“[Eugène Varlin] Condenado a muerte de inmediato, fue obligado a subir la columna de Montmartre,.., golpeado y humillado por una turba voluble, en lo que su biógrafo calificó como “el calvario de Eugène Varlin”. Finalmente fue puesto contra una pared y fusilado. Tenía tan sólo treinta y dos años. Tuvieron que disparar dos veces para matarlo. Entre una y otra carga gritó, evidentemente sin arrepentirse, “Vive la Comune!”… Y fue en ese lugar, donde se construyó la Basílica del Sacré- Coeur” [David Harvey, Senderos del mundo]
¿Por qué la cita? Realmente es una elección a conciencia. París es una de las ciudades preferidas, cosmopolita, pero al mismo tiempo la cuna de los Derechos del Hombre, de aquellos derechos que conquistó una “burguesía revolucionaria”, pero adentrándome todavía más reivindico el jacobinismo, el ala izquierda de la revolución; aquellos que junto a Robespièrre defendían por encima de cualquier derecho el “derecho a la existencia”.
No pongo por encima de nada la “tranquilidad y el sosiego de la clase burguesa” ni la paz de su ciudad que comienza en los Campos Eliseos, prefiero pasear por la Sorbona y divisar la Plaza de Saint Michel, donde comenzó la liberación de Paris de las tropas nazis en 1945, o el Saint Michel del Mayo 68 donde la alianza entre estudiantes y obreros pidieron “lo imposible. Hay que abandonar la ciudad burguesa y adentrarnos en la periferia o en la banlieu. Pasearse por el París de La Commune y ver los lugares como el barrio de Montmatre- esa colina desde donde se divisa todo París- y recorrer dicho barrio. Entender la burguesía vencedora y represora de la Commune; una represión que fue a sangre y fuego fusilando a miles de obreros de la Commune. Y como colofón la construcción del Sacré- Coeur como expiación de los pecados de la turba, del populacho. Precisamente cuando uno se pasea por la Basílica uno puede llegar a la capilla de Jesús Obrero que se encuentra casi exactamente en el lugar donde transcurrió el “calvario de Eugène Varlin”. Es normal que el populacho baje a la ciudad burguesa (los Campos Eliseos) a recordar que existe, hacer visible su miseria allá donde las bacanales burguesas se desarrolla , en fin a perturbar esa paz que se cimenta en la explotación de una fuerza de trabajo tanto interna como externa.
Algo que a veces olvidamos es el hecho de que “la naturaleza aborrece el vacío”. Cuando el sindicalismo de clase no se da cuenta de la realidad o cuando abandona la misma por las migajas de los beneficios, ese vacío es ocupado por alguien que todos sabemos perfectamente quien es. La rabia y la espontaneidad al final puede ser dirigida por los que no quieren llevar al movimiento al terreno del racismo y la xenofobia. Pero el movimiento es el movimiento de los precarios, de los excluidos de las grandes urbes. Los sindicatos de clases hasta hoy han preferido la negociación y el facto frente al hecho de “organizar” la cólera y la rabia.
Pero ¿quiénes son los “chalecos amarillos”? Son un movimiento heterogéneo y por consiguiente interclasista. Si estudiáramos a los sociólogos contemporáneos, como Sidney Tarrow o Charles Tilly nos daríamos cuentas de que ya no podemos entender nuestras sociedades partiendo del “conflicto clásico”. Hoy día en la “mundialización capitalista” la situación es bien distinta. El activismo es transnacional, pero puede partir de lo local- tal como pasó con el 15M. La política que nos imponen desde las instituciones tanto nacionales como transnacionales (FMI, BM, UE) conlleva a que no quede más remedio que conquistar el espacio público de las calles. Los “chalecos amarillos” es la expresión de la rabia y de la cólera de los “miserables” expulsados de la urbe. El capitalismo vuelve a construir su espacio geográfico y expulsa de sus casas y palacios a los precarios y excluidos. Por dicha situación este movimiento es interclasista compuesto por los trabajadores precarios y por clases populares expulsados a la periferia por la subida de la burbuja inmobiliaria
Algún reformista o social- liberal podrá hacerse la siguiente pregunta: ¿sólo por la gasolina? Pero qué existe detrás de la gasolina. En primer lugar “el abandono por parte del Estado de una política de defensa de los servicios públicos”. A la vez el abandono de una fiscalidad progresiva, que supone el incremento de los impuestos indirectos frente a los directo, con lo que se grava realmente a las clases populares. Hoy día el coche, para la inmensa población que vive en la periferia, no es un capricho de lujo. No, el coche es un instrumento de trabajo que necesitan para ir a trabajar, para llevar a sus hijos a la escuela, para visitar al médico etc. La subida de los impuestos indirectos como la tasa del gasoil supone una merma en las condiciones sociales de amplias capas de la población, más si son trabajadores precarios. Si, ¡si hay que movilizarse por la gasolina! Al menos, mientras el Estado continúe defendiendo las privatizaciones de lo público y no haya una política clara de servicios públicos.
Lo que está en juego en esta movilización no es otra cosa que la vuelta a la realidad. Aquella que nos han impuesto desde las instituciones transnacionales (FMI, UE) y que tienen como eje la austeridad y los bajos salarios. Lo que nos están mostrando el movimiento de los “chalecos amarillos” no es más que la existencia de una crisis profunda del régimen que está deslegitimando al poder mismo del Estado. Pero al mismo tiempo este “populismo desde abajo” desprovisto de estructura sindical y política nos están señalando una “crisis del conjunto de las organizaciones sindicales”
Quiere decir todo esto que es un movimiento dominado por el fascismo. No, ni mucho menos. El que defienda esto vive en un mundo platónico donde la realidad es subliminada. No olvidemos lo que ocurrió el 15M. Los dirigentes de los Partidos tradicionales también les acusaban de lo mismo; es verdad que allí como aquí pueden haber elementos del fascismo, pero el problema reside en que el “vacío” dejado por las organizaciones tradicionales es ocupado por alguien. Y nos encontramos en ese impasse en el que hay una lucha para ocuparlo.
Pero cuales son realmente las reivindicaciones de este movimiento, que no sólo se refieren a la gasolina. El movimiento ya ha enviado a los medias y a los diputado un comunicado con cuarenta reivindicaciones entre las que quisiera destacar las siguientes:
- Supresión de la subida de los carburantes.
- Jubilación a los 60.
- Restablecimiento del impuesto para las grandes fortunas.
- Subida del Salario Mínimo (a 1300€).
- Recuperación de los Servicios Públicos.
- Progresividad en el impuesto de la renta.
- Favorecer los pequeños comercios.
- Que Mac Donald’s, Google, Amazon y Carrefour paguen más impuestos.
- Sistema de Seguridad Social para todos.
Por lo visto reivindicaciones muy de derechas. En fin, lo que está ocurriendo es una revuelta popular contra la política neoliberal de Macron. Por eso, los parias, los miserables de la periferia y de la banlieu bajan todos los fines de semana a las puertas de la ciudad burguesa (los Campos Eliseos). Son los vándalos, como los llama algún reformista. Yo, personalmente, prefiero este vandalismo a la represión burguesa que no tiene límites y que últimamente ya utiliza hasta granadas. Ya habrá tiempo, de que los miserables o el “ángel caído” vuelva a ser expulsado de la casa burguesa y reine la paz de los cementerios.