Ayer, como se aburrían sin partidos de Liga y Champions, en el Canal de Uría no tuvieron nada mejor que hacer que solicitar a Borja Aranda su mejor once de la historia del Atlético de Madrid. Luego el querido Jesús Martínez Caja propuso en X que cada cual escribiese el suyo. Imaginen la cantidad de jugadores que salieron. En muchos casos los elegidos fueron de los años 1970s hacia aquí por algo lógico como es el paso del tiempo. Pero ¿se puede hacer un once del Atleti sin ser injusto? ¿Se podría hacer una plantilla de leyenda sin dejar fuera a alguien realmente histórico?
Ciertamente incluir a Pololo, Monchín Triana o los Olaso, aquellos épicos jugadores de los primeros títulos oficiales, es complicado porque casi no hay recuerdos de ellos en aquel campo de O’Donnell. Seguramente haya que irse a lo años posteriores a la guerra civil para encontrar los triunfos y los jugadores legendario. En aquel equipo de las dos primeras ligas con Ricardo Zamora de entrenador ya estaban Paco Campos —uno de los máximos goleadores rojiblancos de la historia e injustamente olvidado—, Alfonso Aparicio —único jugador rojiblanco ganador de cuatro ligas— el «divino calvo» Arencibia. Finalizando los años cuarenta está la delantera de seda con Alfonso Silva, José Juncosa, Antonio Vidal, Adrián Escudero y el citado Campos.
Con la llegada de Helenio Herrera, quien podría ser uno de los entrenadores históricos, cambió el rumbo del equipo hacia la gloria a lomos de la delantera de cristal con Larbi Ben-Barek, Henry Carlsson, José Luis Pérez-Payá, más Juncosa y Escudero con el muro de acero que formaban Aparicio, José Luis Riera y Diego Alonso. Luego llegaría la alianza del poder con el Mal y unos años complicados hasta la aparición del ala infernal conformada por Joaquín Peiró y Enrique «el niño» Collar, que acompañados de Jorge Alberto Mendoça, Miguel Jones, Vavá, Isacio Calleja, Feliciano Rivilla —de los mejores laterales derechos del Atleti— o Adelardo asentaron la base de los triunfos en Europa y España de los años 1960s. Se sumarían el Pechuga San Román o Jorge Griffa hasta que llegaron los Luis Aragonés, Edgardo Madinabeytia, Gárate, Capón, Rodri, José Pacheco, Jayo, Ufarte, Melo o Irureta. Ya comenzados los años 1970s se incorporarían rocas como el Cacho Heredia o Iselín Santos Ovejero, Rubén «el ratón» Ayala, o «el cheli» Leal. De esos años son recordados Leivinha o Luiz Pereira, Marcelino, Dirceu o Rubén Cano.
Los años 1980s fueron muy complicados por la grave crisis económica general y particular del Atleti, más tras haber sido atracados de manera impune por Álvarez Margüenda —que el Diablo le tenga en su cobijo—. Sin embargo, hay alguna auténtica leyenda como Juan Carlos Arteche y otros que no fueron mancos como Quique Ramos, Marina, el «negro» Cabrera y algún traidor que sería leyenda de no ser eso, un traidor. Luego llegó el gilismo y leyendas, lo que se dice leyendas, pocas hay porque quitaba y ponía jugadores tan rápido como entrenadores. Vizcaíno posiblemente sea la única leyenda como jugador de todos esos años junto a Abel Resino —por aquello del récord mundial de imbatibilidad— y a Paulo Futre. Y no, no están ni Simeone, ni Pantic, ni Kiko, ni Molina porque, pese a ganar un doblete, jugaron pocos años en realidad.
No será hasta la llegada del Cholo Simeone como entrenador cuando comiencen a fraguarse, de nuevo, leyendas con las rayas canallas. De los tiempos oscuros, sólo el «niño» Torres merece ser destacado. Es de hace quince años a estos días cuando los Godín, Gabi, Oblak, Filipe Luis y pocos más pueden ser recordados como auténticas leyendas rojiblancas. No es sencillo elegir un once porque el Atleti ha tenido enormes jugadores que han sido claves en los éxitos y la vida del equipo. Igual sea más sencillo elegir entrenadores porque, leyendas, tres o cuatro.