El momento clave: 19 horas. El ejército unga-unga está en tensión. Tiene preparadas las imágenes y el vídeo que les han pasado en diversas cuentas de redes sociales para lanzar su ataque definitivo. Van a acabar con el feminismo. Con el Gobierno. Con la Constitución. Con todo lo que se ponga por delante porque son los unga-unga. A nadie se le había ocurrido salvo a ellos asimilar el feminismo con la violencia. “¡Qué gran idea de Santi!” piensan las huestes. “¡Qué buenos los lemas!” añaden los que no son analfabetos funcionales. Todos los machos alfa salivando antes de lanzarse en redes sociales a criminalizar a las mujeres. Vamos como si fuesen de una secta ultracatólica. ¡Ah que algunos lo son!
Como no podía ser de otro modo, la tribu de Vox tenía que montar el numerito el día de mujer trabajadora. Además de recordar la figura de Eduardo Dato –un social-reformista paradójicamente- no han tenido mejor forma de hacerse notar que utilizando la violencia mientras se acusa de violentas a las mujeres feministas. Las violaciones se acaban con cadena perpetua y la violencia machista también. Así, recurriendo al brochazo gordo y las vísceras pretenden proteger a las mujeres de los hombres violentos. Han pensado que si hay cadena perpetua ningún hombre osará cometer tropelías contra las mujeres. ¿Pruebas que certifiquen esa penalidad como suficiente? Ninguna. De hecho, si algo ha demostrado la historia es que por punitivas que sean las leyes a las mujeres las matan igual y las violan igual.
Eso sería pensar y actuar de forma racional y, como han podido leer, se está hablando de Vox que es la completa antítesis de aquello. Son conscientes de que el movimiento feminista (da igual la versión liberal o la socialdemócrata, no se puede poner la mano en el fuego por “otros” feminismos) es imparable a nivel global. Las redes de sororidad son muy potentes. Y esos vínculos impiden dos cuestiones principales en el caso de Vox: volver al catolicismo preconciliar (que es lo que desean los grupos ultracatólicos que les apoyan); e implantar un modelo autoritario basado en la testosterona. Eso no lo van a permitir ni las mujeres de izquierdas, ni gran parte de las de derechas. Pensar que se van a dejar pisotear mujeres como María Blanco, Guadalupe Sánchez, Almudena Negro, Inés Arrimadas y un largo etcétera de mujeres liberales es utópico. No hay vuelta atrás en la lucha feminista, sea más individualista o más colectiva.
Sin embargo, el ejército unga-unga tiene que hacer populismo contra la única fuerza que les impide campar a sus anchas. Aunque en ese esfuerzo acaben fracasando. Porque ¿quién podía pensar que las mujeres, independientemente de su filiación doctrinal, iban a no defenderse? En realidad, más que defenderse les han obviado, les han hecho el vacío, les han ignorado. Quienes no lo han hecho no son más que la otra cara de la moneda, esos mismos que necesitan hablar todo el día de antifascismo para ocultar sus propias miserias. Un nuevo fracaso de Vox. Un triunfo de las mujeres de toda condición y profesión. Y un grave golpe a las sectas (algunas amparadas por el Vaticano) ultracatólicas que están detrás. En esto, lo de las sectas, sí que le han hecho un favor al PP.