Ha sido una noche electoral llena de sensaciones, para unos agrias, para otros dulce y para un sector agridulces. Como en todas hubo vencedores y derrotados y mensajes equívocos y engañosos.
Que tenga mucho cuidado la clase política, porque la alta participación habida en estas elecciones indica que la ciudadanía les ha devuelto temporalmente la confianza, pero pudiera ser que si la defraudan ya nunca más puedan recuperarla.
La irrupción de VOX, más como tormenta que como tsunami al menos de momento, ha roto en mil pedazos el panorama electoral. Es evidente que este hecho ha producido una sangría en la derecha y que no haber estado presente probablemente no se habrían dado esto resultados.
Pero que no se equivoque ésta al realizar su análisis de lo ocurrido, porque es probable que el batacazo del PP se haya producido también por sus propios errores, al hacer un seguimiento mimético de los llamados que venían de esta nueva fuerza política, al mismo tiempo que ha tenido que pagar las letras pendientes por su corrupción, por su mala gestión de la crisis de Catalunya y por no haber resuelto de manera integradora su propia crisis.
Igualmente Ciudadanos, que esperaba un resultado mucho mejores y que las sumas les dieran, ha pagado su propia letra al abandonar de manera suicida el espacio de centro dejándoselo en bandeja a un PSOE ahora victorioso.
En el espacio de la izquierda también existen perdedores, en este caso Podemos y Compromís que también pagan sus crisis internas y el voto útil que en esta ocasión ha sabido capitalizar el PSOE. El miedo a “que viene VOX” le ha venido genial.
También en el espacio independentista se libraba su propia batalla, con victoria contundente de Juqueras y su ERC frente al enloquecido Puigdemont, que ha sido capaz de llevar al descalabro absoluto a la antigua Convergencia. Este resultado y el pragmatismo demostrado por los primeros en los últimos tiempos, resulta muy beneficioso para la resolución de ese conflicto.
Pero por encima de análisis partidistas la realidad es que la derecha y la izquierda empatan con más de 11 millones cada una, pero también conviene tener en cuenta que el sector nacionalista e independentista llega a más de dos millones, que gobierne quien gobierne deben tenerse en cuenta.
Después del 28-A ya no se puede decir que “Spain is different”, porque al igual que el resto de Europa tiene su espacio político fragmentado, existe la contienda rojos-azules, e irrumpe un partido de extrema derecha, de momento de puntillas como ocurrió allí pero no conviene confiarse y sólo hace falta mirar Suecia para darse cuenta.
¿Qué puede ocurrir a partir de ahora?
En el caso de la derecha resulta evidente que debe poner en marcha, sin prisa pero sin pausa, una refundación que le aleje del nacional-populismo y le lleve a una derecha liberal, europeísta y moderna. ¿Será posible con Pablo Casado?, es probable que no aunque tiene piezas de recambio como Núñez Feijóo (significativo su discurso de la noche electoral) o Ana Pastor.
La izquierda por su parte, en especial el PSOE, debe administrar su victoria con prudencia, siendo consciente por un lado del empate técnico en votos que nuestra ley electoral no traslada a escaños, de la irrupción de VOX, y del llamamiento de sus bases al pacto en su seno.
Los llamados de las bases socialistas esa noche resultan significativos y Pedro Sánchez no debería ignorarlos. Que sonara el “sí se puede” podemita al aparecer en pantalla Pablo Iglesias, o el contundente “con Rivera no” que le exigieron en numerosas ocasiones, debe hacer recapacitar a su cúpula dirigente porque sonó al “no es no” que llevó a Sánchez a su liderazgo.
Un pacto PSOE-Cs además de resulta anti natura, mucho más después de escuchar a Rivera en los últimos tiempos, sería un suicidio. Supondría abandonar un espacio conquistado en estas elecciones (se ha llevado cientos de miles de votos que han abandonado Podemos hacia una opción más segura) y significaría una traición a las bases que le impulsaron a ganar las primarias.
Además si Cs se implicara en ese gobierno dejaría en el espacio de la derecha un terreno libre para la refundación del PP, lo que sería la mejor noticia que les podría dar después del batacazo histórico que se han llevado. Rivera abandonaría de esa manera su batalla estratégica por liderar la derecha española para la próxima década.
¿Cometerán ambos, Sánchez y Rivera ese error? En política todo es posible cuando la táctica se impone a la estrategia.
La otra opción sería un gobierno presidido por Pedro Sánchez con apoyo externo de Podemos o incluidos en el mismo. Los 166 apoyos con los que cuentan no les darían para salir en primera votación por mayoría absoluta, pero podría ser con la abstención de ERC y PNV en segunda.
¿A qué precio? El del PNV parece asequible y parece justo porque tiene que ver con las trasferencias aún pendientes del Estatuto de Guernica y más autogobierno. Las de ERC podrían ser más complicadas, aunque su pragmatismo actual lo puede poner más fácil.
Después de eso vendrían los grandes retos, las políticas sociales, abrir vías de diálogo con Catalunya, afrontar la crisis en la UE, o el problema de la emigración. Pero eso ya da para otra película.
Veremos……..