Cuando dijo que quería comer en la mesa de Messi y Ronaldo, y de ahí su salida del Atlético de Madrid, poco podía sospechar el marido de Erika cuan equivocado estaba. Jugar en el Barça no le arrimaba a la mesa sino que le situaba en la silla de los niños pequeños. Entre otras cosas porque los aparatos ideológicos del madridismo y culerismo solo pueden tener ojos para uno. Miren lo que le está pasando a Vinicius, conocido como Pinocho por la costa levantina, que ya no es candidato a nada. Ha llegado chico nuevo a la ciudad que le viene a quitar los méritos.
Su vuelta al redil del cholismo ilustrado le ha servido para conocer que no necesita mesa que compartir, que los buenos jugadores no necesitan mesa, comen de pie y, como es su caso, desnudos. Lo que digan los demás les da igual. Son meros murmullos de amargados, iletrados o chusqueros de las ondas. No tenía que viajar para saberse el mejor. Cual Odiseo se enfrentó a los dioses y todos sus bichos y no pudo más que sufrir hasta volver a Ítaca. No le estaba esperando Penélope precisamente con los brazos abiertos. Es más, bastante enfadada andaba ella, pero con paciencia, humildad y trabajo supo reconquistarla.
Ahora, rodeado de amigos, se erige como el jugador más completo del momento. Con una capacidad de entender el fútbol que solo Pelé, Cruyff, Messi y pocos más han tenido. Ni Ronaldo supo entenderlo, ni Mbappé lo entiende, ni los inventos del madridismo lo tienen. Es el mejor no porque se diga aquí o acullá sino porque los números, los compañeros, el entrenador y los contrincantes lo dicen. Da igual la posición en la que se sitúe en el campo, allí destaca, con el añadido de recuperar el gol. Sin embargo…
Sin embargo, sigue sin ser esa leyenda del Atlético de Madrid pues no ha tocado pelo del bueno. Si lograse ganar una liga o una Champions, igual, por números y juego, llegaría a ser uno de los jugadores diferenciales y que han marcado la historia rojiblanca. Cierto es que Futre se quedó con dos copas, pero en aquellos infaustos años, cuando la corrupción arbitral era mayor, aquello era casi un milagro. En el contexto actual solo un trofeo gordo puede hacerle tocar el cielo con las manos. Mientras tanto, a nivel general, puede seguir de pie y desnudo porque ni necesita mesa, ni el resto llega a ver el fútbol como él.
Post Scriptum. Sí, sigue siendo el marido de Erika, que por aquí somos muy rencorosos.