Un año más llega el 17 de octubre, Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza que se viene celebrando desde 1993 y un año más también, no puedo evitar acordarme de la letrilla de una canción que tocaba un conocido grupo de punk, que escuchábamos en nuestros tiempos, cuando éramos un tanto más jóvenes ( hace ya muchos años) hoy ya desaparecido; y decía “mogollón de gente vive tristemente y van a morir democráticamente y yo, y yo y yo no quiero callarme, no nos callemos”.
¿Cómo cerrarlos ojos ante los más de 800 millones de personas en el mundo que aún sobreviven con menos de dólar y medio diarios, sin acceso a agua potable o alimentos?, ¿qué ha pasado con aquel consensuado documento surgido de la resolución aprobada por la asamblea general de Naciones Unidas en marzo de 1993? Y ¿a qué cajón fue a parar ese otro documento que empezó a elaborarse en 2001 y fue presentado al Consejo de Derechos Humanos en 2007, Principios Rectores sobre la Extrema Pobreza y los Derechos Humanos? Ese documento sentaba los principios básicos para la elaboración y la aplicación de todas las políticas públicas necesarias para reducir la pobreza. ¿Hay resultados?
Lo cierto es que la pobreza sigue avanzando y cobrándose víctimas cada año a nivel mundial, cada día abriéndose más la brecha entre ricos y pobres que crece ya a niveles obscenos, según Oxfam 8 multimillonarios poseen 426 mil millones de dólares mientras que los 3.600 millones de personas más pobres de la tierra poseen en total 409 mil millones. Cada año, hay más gente en este planeta viviendo con más miedo y con menos esperanza, minando así a su vez las fuerzas y la lucha para acabar con esta situación.
En nuestro país la situación no es más alentadora, el informe sobre reformas fiscales de la OCDE nos dice que España es el 7º país de 33 donde más han crecido las desigualdades sociales y según el VII Informe sobre el Estado de la Pobreza en España 2008-2016 de EAPN-ES presentado hoy mismo en el Congreso de los Diputados, un 27.9 % de la población, es decir prácticamente 13 millones de personas viven en riesgo de pobreza y exclusión social y que nuestro país además, sigue sin cumplir con la Estrategia Europa 2020 con la que se comprometía a reducir estas cifras en 1.5 millones de personas.
La situación en la Región de Murcia sigue siendo lamentable debido a las políticas de austeridad recalcitrantes de los gobiernos del PP, de hecho, acabamos de conocer, algo que se palpa en el ambiente, pero enfrentándonos a los datos, la situación se hace más desgarradora si cabe; y es que según el Informe de EAPN sobre pobreza y exclusión social, el 8% de la población que reside en nuestra Región tiene que sobrevivir con menos de 342 Euros al mes.
El informe también nos deja datos que golpean en lo más hondo de la conciencias sociales , como qué porcentaje de pobreza y exclusión llega en nuestra región al 34,8 % muy por encima de la media estatal, situando a Murcia como 6º comunidad autónoma por la cola, pero si además descomponemos el índice AROPE y miramos el porcentaje de la población con carencia material severa, vemos que Murcia sube al tercer puesto por la cola con un 9.5, solo siendo superada en pobreza severa por Melilla y Canarias.
A estos datos hay que sumar, la falta de apoyo social, la falta de acciones formativas, la falta de itinerarios de inserción laboral que ayude a la gente a salir de esas situaciones de pobreza crónica, incluso heredada muchas veces de sus antecesores; carencias que suplen ONGs, las cuales como por ejemplo Cáritas tienen que seguir interviniendo y ayudando a miles de familias murcianas, más de 25.000 familias el año pasado, por lo que estaríamos hablando de casi 80.000 personas.
Es cierto que ante la ausencia de la política y protección social, se crea una red, un colchón de ayuda en barrios, pueblos, familias… es cierto que la solidaridad o ese sentimiento que aún conservamos y hemos denominado fraternidad comienza a operar con fuerza y hace que gracias, al apoyo humano, voluntario y anónimo, muchos de nuestros vecinos, puedan vivir con dignidad sin tener que pasar hambre o frío, o algo tan importante como el hecho de que un menor pueda hacer cinco comidas al día.
Pero no nos llevemos a engaños, el colchón social tiene sus limitaciones, y no es una cuestión de solidaridad, o concordia, es una cuestión de derechos sociales.
Disfrutar de una educación y sanidad de calidad, en definitiva una vida digna, no es un lujo, es un derecho, nos corresponde en tanto que humanos, por lo que inexorablemente, le corresponde al gobernante, ejercer de una vez como tal, y poner en marcha los mandatos que la ciudadanía representada en las instituciones les ha dado, que no es otro, que el de gestionar lo público, de forma justa y democrática, y ello implica sin lugar a dudas, procurar el cumplimiento de los derechos sociales.
Así como apuntaba la letra de la canción, “no nos callemos”, no permitamos el silencio, ni la inoperancia en política social, porque si lo hacemos seremos cómplices, y la pobreza es cuestión de toda la ciudadanía.