Casi simultáneamente cuando el Presidente de la Asamblea Nacional Venezolana -opositor ultraderechista al Gobierno de Maduro- se autoproclamaba nuevo Presidente “encargado” de Venezuela, llegaba la noticia de que el Presidente Trump (EEUU), junto con Bolsonaro (Brasil), y demás elementos de derechas, apoyaban el Golpe y reconocían al autoproclamado “encargado-manijero” del capitalismo reaccionario que venía amenazando con golpismo desde hace tiempo.
Desde el Estado español, líderes de la coalición de Casado (PP), Rivera (C’s) y Abascal (Vox) exigían a Pedro Sánchez que apoyara el golpe. Esos que nunca condenaron el Golpe de Franco, apoyan el golpismo de derechas alineándose con la violencia antes que con la Democracia demostrando así su unidad ultraderechista.
Por otra parte Alberto Garzón (I.U.), Pablo Iglesias (Unidos/Podemos), y otras fuerzas de izquierdas, han calificado lo ocurrido en ese país latinoamericano como “golpe de Estado” y han defendido la posición de pedirle al Gobierno de Pedro Sánchez (PSOE) que rechace la autoproclamación del Guaidó como Jefe de Estado de Venezuela.
Iratxe García, portavoz del PSOE (Parlamento Europeo) declaró que “Desde el minuto uno España está trabajando para que la Unión Europea tenga una posición común sobre Venezuela” y se niega a reconocer a Juan Guaidó como presidente de ese país y añade que “lo importante es trabajar para que el pueblo de Venezuela decida su futuro en unas elecciones con garantías”.
Las fuerzas aliadas del imperialismo mundial, encabezadas por Trump manifestaron su apoyo al golpe que podría desencadenar una guerra civil, incluido algunos barones como Felipe González, que “ha pedido a los gobierno de la Unión Europea y de América que reconozcan al Presidente de la Asamblea de Venezuela, Juan Guaidó, como Presidente encargado de la Repùblica de Venezuela, declaraciones que no han caído bien entre muchos militantes socialistas, incluido el que suscribe este artículo, lo cual rompe la disciplina partidaria que dará pie a que se agudice el debate interno en el PSOE entre los que estamos contra el golpismo y por la democracia y los que prefieren caer del lado de la negra reacción imperialista mundial.
La situación en Venezuela es sumamente crítica y ese golpe ha radicalizado aún más las posiciones, pues a ojos de las izquierdas aparece como un golpe planificado por el imperialismo y la derecha venezolana, para controlar el petróleo. EEUU en un rasgo autoritario, exigió a través del exdirector de la CIA, Mike Pompeo, (Secretario de Estado con Trump), “la renuncia inmediata” de Maduro. Asimismo Trump declaró: “tenemos todas las opciones sobre la mesa”.
Una destacada ultraderechista venezolana exigía la “dimisión de Maduro, si quiere salvar su vida”. Con un servilismo colonialista, los gobiernos más reaccionarios, antisociales y derechistas de Latinoamérica hacen seguidismo de Trump y apoyan con entusiasmo el golpe, en vez de pedir democracia.
La oposición derechista de Venezuela aprovecha la desesperación e indignación que siente el pueblo, causado por el colapso de la economía y los recortes sociales que sufre el país, con caída del PIB y niveles de subsistencia de más del 50 % agravado por la situación de las alzas de precio y la escasez de los productos básicos. La inflación está en torno a un 1.000 % al año.
La polarización a derecha e izquierda se acentúa gravemente, porque decenas de miles de personas, han respondido a los llamamientos de tomar las calles, tanto por Guaidó, como por Maduro, en un peligroso enfrentamiento que podría desembocar en una cruenta guerra civil, porque ambos líderes alientan a las masas a luchar en las calles. El Gobierno Bolivariano llamó al pueblo a concentrarse ante el Palacio de Miraflores, para mantenerse en vigilia y defenderse, como hizo Chávez en 2002, cuando el pueblo le salvó.
Maduro trata de imitar a Chávez pero existe una enorme diferencia, tanto en el prestigio político, militar y económico entre ambos. La revolución bolivariana antes era apoyada con entusiasmo por las masas y rechazó con sus acciones el golpe contra Chávez, pero ahora la situación es diferente porque está ganando fuerza la corrupta, reaccionaria y parasitaria derecha venezolana, que lleva años hostigando e intentando dar el golpe pero ahora consigue movilizar a parte de la juventud, clases medias, profesionales y sectores diversos.
Importantes sectores de parados, jóvenes estudiantes, trabajadores indignados por las brutales subidas de precios, se movilizan desde barrios populares, convocados por las derechas, que les prometen un cambio a mejor. Sobre esas bases objetivas de deterioro social la derecha está recuperando la iniciativa y ahora ha visto un momento propicio para lanzar un asalto definitivo al poder y piensan que lo podrían conseguir con el apoyo de EEUU y la reacción mundial.
Los venezolanos se sienten frustrados ante los incrementos salariales que la hiperinflación galopante anula antes de que se apliquen. Existe también un ambiente despectivo de la burocracia dirigente del Estado que siempre hablan en un tono de alabanzas al poder, despreciando a los que protestan, tildándoles de contra-revolucionarios y derechistas, sobre todo, cuando las masas, debido a la penuria económica y pérdidas de poder de compras, se ven forzadas a protagonizar huelgas defensivas que son brutalmente reprimidas por el aparato burocrático dominado por los militares.
Cuando Chávez dirigía el ejército, la gente lo defendía porque tomaba medidas sociales positivas. Ahora con Maduro y la revolución estancada y en retroceso, la evidencia de que la mayoría de esos burócratas corruptos que viven con privilegios y condiciones materiales de vida similares a la casta burguesa que decían combatir, se extiende el desprecio y la rabia de los sectores más empobrecidos.
Maduro aplicó en agosto pasado un Plan de Reactivación Económica, devaluando el bolívar y estableciendo una moneda nueva que llamó Bolívar Soberano (60 BS = 1 dólar). Como la economía venezolana no es socialista, sino capitalista, (por mucho que digan lo contrario), la inflación es enorme, adquiriendo niveles insoportables. Anterior a esta crisis, el dólar se pagaba a 3.000 Bs y algunos analistas dicen que este año podría seguir aumentando.
La Sanidad Pública dio un salto importante cuando Chávez consiguió que Cuba ayudara con miles de médicos. Ahora está prácticamente en decadencia, sin medicinas, sin suficiente personal sanitario. Una consulta simple en una clínica privada es tan cara que solo las capas medias pueden pagarla. No está al alcance del trabajador pues en pocos días subió la consulta de 2.000 a 15.000 Bs.
También las empresas suben sus tarifas aplicándolas a productos y servicios que dependen de empresas públicas. El gobierno respondió para atenuar los abusos con una subida salarial de 400% pasando de 4.500Bs a 18.000Bs, pero su incremento representa 6 dólares, lo que es insuficiente para compensar el alza de precios de los productos básicos y lo que contribuye es a desorbitar todavía más la hiperinflación, que se traga los salarios por meses.
Dada la tensa situación bajo presión del golpe, existen difíciles salidas: Si frenan el golpe continuando la “Dictadura Bonapartista Proletaria Bolivariano”, sufrirán nuevos ataques. La U.E. da 8 días de margen a Maduro para convocar elecciones o reconocerá a Gaidó, lo que significa apoyar a los golpistas. Esta opción representará que implantarían una “Dictadura Bonapartista Burguesa” de derechas pro-imperialista que no resolverá ninguno de los problemas sociales, al contrario, los agravará, porque el objetivo de EEUU que es quien mueve a sus marionetas, es hacerse con el control del ejército que derroque al régimen y elimine al que se oponga, siguiendo los parámetros del golpismo clásico
En el anterior intento de golpe de 2017, la reaccionaria derecha venezolana abrió una importante brecha en el aparato del Estado. Consiguió dimisiones de altos cargos y el apoyo de la Fiscal General Ortega. La causa de que la cúpula militar no fuese ganada a la estrategia de la oposición de derechas en aquella intentona golpista fue que no pudo conseguir que sus movilizaciones populares pasasen desde las urbanizaciones de capas medias a barrios obreros, pero ahora han avanzado en ese intento.
Aquel violento terrorismo aplicado por las bandas fascistas era rechazado por los trabajadores, que alarmados por la situación optaron, (aunque críticos con la política del Gobierno Maduro), darle una oportunidad al PSUV. Apoyaron a la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), pero la situación de deterioro económico ha hecho fracasar la política.
El Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), que se dice Revolucionario, lleva una política reformista socialdemócrata que en su práctica no defiende en realidad el genuino socialismo democrático. Los potentes medios de comunicación burgueses en manos de la reacción presenta la política de Venezuela como el fracaso del “socialismo” pero aquello no es socialismo, pese a que la casta burocrática así se reclama. Ha aplicado una política desastrosa de pactos con los empresarios corruptos, hablando de “transición al socialismo”. La derecha ha utilizado el colapso de la economía para sembrar una alta tasa de confusión entre el pueblo trabajador.
El programa que aplica Maduro y su burocracia es una caricatura y está a años luz del socialismo genuino como esperaban millones de trabajadores, cuando votaron para que se mantuvieran los Planes Sociales y las Reformas iniciadas por Chávez, qué sí querían dar una alternativa y responder a los deseos y reivindicaciones de la clase obrera y los sectores más explotados y oprimidos de la sociedad.
Maduro cedió ante China, Rusia, Irán… aplicando la teoría de las dos etapas estalinista e intentó convencer a la burguesía venezolana y al imperialismo internacional de que ellos podrían gestionar mejor que las derechas la grave crisis capitalista.
Como hizo Rajoy y demás Gobiernos en Europa, Maduro aprobó recortes sociales y salariales muy duros, despidió a muchos trabajadores de empresas públicas. Impotente ante el fraude y la corrupción, lo que consiguió fue erosionar el apoyo social masivo que tuvo en su momento el PSUV, que como sus hermanos europeos, podría estar a punto de sucumbir.
La política reformista del PSUV, con careta revolucionaria, ha conseguido que burgueses y grandes empresas se beneficien de ayudas importantes, firmando acuerdos con el gobierno y maniobrando con los imperialistas para mantenerse y recuperar poder. Es el clásico “reformismo burocrático”, (no socialismo), de la parasitaria casta funcionarial, políticos y militares corrompidos, desmoralizados y derrotados, que se elevaron por encima de las condiciones de vida del pueblo incrementando sus privilegios. Han transitado hacia la desigualdad, lo que permitió el avance de la reacción de derechas.
No está todo perdido porque existen partidos de izquierdas que están haciendo llamamientos a organizar comités de acción y reorganización en fábricas, barrios y ciudades, para levantar un frente democrático, obrero y campesino que derrote al golpe y a la burocracia superando al capitalismo.
Los golpistas hablan de gobierno para todos, reconciliación y demás mentiras, pero si la derecha y las fuerzas que les apoyan llegan al gobierno, la clase trabajadora sufrirá una pesadilla terrible, sobre todo los pobres y los campesinos que están padeciendo la crisis. Aplicarán despidos, privatizaciones, recortes e intentarán exterminar a las organizaciones de izquierdas, reprimiendo los movimientos sociales y a los activistas más destacados incluso con una brutalidad fascista.
El Internacionalismo Socialista debe plantear seguir luchando, mediante elecciones limpias, por un programa de clase genuinamente socialista y democrático, que expropie a las grandes palancas de la economía, la banca y los monopolios, para planificar la economía bajo control social y acabar con la inflación, la corrupción y legislar para acabar con los privilegios y la desigualdad que engendra la burocracia bajo su modelo capitalista y tomar el poder real en manos democráticas de la clase trabajadora, los explotados y los oprimidos.
Las derechas defienden sus intereses con golpes de Estado y las izquierdas no tienen otro camino que basarse en la solidaridad, rechazando la violencia golpista y exigiendo la democracia social para resolver los conflictos, empezando por Venezuela y Latinoamérica que están bajo amenaza.
Mi opinión es pedir a nuestro Presidente Pedro Sánchez que haga lo posible por evitar el baño de sangre que podrían provocar las derechas golpistas y los que les apoyan a escala internacional. Aquí PP, C’s y Vox, se han quitado la careta de demócratas y enseñan su horrible rostro ultraderechista. La opción del movimiento obrero debe ser un NO rotundo, tanto a dictaduras de izquierdas como de derechas y luchar por una democracia plena y limpia.
La clase dominante en campañas permanentes ha minado la moral de la clase trabajadora, desprestigiando los ideales socialistas. No ha permitido ni en Venezuela ni en ningún sitio la Democracia bajo control obrero y han desactivado todo lo que huela a una verdadera izquierda porque prefieren la Dictadura del Capital. Nunca habrá socialismo sin democracia, ni democracia sin socialismo, pero la lucha continúa y mi total solidaridad con el pueblo hermano de Venezuela.