Durante la “Fiesta del Orgullo” celebrada en Madrid el domingo 7 de Julio con una asistencia colosal y un éxito rotundo de asistencia de cientos de miles de personas, un grupo de C’s comandado por Arrimadas y Cia, montaron un “pollo victimista” al ser abucheados por otro grupo de manifestantes, que sentían la asistencia de los naranjitos armados de pancarta, como una provocación al estar gobernando junto con PP y Vox. En su comparecencia ante la prensa, Arrimadas insultó al Ministro Marlaska y pidió su dimisión, atacando al PSOE y a Unidas Podemos, en un estado cercano a la histeria; como dice el refrán “cuando sus dioses los quieren destruir, primero los vuelven locos”.
También el viernes pasado hubo un navajeo estrepitoso de salón entre C´s y Vox que hicieron saltar por los aires las negociaciones cuando se disputaban la Presidencia de Murcia, jugándose el futuro de los murcianos, pero igualmente de los madrileños, que también está en disputa, mientras Rivera y Abascal estaban reunidos. ¿Negociaban o preparaban el “café” para todos?
Ambas fuerzas representantes de los intereses de la burguesía, la banca y el gran capital, coaligados con el PP en Andalucía (…y siguen fraguando sus Alianzas), se enfrentaban por el poder para no quedar ante los votantes como la “derechita cobarde”, tal cual se acusan mutuamente, expresando con esos gestos su demostración de ir sobrados de testosterona.
El sistema capitalista en su estancamiento y contradicciones está intentando reconstruir sus fuerzas políticas, a base de unificar el “neonazifascismo” en toda Europa. Al igual que aquí a través del Trío ultraderechista de PP, C´s y Vox, que dan a entender que se llevan como el perro y el gato, pero que en realidad, están a las órdenes del Gran Capital y quieren consolidarlo gobernando juntos.
Lo que pretenden es configurar una fuerza “neofranquista” que continúe la opresión de la clase trabajadora y los pueblos, volviendo al “Estado Centralista”, con la intención de aplicar su política que restaure la tasa de ganancias de los viejos tiempos del boom, cuestión que les va a resultar imposible.
Los problemas principales a los que se enfrenta este sistema y que los burgueses serían incapaces de resolver, ni con el keynesianismo ni con la política ultraliberal de Milton Friedman de los Chicagos Boys, ambas fracasadas, son las cuestiones sociales, cuyas tijeras de la desigualdad se abren hasta hacerse insoportable que junto a los conflictos territoriales, con la propuesta de aplicación inmediata y permanente del 155, que es su única alternativa, los independentistas seguirían creciendo.
El ambiente social se está recalentando y alcanzará una creciente temperatura debiendo reconocerse que las causas más importantes de las acciones y luchas que representaban estos cambios repentinos que se han empezado a dar, tendrán un alto componente social, pues podrían afectar a las superestructuras del sistema capitalista ya que el agotamiento del llamado por algunos “régimen del 78” exige un urgente cambio antes de que las explosiones sociales generalizadas agraven la situación.
En esta sociedad capitalista que ha comenzado su declive, se acumulan las contradicciones y se está volviendo ingobernable. Todo ello deja sentir para la clase burguesa dominante, una incapacidad impresionante de sus propios estrategas, para conocer el método que tendrían que aplicar, con el fin de retomar el control «absoluto», que es el que mejor les vino históricamente con los innumerables pronunciamientos militares y golpes de Estado, pero que se les está yendo el control de las manos al romperse el modelo de «bipartidismo imperfecto», que venían disfrutando desde la muerte del Dictador y por ello están histéricos.
Las vicisitudes de los ciclos económicos periódicos que atraviesa el sistema, a escala mundial, vicisitudes cuyo punto culminante serán las explosiones inevitables de una nueva crisis cíclica estructural del capitalismo, les produce terror, por lo que la clase dominante ve “terroristas” por todas partes.
Entienden sus estrategas y ellos mismos, pues están perfectamente informados, que se acerca de nuevo, aunque se encuentra todavía en una etapa preliminar en toda Europa, una crisis económica que estallará en los próximos dos o tres años, pero que por su internacionalización de su campo de acción, así como con la intensidad que esas convulsiones se produzcan, tendrá efectos sociales muy nocivos para la clase trabajadora y sectores empobrecidos de la sociedad.
Esos giros bruscos podrían producir un profundo cambio molecular y dialéctico en la toma de conciencia de los explotados, oprimidos y necesitados, que desatarían oleadas de luchas sociales y migraciones masivas que se harían irresistibles y ningún gobierno por mucha fuerza que le anteponga, sería imposible de detener, salvo que se produzca un exterminio masivo de poblaciones enteras.
Lo entiendan o no, lo sepan o no, lo nieguen o no, hemos entrado ya en una nueva etapa de la lucha entre las clases. La burguesía dominante a través de la política global, debido a la batalla de los cuatro bloques imperialista que se disputan la hegemonía mundial, luchan a fondo por los menguantes mercados, que se encuentran completamente trastornados, aunque en su fase inicial, presentan rasgos perturbadores similares a la crisis de entreguerras y podrían desencadenar los procesos revolucionarios y contrarrevolucionarios de los años treinta del siglo pasado.
Eso sí, guardando las distancias porque cualquier analogía histórica siempre muestra diferencias, pero las tendencias de fondo y las contradicciones, principalmente entre países ricos y pobres, o las desigualdades entre los archimillonarios y los más necesitados, lejos de remitir siguen creciendo.
En las etapas, incluso preliminares, de las crisis agudas, también marcarían la pérdida de la estabilidad interna de las capas medias que podrían ser arrastradas a la lucha por la clase trabajadora y que podrían contagiarse entre diversos países afectados, con un agravamiento de la virulencia por las radicalizaciones y polarizaciones entre izquierda y derecha.
Debemos entender que el auge de la ultraderecha en toda Europa, es un producto de esa enorme polarización social, pero que hunde sus raíces en la decadencia de la socialdemocracia, que ha claudicado en sus aspiraciones de cambio social ante el capitalismo, lo que indica un peligroso fracaso de las formaciones políticas de las izquierdas reformistas, si no son capaces por parte de sus Direcciones de buscar entendimientos para pasar a la ofensiva, de forma coordinada preparando a las masas para las luchas venideras.
Si entre las nuevas y las veteranas fuerzas de izquierdas, reformistas o revolucionarias, son incapaces de ofrecer una alternativa clara, que unifique y prepare a la clase trabajadora para frenar el movimiento del “neofascismo” que acecha, derrotando las políticas de recortes, austeridad e incluso frenando claramente el impulso hacia la reacción, de los planes “neofranquistas” que plantea el “Trifachito”, podríamos sufrir una aparente derrota, que haría más tortuoso e incluso represivo el proceso molecular de toma de conciencia de las masas en acción, si se les da una oportunidad a las derechas con unas nuevas elecciones.
Está sobre el tapete la posibilidad de un triunfo de Pedro Sánchez, si no pudiese conseguir los votos necesarios para ser investido Presidente de Gobierno y en ese caso, aunque las encuestas le dan un triunfo con un 39,5 % del voto, nos tenemos que preparar para lo peor, luchando por lo mejor, es decir, que podrían las Derechas aglutinar una mayoría, si la ciudadanía cansada y enojada, optase por evitar ir a las urnas con su abstención.
Pero tampoco eso garantiza un Gobierno de Derechas que triunfe claramente sobre las izquierdas, pues el movimiento obrero no sería derrotado, solo sus líderes y las izquierdas en la oposición se tendrían que recomponer buscando un fortalecimiento.
Existe una Ley Histórica que en una época de crisis orgánica del capitalismo, las condiciones subjetivas correctas marcan la tendencia de fondo de la lucha de clases, porque en realidad, las condiciones objetivas para el cambio social, no solo están maduras sino que se están pudriendo y es probable que, sometidos a ataques similares a los que aplicó el PP bajo el mandato de Rajoy, que sería la política del Trifachito en el Gobierno del Estado, una vez consumidas las reservas y la esperanza de una reactivación, las masas lucharían contra la política de austeridad y recortes pasando a la acción.
La “presunta” recuperación económica de las que nos han venido hablando, ha significado en realidad un crecimiento vertiginoso de las desigualdades sociales, entre la burguesía y los trabajadores.
Si estallase la nueva crisis, inevitable en la legislatura próxima, se incrementaría la brecha que se haría insoportable para el pueblo que se vería forzado a luchar en legítima defensa, sobre todo si se recrudece la inflación, por lo que es tarea primordial de la clase trabajadora organizada, dar la batalla por gobiernos de izquierdas que eviten la catástrofe, porque las desigualdades crecientes y la polarización social son muy peligrosas.
A escala internacional, “la riqueza de los Milmillonarios aumentó un 12 % en el último año, es decir, 2.500 millones de dólares al día (Sobre el BILLÓN $ año), Mientras la mitad más pobre de la población mundial, 3.800 millones de personas, redujo su patrimonio en un 11%”, según un informe de Oxfam 21/1/2019”, lo que se traduce en un 23 % de incremento de la desigualdad, es decir un 12 % que ganan los ricos, más un 11% que pierden los pobres profundizando la brecha entre las clases sociales.
Las tendencias proteccionistas que viene aplicando Trump están ya afectando muy negativamente al comercio mundial, fomentando la guerra comercial que podría atizar a las guerras cruentas.
Por tanto, es tarea de la ciudadanía de cada país, de cada pueblo, de la clase trabajadora y los sectores menos favorecidos por este capitalismo mafioso, organizarnos y dar la batalla por cambiar la orientación de este modelo caduco, injusto y criminal que es el capitalismo en su fase imperialista, derrotando a las fuerzas afines, que lo defienden y apoyan, para poner la economía de forma planificada al servicio de la producción y el empleo, para que sea gestionada bajo control social de una genuina democracia participativa, con el fin de marchar hacia la máxima igualdad en beneficio de la Humanidad.