condiciona los partidos como se ha podido comprobar en los encuentros ligueros es la actuación de la banda criminal menos buscada de España: el colectivo arbitral.
Los Munuera, Gil Manzano y otros de calidad dudosa están cosiendo a tarjetas al Atlético de Madrid, con el silencio cómplice del palco, y no por faltas sino por dirigirse al colegiado (tiene cojones llamar colegiado a bestias pardas), al menos, con la misma intensidad que el resto de equipos. 22 tarjetas amarillas y dos rojas en cinco encuentros. Ahí tienen la capacidad de condicionar los encuentros, de amedrentar haciendo uso absolutista del poder y dañar todo lo que se pueda el juego del equipo. Y como en el Atleti ya tienen demasiados recuerdos por actuaciones similares a lo largo de la historia, existe una conciencia colectiva, al final el jugador sale al terreno de juego condicionado.
Lo saben los criminales del fútbol y bien que lo utilizan. Cuando la merma se quejaba de los 10 minutos de alargue del partido contra el Español bien que callaban (porque metió gol quien no estaba predestinado a ello) la maldad del colegiado a la espera de ver si se hacía la gracia. Como la prolongación de Vigo cuando iba ganando el equipo rojiblanco. Toda la merma afirmando que era para favorecer cuando lo que esos criminales del silbato estaban haciendo era ver si sí.
João Félix es idiota por entrar al juego de los criminales. Si ya te han sacado la tarjeta, cállate y deja que otros hablen. Tampoco será una baja preocupante. Pero es una muestra más de esta cuasi persecución arbitral que mina poco a poco, como la gota malaya, el juego rojiblanco. Manos que no existen y que cortan una jugada de peligro. Croquetas de jugadores a los que ni han rozado y que se permiten. Parar el juego constantemente, en especial cuando ataca el Atleti, por mini faltas. Son unos criminales que actúan con total libertad porque la ley no les aplica. Una vergüenza que desde el palco no se salga a cagarse en la madre que parió a todos. Y ¡ojo! con el mayor criminal que está en la RFEF, que según le vienen las alianzas contra Tebas u otros organismos azuza a sus perros de presa. Seguramente no merecía ganar el Atleti (es subjetivo) pero lo que está claro es que los crímenes se siguen cometiendo cada partido.