Ha sido una semana tan intensa como las últimas. Hay que reconocer que este verano está resultando cargadito especialmente en lo político y judicial, así en las tertulias de bar o de playa no sólo se habla de lo raro que está siendo en lo climatológico, de la preocupación que despierta que tengamos a media África cruzando nuestras fronteras, o dejándose la vida en su intento de llegar a ellas.
Esa invasión pacífica de momento despierta una oleada de solidaridad, hasta que comienza a verse los efectos en lo cotidiano. Haría bien la izquierda en comenzar a preocuparse de las consecuencias a medio y largo plazo, de que miles de personas intentan buscarse la vida en un primer mundo que no siempre les recibe con los brazos abiertos.
Va a tener que dedicarse muchos recursos humanos, de infraestructura y sobre todo económicos para poder hacerlo y lógicamente si se dedican habrá que quitarlos de otros lugares. Debemos temer y procurar prevenir que la ola de racismo que recorre Europa se instale también aquí y algunos indicios ya se están dando.
Escuchar las últimas declaraciones del flamante Pablo Casado que coinciden con la línea marcada por Rivera, conducen a una peligrosa senda de racismo y xenofobia. Las hace pensando que la sociedad en un futuro próximo va a exacerbar ese espíritu, favorecido por la situación en nuestras fronteras del sur, del colapso que se está produciendo, sí, sí, colapso y lo lamentable es que probablemente pueda acertar.
Pero en estos momentos la izquierda bastante tiene con mantener que el equilibrio inestable logrado a la hora de echar a Rajoy del poder, pueda consolidarse a la hora de ejercer el mismo. Los últimos acontecimientos demuestran que esa débil alianza por la que 180 votos se imponían a 170 se resquebraja por momentos en apenas 60 días.
Las derrotas del gobierno a la hora de intentar un equipo que llevara a RTVE a una transición tranquila y en un tema fundamental como el techo de gasto no auguran nada bueno y ya comienzan a atisbarse indicios de que peligra la posibilidad de llegar sin sobresaltos hasta la fecha electoral de 2020.
La izquierda española tradicionalmente ha sido profundamente cainita, provocando con esas luchas estériles y torpes su propio debilitamiento, para beneficio de una derecha que sabe anteponer sus intereses ideológicos a sus propias diferencias.
A veces da un poco de envidia observar cómo Cs y PP se besan constantemente en la boca, mientras al otro lado Podemos, ERC y PSOE se empeñan en destrozarse mutuamente. Esa torpeza comienza a poner en peligro lo que podría haber sido una etapa de esperanza e ilusión para las capas populares de nuestro país.
Resulta absolutamente inaudito que Podemos haya impedido con sus votos la posibilidad de ampliar ese techo de gasto en 5.000 millones, de ellos 2.500 para unos Ayuntamientos con el agua al cuello, apoyando de manera indirecta una posición deleznable de la derecha, que cuando gobernaba hacía cánticos de alabanza a esa posibilidad.
A esa derecha no se le puede pedir que sea solidaria, no lo es por naturaleza, pero que sea la propia izquierda la que tire piedras contra su tejado pone los pelos de punta. Los argumentos empleados resultan de una pobreza intelectual preocupante y en el fondo sólo esconden la propia incapacidad de adoptar posiciones de estado.
Vivimos una época plagada de políticos chichifláuticos que tienen de estadistas lo que algunos de cura, nada. ¿Así a dónde vamos a ir? Pues la respuesta es evidente, a la vuelta de una derecha, por cierto mucho más extrema que la de Rajoy y el regreso del espíritu Aznar. Bravo Pablo, Carles, Rufián y compañía sois unos genios.
Mientras Rivera y Casado compiten vergonzosamente por ser hijos políticos de ese negro personaje que tanto daño hizo a nuestro país. Produce escalofríos pensar que pueda volver, pero la incompetencia de la izquierda conduce inexorablemente a ese resultado. O Podemos, PSOE y ERC espabilan o vienen tiempos difíciles.
La debilidad del gobierno del PSOE resulta evidente. No se puede gobernar con 85 diputados, para conseguirlo hace falta mucha mano izquierda más una gran dosis de generosidad y lamentablemente a veces no se aprecia demasiado esas virtudes A partir de ahora el esfuerzo para ganarse a Podemos y ERC, al PNV resulta relativamente fácil debido a su pragmatismo en positivo, debe ser el Norte a seguir.
La otra alternativa sería el adelanto electoral si se deja sin oxígeno al gobierno. ¿Quién pude resultar beneficiado? Desde luego el país no, aunque paradójicamente podría serlo el más agobiado en este instante, el PSOE, tal como indican las últimas encuestas y que lógicamente la sociedad premia a quien considera víctima.
Con un Podemos desnortado, el PP todavía en recomposición con una fuerte batalla interna, Cs que no se sabe si va o viene y el independentismo catalán a la greña resituándose, no parece aventurado que fuera así. Paro la cuestión es si la izquierda se fortalecería o debilitaría y perece más bien que sería lo segundo por lo que para ese viaje no necesitábamos alforjas.
Por tanto PSOE y Podemos están obligados a entenderse, a mejorar sus canales de comunicación, no dar pasos en falso, eso sumado a PNV y ERC en posiciones sensatas, porque aún recuerdan el devastador efecto Aznar y temen que se repita con el tándem Casado-Rivera.
Sólo nos quedaría un imprevisible PDeCat o su nuevo invento “Crida Nacional per la República” de un cada vez más enloquecido Puigdemont. Si la izquierda es capaz de llegar viva a las elecciones municipales y autonómicas primero y europeas después, si saca unos buenos resultados y lo de Puigemont se desinfla ante el empuje de ERC todo será posible. De lo contrario se auguran tiempos difíciles.
Veremos………….